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Reportaje:

La profecía de Malaquías y el terror del milenio

La corta vida papal de Juan Pablo I, al que la profecía había señalado como De medietate lunae -de la media luna-, y el inminente final de la lista de 111 papas, atribuida al santo irlandés Malaquías, ha traído a la actualidad la profecía de los papas.Según este texto quedan, depende de las lecturas, dos o tres Papas más, antes del fin de los tiempos, o al menos, antes del fin del papado. De Labore Solis y De Gloriae Olivae, que, según algunos lectores de esos pocos folios aparentemente proféticos, sería Petrus, el segundo Pedro que, como el primero, sufriría persecución y esta vez antecederá a la segunda llegada del Mesías, aquella en la que -según esta profecía- someterá a juicio a la humanidad en medio de la ciudad de las siete colinas destruida.

Los cierto es que el final de los papas, calculado estadísticamente en esa media de ocho a diez años de papado, coincide con la llegada del año 2000 de la era Cristiana. Una fecha perfectamente calculada en la época en que el texto fue públicado, a finales del siglo XVI, y guiada por la fascinación renacentista por los números y los embiem as.

La que los historiadores llaman profecía del seudo Malaquías fue publicada en Venecia. en 1595, por el monje benedictino Arnold Wion, y, al parecer, con el destino de inclinar los ánimos hacia un determinado candidato al papado. Comienza la lista de papas -en número de 111, que leídos como haría la cábala, suman tres, un número lleno de prestigio mágico- a partir de Celestino II (1143). Y esa primera mitad de la lista, la que para el momento de su publicación ya habría ocurrido incontestablemente, está cargada, según Henry Fesquet, el importante observador religioso del diario Le Monde, de los mismos errores heráldicos y las mismas listas de antipapas que las noticias publicadas en 1557 por Onofrio Sanvino. Por otra parte, el siglo XVI y el Renacimiento en general fueron pródigos en la producción de profecías, y, para cuando esta serie de emblemas latinos aparece, esa suerte de literatura críptica, inspirada en gran parte en la cábala, está a la orden del día.

La lengua en la que están escritos esos apenas seis folios proféticos es un latín rudimentario, que, si era impropio de un benedictino, también lo habría de ser del santo y sabio irlandés a quien se atribuye. San Malaquías, obispo de Armagh (Irlanda), vivió en el siglo XI, muy cerca de San Bernardo, en cuyos brazos murió y gracias al cual trascendió su nombre y su biografía. Fue San Malaquías el introductor de la reforma gregoriana en Irlanda, esto es, de la afirmación de independencia de la Iglesia a la hora de elegir sus propios pastores, al margen de la voluntad expresa -al menos en el ceremonial- de la nobleza y de los reyes. Hay que recordar que estamos en pleno siglo XI, que fue marcado por la llamada Guerra de las Investiduras, época en que comienzan a darse a los cardenales en exclusiva el derecho a la elección del Papa y se recorta el poder espiritual de los nobles y reyes. Gregorio VII fue, primero desde el consejo a los papas anteriores y luego desde su propio mandato, una de las figuras cumbre de esta reforma. Y Malaquías, nombre cristiano abreviado del gaélico Maol Maodhog Ua Morgair, que había aprendido en Roma, cuando el latín era lengua eclesial y del Imperio, al calor de las discusiones sobre la simonía y del duro juego del poder, la teoría de la reforma eclesial, fue canonizado muy pocos años antes de que aparecieran sus profecías. Él, curiosamente, había muerto en 1143, año en el que comienza la lista de papas que se le atribuye, y pocos años más tarde de que comenzara el sistema de elección papal que ha llegado hasta nosotros.

Hay que decir que la rnayor parte de los historiadores consideran apócrifas las mencionadas profecías, que parece que fueron escritas por un secretario de cierto cardenal en oficio de relaciones públicas de su señor. Pero lo cierto es también que están calculadas sin ingenuidad para concluir con el milenio, con el terror milenario que Occidente -el Occidente que cuenta sus días con el calendario cristiano- sufrió ya una vez, poco antes de empezar la lista profética, y que ya se está anunciando, a la hora del segundo, entre sectas catastrofistas, los llamados milenaristas.

A la espera del final milenario, se han fundado religiones que se preparan para la segunda llegada del Mesías, y en Estados Unidos, donde parece no llegar el escepticismo de la vieja Europa, mucho más prudente en estas cosas, diversos grupos milenaristas buscan en los profetas la fecha exacta del final de los tiempos, mientras organizan sus grupos de santos. Se tienen en cuenta las fechas, los cambios del calendario a veces, y los horóscopos, y, según algunas de estas profecías -o lecturas de profecías- el Armagedon, la lucha última entre el bien y el mal, debería haber llegado ya... Es el poder de las cifras, el carácter armónico de los números y de las grandes palabras, y por fin, la conciencia del carácter irrecusable, líneal y finito del tiempo y de las cosas.

Pero, para enfriar el miedo, convendría recordar que no para todo el mundo estamos en puertas del año dos mil. Por ejemplo, el próximo día 2 de diciembre comenzará el año 1399 de los musulmanes, y mañana mismo, día 2 de octubre, el 5.739 de la Era de la Creación del Mundo, del calendario judío.

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