_
_
_
_
_

"Estamos en la era de la vulnerabilidad digital de gobiernos y empresas"

El periodista Borja Bergareche presenta en Bilbao su libro 'Wikileaks confidencial'

Borja Bergareche posa en el Fnac de Bilbao.
Borja Bergareche posa en el Fnac de Bilbao.SANTOS CIRILO

El mundo había cambiado. Wikileaks simplemente lo constató. Y ya no hay marcha atrás. No importa si la organización pro transparencia de Julian Assange acaba desapareciendo. En ese caso, otras tomarían el testigo. “Estamos en la era de la vulnerabilidad digital de gobiernos, empresas y ciudadanos”, reflexiona el periodista Borja Bergareche en su libro Wikileaks confidencial (Anaya), que ayer presentó en el Fnac de Bilbao.

Primero fueron 750.000 documentos clasificados muy comprometedores sobre las actividades del Gobierno de los Estados Unidos en las guerras de Irak y Afganistán. Dos años después, Wikileaks ha regresado con más de cinco millones de correos electrónicos vinculados a la compañía privada de análisis de inteligencia Stratfor, con sede en Tejas (EE UU). Uno de los nombres citados es el del ex presidente José María Aznar, del que se dice que “es más extremista que los funcionarios israelíes”. Otro e-mail asegura que los médicos que tratan a Hugo Chávez, presidente venezolano, de su cáncer le han dado dos años de vida.

“Hay una diferencia en el caso de Stratfor. Hablamos de un material obtenido mediante piratería informática del grupo Anonymous, y no gracias a un garganta profunda como parece que ocurrió en 2010”, apunta Bergareche. A su juicio, “llamar a Stratfor CIA en la sombra es exagerado”. “Se ha magnificado todo un poco. Decir eso es desconocer que existe un negocio que son los servicios de inteligencia privados. Como Stratfor hay muchas empresas, también en España”, indica.

El corresponsal del diario Abc en Londres cree que Wikileaks ha enseñado una lección a los gobiernos: la información confidencial no se puede guardar como se venía haciendo desde la Guerra Fría. “No puede ser que EE UU sea un monstruo de los secretos que solo en 2010 puso el sello de clasificado a 75 millones de documentos. Lo que tienen que hacer los gobiernos es guardar menos secretos y hacerlo mejor”, opina.

En el caso de las revelaciones de 2010, el gran impacto inicial que causaron fue diluyéndose con el paso de los días debido “al gigantesco volumen de información”, considera Bergareche. “Solo el material referente a Irak y Afganistán representaba una tabla de excel de más de medio millón de líneas. Cierto cansancio en era inevitable”, apostilla.

Los gobernantes no fueron los únicos a los que Wikileaks ilustró sobre los cambios que entraña la nueva era digital. Los cuatro periódicos que colaboraron con la organización en la difusión de los datos —The Guardian, EL PAÍS, The New York Times y Der Spiegel— se enfrentaron a modelos diferentes de gestión de la información. “Por primera vez, la historia más importante estaba escondida en una base de datos. Fue una buena enseñanza. Los periodistas de primer nivel, las grandes plumas, aprendieron a trabajar de otro modo, con un desarrollador y un informático al lado. El futuro será así”, asevera Bergareche.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Esto no significa que el oficio de contar esté en peligro, cree el autor de Wikileaks confidencial. En contra de la opinión de Assange, quien sostiene que el periodismo debe regresar “a lo más elemental”, es decir, entregar a la audiencia la materia prima informativa bruta, Bergareche defiende la necesidad de pasar ese material “por esa destilería de historias con impacto humano que es una redacción”. “Los periódicos siguen siendo un canal para contar cosas. Wikileaks está aquí, sí, pero como complemento. Todos formamos parte de la nueva ecuación de la comunicación”, zanja.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_