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La muerte de Pablo VI

Quince años a la cabeza de la Iglesia

«Quién sabe si yo, viejo ya como estoy, podré celebrar otra vez con vosotros esta fecha.» Todavía no hace un año -el 15 de agosto, de 1977- Pablo VI pronunciaba estas palabras ante 2.000 personas que asistían a la celebración de la fiesta de la Asunción en el Vaticano. «Veo aproximarse la suerte del más allá y por eso quiero aprovechar esta ocasión para saludaros.» Pablo VI, «el Papa más criticado y despreciado desde Pío IX», según opinión reciente del obispo de Munich, monseñor Ratzinger, parecía referirse con clarividencia a la suerte de su próximo futuro. No ha podido celebrar, aunque por escasos días, la misma fecha.Pablo VI pudo haber dimitido de su cargo en 1972, cuando cumplió 75 años, pero él que había pedido a los obispos que presentaran su dimisión al cumplir esta edad y que había privado a los cardenales mayores de ochenta años del derecho a elegir Papa -«esta fundamental elección no debe estar en manos de los ancianos», había afirmado- prefirió no aceptarse su propia dimisión. Algunos sectores de la Iglesia argumentaron a raíz de este hecho: «Si a los ochenta años no se es capaz de elegir Papa, se es menos capaz aún de serlo.» Así, estos grupos señalaban una de las últimas contradicciones y tensiones a las que estuvo sometido durante todo su difícil pontificado. Pero a pesar de ser agredido por sus adversarios de dentro y de fuera de la Iglesia, de izquierdas y de derechas, a pesar de la burocratización de la misma, perturbado por el progreso del materialismo en el mundo y exasperado por el desorden y el terrorismo, Pablo VI se reafirmó hasta los últimos momentos en el junio que de él había emitido Pío XII: «Sé que nada puede intimidarle.»

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Juan Bautista Montini, elegido Papa, con el nombre de Pablo VI, en el cónclave del 21 de junio de 1963 como sucesor de Juan XXIII, nació en Concessio (Brescia-ltalia) el 26 de septiembre de 1897 en el seno de una familia relacionada estrechamente con la política, el periodismo, y la militancia católica. Su padre, Giorgio Montini, abogado, periodista_y diputado del Partido Popular.

Una vez ordenado sacerdote, el 29 de mayo de 1920, después de haber estudiado con los jesuitas en el seminario de Brescia, se doctoró en Roma en Teología y Derecho Canónico. En 1921 entró en la carrera diplomática eclesiástica y, dos años más tarde fue enviado como agregado a la nunciatura apostólica de Varsovia, donde, por motivos de salud, no pudo permanecer durante mucho tiempo.

De vuelta a Roma fue nombrado oficial de la Secretaría de Estado y más tarde, en 1937, sustituto de la Secretaría de Estado para Asuntos Ordinarios, en la que permaneció hasta 1955, año en el que el papa Pacelli le nombró arzobispo de Milán. Durante estos treinta años de diplomacia vaticana Montini vivió los difíciles momentos, de la segunda guerra mundial. Su estrecha colaboración con el papa Pío XII provocó interpretaciones en el sentido de encontrarse dentro de la calificada «política de ambigüedades» de Pío XII en relación con el nazismo, Lo cierto es que Juan Bautista Montini. ya entonces persona de aspecto humilde y reservado, hizo una larga carrera a la sombra de Pío XII, quien el 1 de noviembre de 1954 le nombró arzobispo de Milán.

En nueve años y medio al frente de la diócesis consiguió una reputación de obispo liberal y progresista. Parte de esta imagen la creó, por lo menos cara a España, su petición de indulto para el comunista español Julián Grimau, condenado a muerte y ejecutado por el régimen del general Franco en 1963.

Un Papa continuista

El viernes 21 de junio de 1963, tras la muerte de Juan XXIII y en Pleno Concilio Vaticano II, el cardenal Montini era elegido Papa después de dos días de cónclave. Tomaba el nombre de Pablo VI. Después de un Papa calificado como de transición, los cardenales habían designado la persona que creían más idónea para dirigir y fijar los trabajos de un Concilio que estaba suponiendo el examen de conciencia colectivo más ¡mportante de toda la existencia de la Iglesia. Pablo VI asumió esta tarea con un coraje heroico. Poco antes había presentido la tormenta que se avecinaba y lo habla expresado en el momento de la muerte de Juan XXIII: «Hay que estar loco para aspirar al papado.»

Ya en el papado, rápidamente clarificó su línea de conducta: continuaría las tareas del Concilio y velaría por su aplicación. A partir de entonces toda su vida, doctrina, discursos, viajes y otras acciones se inspirarían en esta preocupación. Efectivamente, el 29 de septiembre del mismo año se abría la segunda sesión del Concilio y en los dos años siguientes se sucedían las sesiones tercera y cuarta. Pablo VI asumió desde entonces una tendencia conciliadora que permitió la coordinación de las diferentes facciones ideológicas de la Iglesia. Su acción conciliar se dirigió a tres grandes objetivos: la renovación interna de la Iglesia (aspectos teológicos y organizativos), adaptación de la Iglesia al mundo moderno y acercamiento ecuménico a las otras comunidades cristianas y religiosas.

Una importante línea de su pontificado, la que algunos han llamado «ofensiva doctrinal» y que se ha materializado tanto en los documentos del Concilio que llevaban su firma como en las encíclicas, declaraciones y discursos no ha seguido un camino «de ofensiva personal» dado que el Concilio ya había puntualizado sobre una serie de temas teológicos de gran envergadura que se consideraban pilares fundamentales de la Iglesia.

La primera encíclica que publica Pablo VI es la Ecelesiam suam (6 de agosto de 1964). Le siguen Mense Maio (3 de septiembre de 1965), Populorum Progressio (26 de agosto de 1967) y Evangelii Nuntiandi (8 de diciembre de 1977). La encíclica Humanae Vitae. sobre el deber de transmitir la vida (25 de julio de 1968), junto con la Mysterium Fidei (3 de septiembre de 1965) y Sacerdotalis Coelibatus (24 de junio de 1967), sobre el celibato de los sacerdotes, marcan la crisis del magisterio. ya que han cuestionado este género magisterial.

Pero, sobre todo, Pablo VI que dará como el Papa de las reformas internas de la jerarquía eclesiástica, sobre todo por la creación del Sínodo de los Obispos, al que convocó en cinco ocasiones, la reforma de la curia mediante el reajuste de sus cuadros administrativos y la internaciorialización de los mecanismos de gobierno de la Iglesia.

En los últimos diez años, Pablo VI renovó el Sacro Colegio Cardenalicio y el Cuerpo Episcopal (dimisión a los 75 años). Según la normativa impuesta por Pablo VI, los cardenales que asistirán al cónclave no pasarán de 120 y habrán de tener, para poder votar, menos de 80 años.

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