_
_
_
_
_

Los buzos noruegos detectan bolsas de aire en el 'Kursk' y se preparan para abrirlo

Las imágenes de vídeo grabadas por una cámara submarina robotizada, que forma parte del complejo equipo transportado por los noruegos a la zona, muestran, según fuentes rusas, graves daños en la escotilla. Desde Oslo, sin embargo, el portavoz militar Kjell Grandhager, tras admitir que no existe coordinación informativa con los rusos, aseguraba con lógica aplastante que, si hay alguien que esté en condiciones de saber cómo están las cosas en el Kursk es quien lo ha visto con sus propios ojos es decir, los buzos noruegos.

Más información
Un soplo de esperanza para los marinos del 'Kursk'
Preguntas clave sobre la tragedia
Los familiares ya sólo confían en un milagro para recuperar vivos a sus marinos
El tiempo perdido por la burocracia

Las imágenes de vídeo grabadas por una cámara submarina robotizada, que forma parte del complejo equipo transportado por los noruegos a la zona, muestran, según fuentes rusas, graves daños en la escotilla. Desde Oslo, sin embargo, el portavoz militar Kjell Grandhager, tras admitir que no existe coordinación informativa con los rusos, aseguraba con lógica aplastante que, si hay alguien que esté en condiciones de saber cómo están las cosas en el Kursk es quien lo ha visto con sus propios ojos es decir, los buzos noruegos. Y éstos sostienen que es difícil, pero no imposible, que se pueda abrir la escotilla. Si no se consiguiese de forma manual, habría que recurrir a una grúa o algún otro dispositivo especial. Se habla, por ejemplo, sin dar detalles, de una especie de globo metálico.

Dos de los 12 buzos noruegos fueron trasladados anoche a una base cercana donde se encuentra un submarino similar al Kursk para ensayar en él la apertura de la escotilla. Aunque ayer lograron quitar el cerrojo, no se abrió. Los 12 buzos noruegos actúan en cuatro equipos de tres que se turnan cada seis horas.

Si tiene éxito la primera fase de la operación rescate, habría que comprobar si, como dicen los rusos, hay un cuerpo, presumiblemente sin vida, en la cámara a la que da acceso la escotilla, utilizada para acondicionar la presión y preparar las salidas a la superficie. Luego, se tendría que ir pasando, de compartimento en compartimento, verificando si están o no inundados, si hay o no en ellos cámaras de aire, de qué calidad es éste y, por supuesto, si contra la inmensa mayoría de los pronósticos, aún hay alguien con vida.

Iliá Klebánov, el viceprimer ministro que encabeza la comisión gubernamental rusa, insistió ayer en que la escotilla sufrió graves daños y en que eso invalida la capacidad del sumergible enviado por Londres. Las esperanzas, señaló, están despositadas fundamentalmente en los buzos noruegos.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

La operación rescate no parece ni mucho menos cuestión de horas, pero cada una que pasa convierte la esperanza de que haya algún superviviente en algo próximo a la utopía y no hace sino acercar el funeral masivo.

El presidente Vladímir Putin rompió ayer su silencio con una dramática y televisada información en la que aseguró: "Seguimos la tragedia con dolor de corazón y lágrimas en los ojos". Añadió que los marinos están haciendo todo lo que pueden para salvar a sus compañeros pero que, "por desgracia", los acontecimientos imponen su dictado. El líder del Kremlin prometió que se seguirá luchando hasta el último minuto para salvar vidas. Tal vez no quede ya ninguna por salvar. Los buzos noruegos no obtuvieron respuesta a los golpes que efectuaron en el casco de Kursk, parte también del proceso para determinar qué compartimentos se encuentran inundados (los rusos estiman que son seis, de nueve), y si quedan cámaras de aire. Según los buzos noruegos, hay bolsas de aire en dos de esas secciones. Resulta paradójico que, pese al secretismo que carectiza al mando militar y político ruso cuando hay armas por medio, y mucho más cuando se trata de la flota nuclear, que haya tenido que recurrir a la ayuda de dos países de la OTAN.La Alianza Atlántica simboliza todavía, pese al fin de la guerra fría, el principal enemigo de la segunda superpotencia atómica mundial. Precisamente, el Kursk navegó el pasado otoño por el Mediterráneo en una misión con la que se pretendía demostrar que Rusia no ha renunciado a mantener una presencia naval en esas aguas y que valió a su capitán la máxima condecoración de su país. Iliá Klebánov esgrimió ayer de nuevo el espantajo del enemigo externo al señalar desde el crucero Pedro el Grande, base flotante de las operaciones de rescate, que la principal hipótesis para explicar el accidente consiste en que el Kursk chocó bajo el agua con "un poderoso objeto de 8.000 toneladas". Por si quedaba alguna duda, señaló que en el momento de producirse el accidente, navegaban por esas aguas tres submarinos extranjeros, cuya nacionalidad no especificó. En los últimos días algunos periódicos rusos han apuntado a que pudo tratarse de un sumergible norteamericano, aunque Washington lo ha desmentido y no hay ningún indicio que avale esa hipótesis que llegue desde Occidente.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_