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Marilyn, gallegos, Nixon, Fidel

El periodista Xavier Navaza relata la presencia gallega en la intrahistoria americana del siglo XX

El mexicano de origen gallego José Bolaños, a la derecha de Marilyn Monroe.
El mexicano de origen gallego José Bolaños, a la derecha de Marilyn Monroe.Alvarellos editora / Getty images

El conductor que paseó a Elia Kazan por Chicago tras la representación de El chico de oro en 1938 se llamaba José Iglesias. Trabajaba para el holding empresarial de Al Capone. Su estirpe procedía de una aldea de Silleda y en el cementerio parroquial todavía lo recuerda una lápida. Inocencio Ferrer, de Vilamartín de Valdeorras, estableció el contacto entre Fidel Castro y los propietarios del buque Granma. A bordo de él, la guerrilla desembarcó en Cuba e inició el proceso que acabaría con la expulsión del dictador Fulgencio Batista y el desencadenamiento de la revolución. Al servicio de Richard Nixon, antes, durante y después de su estancia en la Casa Blanca, se encontraron dos oriundos del Deza, Manuel Sánchez —de Cadrón, Lalín— y su esposa Fina —de Ponte Vilariño, A Golada. Emilio Taboada, con raíces en Láncara, cocinaba los fetuccini favoritos de la Monroe en restaurantes de moda de Hollywood. Como las preguntas del obrero ante un libro que enumeraba Brecht en un célebre poema, estos personajes también componen la intrahistoria del siglo XX. Los que vivieron a la sombra de quienes pueblan las enciclopedias. Todos ellos, y bastantes más, confluyen en el último libro del periodista Xavier Navaza (Lalín, 1948), El último amante de Marilyn (Alvarellos Editora).

“Pretende ser un reportaje ameno, sin más, que reivindique el orgullo de ser gallego, ¡qué carallo!”, comenta, a bote pronto, el autor. Y con un material cosido a partir de un año, 1962, y de un hombre, el guionista de origen en Burela y nación mexicana José Bolaños, el último amante de Marilyn. “Bolaños fue un alumno de Carlos Velo”, explica Navaza, “era de izquierdas, pero le gustaban los yanquis”. Exiliados republicanos, revolucionarios caribeños, gentes del cine, escritores, formaban el paisaje de México D.F. en el que se movía aquel hombre artísticamente ambicioso, hipnotizado por el neón de la Meca del cine, y que anhelaba retomar el proyecto cinematográfico sobre la Revolución Mexicana allí donde Einsenstein lo había dejado. Entonces, el 20 de febrero de 1962, llegó Marilyn Monroe en busca de muebles estilo colonial para su casa de Los Ángeles.

José Bolaños, con raíces en Burela, fue amante de la Monroe en México

“1962 fue un año clave, el año de la paranoia, de la crisis de los misiles, cuando muere Marilyn”, contextualiza Navaza, redactor histórico de El Correo Gallego. Fue también el de la huida de Marilyn, acosada por la crítica, por la prensa de variedades, por ese fantasma existencial que nunca la abandonó. Y en esa vorágine, con el FBI en los talones después de sus affaires con los Kennedy y sus relaciones con izquierdistas, tropezó con el gallego Bolaños. “Había incluso informes del FBI preguntándose quién era ese tal Bolaños”. No solo se lo preguntaba la policía federal estadounidense: los periodistas del corazón se escandalizaban porque la actriz se dejase ver en compañía de un guionista rojo, amigo de los rojos españoles.

La prensa se escandalizaba: ¿qué hacía la actriz con un guionista rojo?

En aquella travesía, Marilyn Monroe tropezó con algún que otro gallego más. Sobre todo con Carlos Velo. De la mano del cineasta de Cartelle y director de Galicia o Almadrabas, visitó a Luis Buñuel en pleno rodaje de El ángel exterminador. “Buñuel también había decidido no permanecer en Estados Unidos: el Comité de Actividades Antiamericanas ya estaba funcionando”, relata Navaza. Pero a Bolaños, pese a sus ideas progresistas, sí le gustaba América del Norte. Y allí se encontraría por segunda, y última, vez con Marilyn, a quien acompañó a recoger el Globo de Oro “a la actriz más querida del planeta”. La protagonista de Vidas Rebeldes (John Huston, 1961) murió en agosto de aquel crucial 1962. José Bolaños, en 1994, mucho tiempo después de haber abandonado su sueño de conquistar la fábrica de sueños.

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Esta historia inscrita en la historia le ha servido a Xavier Navaza para reunir en una crónica del siglo cine, política y exilio. “En realidad, El último amante de Marilyn es una secuela de Disparos”, considera. Ese libro, publicado en 1991, repasaba los fogonazos e intentos de teorizar y poner en práctica la lucha armada como extensión de la política de izquierdas en Galicia. Pero el nudo entre los dos volúmenes se encuentra, más que en lo narrado, en las fuentes orales. “Las primeras pistas sobre José Bolaños me las dieron Carlos Velo y Luís Soto, allá a comienzos de los ochenta”, dice. Otros hilos fueron apareciendo, firmados por Navaza, en revistas como la efímera Tempo Galego. Hasta que este 2012 le propuso a la editorial conmemorar cinco décadas de la muerte de Marilyn Monroe situándola en el corazón de una trama real y atravesada por emigrantes y exiliados gallegos. Entonces recordó los escuetos comentarios de Velo sobre Bolaños: “No hablaba mucho de él, pero lo calificaba de ‘seductor’. Había cierta reserva, lo miraba con el recelo del profesor al alumno”.

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