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Jungla entre el asfalto

Madrid es una ciudad de gran biodiversidad en la que cohabitan animales de distintas especies La Casa Encendida organiza safaris urbanos para conocer de cerca estos animales

Ánade real captado en vuelo durante uno de los safaris urbanos por la Casa de Campo.Vídeo: Kike Para. ESCUELA DE PERIODISMO UAM EL PAÍS
Sergio C. Fanjul

Madrid, sabemos, está lleno de bichos. Pero, aparte del vecino malicioso, el carterista, el político corrupto, el taxista que te da rodeos o el policía excesivo, hay otros bichos, bichos no humanos infiltrados en el reino de hormigón y de cristal que creemos que es la ciudad. Vivimos en un ecosistema que compartimos con otras especies animales, solo hay que fijarse. “Es preciso levantar la vista del smartphone o de los escaparates”, dice el naturalista Luis Miguel Domínguez, “y más que mirar, hay que aprender a ver. En la tierra y en el cielo”.

La capital es una ciudad de una gran biodiversidad. Hay mirlos y grajillas, gorriones, murciélagos, insectos curiosos, salamanquesas y otro tipo de reptiles. Entre otras cosas, “en invierno, en Conde de Casal, hay un dormidero de lavanderas blancas, unos pájaros muy bonitos. Entran 5.000 en un árbol en solo diez minutos”, dice el naturalista, “o una mariposa sudafricana que nos trae locos, el taladro del geranio: llega a tu casa, deja una larva entre tus flores que las taladra y las destroza”.

Observación de aves durante el safari en la Casa de Campo.
Observación de aves durante el safari en la Casa de Campo.KIKE PARA

Los vertederos, con tan mala prensa, también tienen su lado bueno: han ayudado mucho a las gaviotas reidoras o a las cigüeñas blancas. “El hombre es un animal muy desorganizado”, explica el experto, “y la ciudad, lejos de estar hecha a nuestra medida, se nos ha ido de las manos. Estos animales saben aprovecharse de eso”. El río Manzanares, también, es un hervidero de fauna desde tiempos prehistóricos (los mastodontes campaban a sus anchas) y atrae especialmente a las aves migratorias.

Luis Miguel Domínguez, un hombre de verbo envolvente y vasta sabiduría natural, que tal vez conozcan por su amplia trayectoria en programas y documentales televisivos, lidera los safaris urbanos mensuales que organiza La Casa Encendida. El pasado miércoles se celebró uno que transcurrió por la Casa de Campo. Una veintena de ciudadanos, jóvenes y ancianos, profanos o aficionados pertrechados con prismáticos y guías de aves, se reunieron para adentrarse en ese territorio casi salvaje adyacente a la urbe.

— ¿Y qué vamos a ver hoy?

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— No tengo ni la más remota idea —dice Domínguez—. Podemos ver mucho o puede que no veamos nada. Pero en la Casa de Campo siempre están ocurriendo cosas. Y esto es un safari.

Participantes en el recorrido por la Casa de Campo.
Participantes en el recorrido por la Casa de Campo.KIKE PARA

Así que, cual Charles Darwin surcando el planeta a bordo de Beagle, nos adentramos, con los ojos bien abiertos, en la extraña naturaleza.

Visitas de un día por 25 euros

La Casa Encendida organiza safaris urbanos mensuales en los que
el naturalista Luis Miguel Domínguez nos muestra las especies animales que son nuestras vecinas. Zorros, liebres, grajillas, ánades, cotorras, gaviotas, cangrejos, tortugas o el hermoso martín pescador puede ser vistas en estos paseos. Las próximas ediciones transcurrirán por las Hoces del río Dulce (el 17 de mayo) y el Parque Nacional de Guadarrama (el 7 de junio), donde, si tienen un buen día, nos esperan el buitre leonado, el corzo, el jabalí, el águila perdiguera o el halcón peregrino. Estas visitas de día completo costarán 25 euros. En septiembre se retomarán los safaris gratuitos por los aledaños de la ciudad. Más información en www.lacasaencendida.es

Pero esto es llegar y besar el santo: nada más entrar, aparecen los primeros especímenes. Dos cotorras argentinas de pecho gris que, al lado de una encina, disfrutan de la soleada mañana. “Es una especie invasora que ha llegado por culpa nuestra, de cuando en El Rastro se compraban cotorras por cuatro duros”, dice Domínguez. “En estos momentos forma parte de nuestra ornitofauna y ya está en muchos tratados por derecho propio”. Esos animales se comen brotes de los árboles, polluelos, insectos y no tienen depredador natural, pero son un problema controlable.

Un poco más adelante nos topamos con un diente de león. Nuestro guía nos hace fijarnos en la alta tecnología que utiliza la naturaleza para esparcir sus semillas. Esto es pura biotecnología. “La NASA y los científicos se fijan mucho en la naturaleza”, explica. “Por ejemplo, los guantes de los astronautas, que utilizan para coger sus instrumentos, están inspirado en la palma de la pata de la salamanquesa, en donde crean un campo electromagnético que le permite escalar paredes verticales”. Luego, todos soplamos a una los vilanos del diente de león. Solo uno queda en su sitio: no se cumplirá el deseo.

Alguien avista en la lejanía una farola muy alta con algo raro encima. Prismático mediante resolvemos que es un nido de cigüeñas. “La obra de Madrid Río está muy bien, porque es devolver el Manzanares a los madrileños”, apostilla Domínguez, “pero está pensada como un parque para los humanos y no para los animales. Este es el resultado: las cigüeñas no pueden anidar. Yo lo hubiera recuperado de la misma manera en la que Goya lo pintaba en sus cuadros, como un bosque galería donde pudieran vivir los animales y uno pudiera ir con su mantel y su tortilla”.

Ojo, que también hay biodiversidad humana en la Casa de Campo: equipados ciclistas a toda velocidad, jubilados paseantes, esforzados corredores y hasta una joven de aspecto punk, con cresta amarilla, piercings y tatuajes, que abraza a un árbol con a saber qué objetivos telúricos y energéticos. Dentro del agujero de un álamo que parece muerto, pero que no lo está y que está a punto de florecer, encontramos el escondite de un zorro. Huele fuerte: debió pasar la noche aquí. Media cáscara de huevo de paloma torcaz aparece perfectamente quebrada, como en los dibujos animados. Y nos enteramos de que todas las aves nacen con una protuberancia llamada diamante en el pico que les sirve de abrelatas para salir del huevo. Luego la pierden. Otro ejemplo de biotecnología de vanguardia.

Y al llegar al puente de la Culebra, sobre el arroyo Meaques, de barandillas onduladas que diseñó Sabatini para que los carros de la plebe no se colasen en el coto real que era este campo, vemos al rey de la fiesta: el martín pescador. “Tenemos suerte, es muy difícil de ver”, dice el naturalista. “Yo lo filmé hace diez años en este mismo sitio”. Con su vientre naranja y sus alas azules, muy elegante, espera al borde del río para sumergirse a por sus presas subacuáticas. Por allí nadan también ánades reales y pollas de agua. Vemos muchas más cosas en nuestro recorrido, pero el paseo, de unas dos horas, llega ya a su fin.

“La biodiversidad de Madrid destaca la ciudad frente a otros lugares”, explica Domínguez. “El Ayuntamiento tiene que asumir esto y mostrarlo al ciudadano como un valor más de la ciudad. Será un problema en la medida en la que lo niegue”. La Casa de Campo, más que un parque un bosque mediterráneo en toda regla, con todo su valor ecológico, es aún una gran desconocida para el madrileño, que, según el naturalista, “vive de espaldas a ella”.

Las próximas aventuras transcurrirán un poco más lejos. Serán visitas de todo un día a las Hoces del río Dulce y al Parque Nacional de Guadarrama, rincones donde el legendario Félix Rodríguez de la Fuente rodó algunos programas de El hombre y la tierra. Allí viven el buitre leonado, los corzos, el águila perdicera, el halcón peregrino, los jabalíes… Todo depende que tengan un buen día y se dejen ver por los urbanitas.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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