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El férreo control policial impide que se escuchen emisoras extranjeras

Los norcoreanos viven sumidos en un total aislamiento informativo

Los norcoreanos no son como los alemanes del Este. No pueden escuchar ni ver las emisoras de Corea del Sur por muy cerca que vivan de la línea de demarcación. Los aparatos de radio y los televisores que les venden tienen las frecuencias bloqueadas y sólo permiten captar las tres emisoras oficiales. El férreo control policial y la ignorancia de la población de lo que sucede más allá de sus fronteras son las claves de la estabilidad del régimen comunista de Kim Jong Il, en opinión de residentes extranjeros en Pyongyang, la capital.

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Hasta hace poco los dueños de las radios debían acudir periódicamente a la comisaría para demostrar que no habían manipulado su aparato. Ahora ya está dejando de ser necesario. Casi solo se venden receptores de frecuencia modulada, una onda de escaso alcance geográfico que no permite captar emisoras extranjeras.La información tampoco circula mucho de boca a boca más allá de los límites de una comarca. Viajar fuera del pueblo, de la comarca o de la provincia para visitar, por ejemplo, a unos familiares, requiere una autorización escrita que no siempre se obtiene si no se alegan motivos válidos.

Desplazarse por Corea del Norte es como trasladarse a la Edad Media. A la salida de las ciudades, en los cruces de las carreteras, el Ejército tiene instaurados controles en los que los viajeros no pagan aranceles, pero deben mostrar su permiso de circulación. Las autoridades no se libran del trámite.

Paek Mun Song, el jefe del Comité de Reconstrucción de los Daños de las Inundaciones para la zona de Haeju, y el séquito que le acompañaba quedamos bloqueados un rato el 12 de septiembre a la entrada de la comarca de Bongchon, al sur del país. El suboficial al frente del control no se dejó impresionar ni por el cargo del viajero ni por las estrellas azules de la bandera comunitaria de los vehículos. Se tomó su tiempo para hacer llamadas telefónicas y confirmar que la comitiva podía pasar.

"¿Se requieren estos permisos en sus países?", preguntó sorprendido un funcionario norcoreano a los viajeros europeos que se impacientaban. "Aquí es necesario porque de lo contrario todo el mundo intentaría instalarse en Pyongyang. En la capital-escaparate la penuria es algo menor.

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La prensa es además pura propaganda. A principios de mes, con motivo de la elección de Kim Jong Il como presidente del Consejo de Defensa Nacional, un órgano ahora con más poder que el Gobierno, publicó numerosísimas felicitaciones de trabajadores comprometiéndose a celebrar el acontecimiento reforzando su capacidad de producción. Corea del Norte lleva al menos ocho años en recesión.

Antes, el órgano del Partido de los Trabajadores había recogido en sus páginas fenómenos sobrenaturales que anticipaban el nombramiento: árboles frutales florecieron a finales del verano, asombrosas puestas de sol iluminaron la montaña sagrada de Pektu y los pescadores capturaron peces albinos. "Es probable", ironizó un diplomático extranjero, "que los hambrientos norcoreanos hubiesen preferido el anuncio de una cosecha milagrosa".

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