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Los guardianes de la montaña

El grupo especializado de la Guardia Civil realiza más de 20 rescates al año

Integrantes del Grupo de Rescate e Intervención en Montaña (Greim) de la Guardia Civil.
Integrantes del Grupo de Rescate e Intervención en Montaña (Greim) de la Guardia Civil. RAFAEL PENADÉS

Los guardianes de la montaña llevan uniforme. Se llaman Apolonio Delgado, Amador Pérez, Alex Milovic, Eloy Viúdez y Carlos Boyano, y forman parte del Grupo de Rescate e Intervención en Montaña (Greim) que la Guardia Civil tiene en Ontinyent, uno de los 26 repartidos por España. Su ubicación se eligió en 2001 por su proximidad a zonas de riesgo, su lugar habitual de trabajo, ya que su misión es el rescate de personas en la montaña, en cuevas, barrancos, en escaladas… E incluso actuar como policía judicial en zonas donde otras unidades de la Guardia Civil no puedan llegar.

Para mantenerse en forma, el grupo realiza prácticas semanales. Simula, por ejemplo, que una persona se ha quedado atrapada y gravemente herida en una pared del Barranc dels Tarongers de Ontinyent. Acuden al lugar cargados de material. Cada guardia reparte alrededor de su cintura cinco kilos de material (bloqueador para camillas, mosquetones, poleas…) y carga un arnés de socorro. El Greim también lleva material para realizar un rescate con medios mecánicos: una pértiga con un torno que utilizarán para llegar a la pared vertical sin que se rompan las cuerdas y, finalmente, poder rescatar a la persona herida con una camilla.

“Simulamos que en la mitad de la pared la persona accidentada tiene serias lesiones de espalda. Tenemos que bajar una camilla e inmovilizarlo antes de moverlo con delicadeza para que no se agraven las lesiones”, explica Apolonio Delgado, el jefe del grupo. Mientras preparan los anclajes, uno de ellos puede bajar con cuerdas y situarse al lado del accidentado para atenderle.

Este ejercicio práctico es similar a cientos de intervenciones reales del grupo, en las que se juegan la vida. A los integrantes del Greim les suena el teléfono cuando alguien desaparece, hay que localizar a una persona en un lugar recóndito o inaccesible y rescatarla. Ellos hacen posible lo imposible. El helicóptero les acerca “lo máximo posible” a la zona donde van a trabajar y ayuda a localizar al desaparecido y trasladarlo “más rápido al hospital”, explica Apolonio. “Podemos trasladarlo hasta donde pueda aterrizar el helicóptero o incluso evacuarlo sin necesidad de aterrizaje gracias a una grúa y llevarlo a cualquier hospital con helipuerto”.

Su lugar de trabajo son montes, cuevas, barrancos y paredes escarpadas

Pero en muchos casos solo cuentan con sus propias fuerzas, como cuando han tenido que trasladar a heridos a través de las sierras durante cientos de escarpados metros. Tienen conocimientos de primeros auxilios, son escaladores y amantes de la montaña y han pasado unas duras pruebas físicas y psicológicas, además de una preparación que les capacita para enfrentarse a la naturaleza.

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No es tan fácil como parece ser un miembro del Greim, y tampoco dejarlo. Apolonio, con 30 años en el grupo, no lo abandonará hasta que no pueda más. Y eso que esta profesión tiene malos momentos, “sobre todo cuando alguien desaparece en la montaña y se tarda mucho en rescatarlo”. El reloj es siempre su peor enemigo: “Sabes que después de tres o cuatro días la cosa se complica, pero tú sigues con la ilusión y muchas veces rescatas a alguien con vida cinco o seis días después…”.

El otro gran enemigo es la meteorología. “La lluvia, el viento, el que se haga de noche y nos impida trabajar… Porque la verticalidad, la distancia, la altura o profundidad, eso ya lo arreglamos nosotros”, matiza. Luego están también la decepción y tristeza, como en aquella ocasión en que buscaban “a una mujer y su hija que quisieron cruzar un barranco para ir de L’Olleria a Bellús y el agua se las llevó”, añade Amador, otro miembro del Greim. “Al final las encontramos, estaban muertas, las dos abrazadas: la madre protegió a su hija de unos 12 años hasta el último momento”, recuerda.

Entre sus últimas misiones está el auxilio a unos espeleólogos

Pero también están en su memoria buenos momentos y Amador recuerda aquellas “cuatro horas de conversación contando bromas a una psicóloga que se quedó atrapada en una pared, gravemente herida” hasta que lograron sacarla. O aquel rescate de unos monitores en Valdelinares: “Se fueron con un niño fuera de pistas y de noche. Se levantó ventisca y fuimos a rescatarlos. La cara de la madre del chiquillo…”, recuerda Apolonio sin acabar la frase.

El grupo realizaba hasta 30 intervenciones al año que han ido disminuyendo gracias a las campañas de prevención. Las zonas de acceso más difíciles, según su experiencia, son el peñón de Ifach, el Puig Campana, el Rincón de Ademuz, la Sierra de Orihuela, Buñol o Siete Aguas. El ámbito de actuación del Greim con base en Ontinyent abarca la Comunidad Valenciana, Murcia y Albacete, pero puede ser reclamado por otros grupos, al igual que hacen ellos cuando necesitan ayuda.

Entre sus últimas misiones está el rescate de unos espeleólogos en Castell de Castells a unos 20 metros de profundidad; el de unos montañeros en el Puig Campana en una pared de 800 metros o la recogida en una zona muy escarpada del cadáver de un cazador accidentado en Castellón.

Atesoran con cariño muchas anécdotas y esos pequeños gestos de personas rescatadas, como aquel buscador de setas que se perdió por San Esteve a causa de la niebla y que les llevó “unos pastelitos” para agradecer su ayuda. Pero sobre todo las vidas salvadas. Ahí están aquellos dos montañeros a los que buscaron durante toda una noche “y que se salvaron gracias a 20 minutos, tan solo 20 minutos”, remarca Apolonio, “porque sus heridas internas eran muy graves”. Los guardianes de la montaña llegaron a tiempo.

Preparados para el monte

P. DE LA F., Valencia

La prevención es básica en la montaña. El Greim lleva ya dos años dando charlas en centros excursionistas y escolares y ve una relación directa con el hecho de que la media anual de intervenciones haya bajado “de 30 a 20”, comenta el jefe del grupo. La prevención es la mejor amiga, porque “incluso los grandes expertos pueden cometer algún fallo, el accidente está siempre al acecho”, y tan importante es intentar evitarlo como estar preparado si llega el caso.

En general, al monte no debe irse solo. Incluso se recomienda un grupo de un mínimo de tres personas porque “si alguien se accidenta, muchas veces en ese lugar el móvil no tiene señal y alguien tiene que ir a buscar ayuda mientras otro hace compañía al que haya sufrido el percance”.

Evidentemente, llevar un móvil cargado es fundamental, y si es smartphone, mejor, ya que en caso de emergencia se puede activar el geolocalizador. El Greim también aconseja conocer bien la zona donde uno se va a mover, planificar con tiempo, no empezar muy tarde (la caída del sol es traicionera) e informarse del tiempo. El equipo adecuado es otra condición importante —“hemos visto gente que hacía barranquismo y compartía el casco. Eso es una barbaridad”— y no sobreestimarse: si se está cansado, quizás sea mejor dejarlo para otro día. En actividades en barrancos hay alguna medida más, como identificar las vías de escape. Pero el consejo más importante es sencillo: dejar dicho a dónde se va y qué plan se tiene.

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