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¿Pudieron más los papas que el Dios brasileño?

Los pontífices fueron más poderosos que una divinidad a la que tal vez no le gusta el fútbol

Juan Arias
Francisco y Benedicto, en marzo de 2013.
Francisco y Benedicto, en marzo de 2013.REUTERS-LIVE

Una viñeta humorística presentaba ayer al papa argentino Bergoglio y al papa emérito alemán, Ratzinger, arrodillados juntos. El papa alemán dimisionario le decía al papa Francisco tras la goleada de Alemania a Brasil: “Yo ya he hecho mi trabajo, ahora te toca a ti”.

En el duelo entre Holanda y Argentina había en el estadio aficionados argentinos vestidos de Francisco. Y hoy dirán que fue su papa quién paró los dos penaltis holandeses.

Pero ¿Dios no es brasileño, como se dijo siempre? ¿Podían los papas argentino y alemán ser más poderosos que él en el fútbol?

Aún sabiendo que Dios es más que el papa, la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, se pasó por Roma antes del Mundial y tras besar la mano del papa Francisco, intentó convencerle para que viniera a Brasil a asistir a la Copa. “Es que soy argentino”, se escabulló, diplomático y elegante, el bueno y a la vez astuto papa jesuita.

Se olvidó Dilma, sin embargo, de que a dos pasos de allí reza y medita en silencio y sin focos un papa alemán, tan poderoso que consiguió condenar a más de 500 seguidores de la Teología Liberación cuando era cardenal, entre ellos al famoso teólogo brasileño Leonardo Boff.

Debió existir en las altas esferas brasileñas el temor de que el papa argentino, de carne y hueso, pudiera llegar a ser en este paradójico juego del balón más concreto y eficaz que el Dios invisible e impalpable de los cielos, del que además no se sabe a ciencia cierta si le gusta el fútbol.

Así, un alto prelado brasileño llegó a pedirle días atrás en el Vaticano al papa Francisco que, por favor, “no rezara” para que ganara Argentina. El prelado brasileño se olvidó también de hacer petición al emérito papa alemán.

Brasil no dejó de poner en movimiento toda su inmensa y plural religiosidad a favor de una victoria. Como contaron varios reporteros, todos los santos y vírgenes más amados y conocidos fueron movilizados en las familias y hasta en el mundo de la política. Hasta los más agnósticos desempolvaron a los santos ya olvidados de sus años de catecismo, tanto los cristianos como los de los ritos africanos. Todos esos santos, vírgenes y patronos, fueron colmados de agasajos, promesas y preces.

Hasta el seleccionador, Felipe Scolari, confesó que había entrado a rezar a una Iglesia que no pisaba desde hacía meses. Una victoria bien valía el arrodillarse ante una Virgen.

Scolari confesó que había entrado a rezar a una Iglesia que no pisaba desde hacía meses

Scolari trasladó aquella devoción hasta Teresopolis, cuartel general de adiestramiento de la selección. Allí, ante un altar dedicado a Nuestra Señora, los jugadores se hacían la señal de la cruz y tocaban con devoción a la estatua antes de ir a jugar.

Los brasileños no llegaron ni tuvieron tiempo de idolatrar a su héroe Neymar como lo hicieron un día los napolitanos, en Italia, cuando Maradona consiguió que el equipo de aquella ciudad, del sur pobre del país, ganara el campeonato nacional a la rica Milan.

En calles y plazas fueron improvisadas capillas religiosas con la imagen de Dieguito, iluminadas por velas, ante las que exponían confiados sus cuitas y peticiones al improvisado santo argentino.

A Brasil, sin papa, le quedaba sólo la esperanza de que Dios se acordase que él era “brasileño”, como diciendo: “Bueno, los papas argentino y alemán, bien, pero son sólo papas y él es el Altísimo”.

Al Dios brasileño debió pescarle sin embargo de vacaciones la tarde fatídica en la que un papa alemán dimisionario, fue capaz de hacer un milagro que quizás hasta le sirva un día para que pueda ser beatificado. Y este miércoles le tocó hacer el milagro al papa argentino.

Dos papas rezando por sus equipos dejaron a Brasil en la cuneta. Ambos hicieron el milagro, pero, ironía del destino, el dimisionario alemán fue más eficaz en la victoria que el papa en funciones, Francisco: 7 a 1 para Ratzinger.

El papa argentino debería tener de ojo al expapa alemán, por si las moscas, pues parece que sigue activo en sus rezos. Y seguro que, a pesar de todo, a Dios le encanta seguir siendo brasileño y a los brasileños que lo sea. Además los papas pasan y Dios es eterno.

Ojalá que en la próxima Copa a Brasil no le coja otra vez con su Dios de vacaciones. Y mejor que no le pregunten por qué dejó que fracasara tan estrepitosamente la Copa de las Copas. Las respuestas de Dios a veces son comprometedoras.

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