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Sangre y humo en las calles de Génova

Miles de manifestantes se vieron atrapados en los choques entre la policía y los anarquistas violentos

Pablo Ximénez de Sandoval

"Te sientes tan impotente, estoy tan asustada...". Es todo lo que Nadia, una chica de Andorra, acertaba a decir en pleno ataque de nervios, con lágrimas en los ojos, al volver de una de las manifestaciones de la tarde. Nadia estaba en la manifestación más festiva de la jornada, la llamada "marcha rosa", que pretendía situarse entre los pacifistas y la desobediencia civil de los monos blancos.

Estábamos de fiesta, con disfraces, sentados en una plaza delante de la valla y de repente apareció un grupo negro [anarquistas violentos] con la policía detrás, y cargaron contra todos nosotros. Tiraron botes de humo, gases lacrimógenes, y pegaron incluso a la gente normal que salía de su casa. A los que conseguimos escapar nos amenazaban con gestos como diciendo 'luego te pillo".

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La tragedia antiglobalización se apoderó ayer de Génova. Poco después de las seis de la tarde, tras horas de enfrentamientos de enorme brutalidad, era una ciudad convertida en una nube de humo y gases lacrimógenos. Entre los grupos de españoles se confirmó en pocas horas que había tres detenidos de la misma nacionalidad. Y la estrategia de los "grupos de afinidad" funcionó en medio del caos para saber que A.S.G., de 30 años, y A.L.G., de 29, ambos de Zaragoza, habían sido detenidos en una de las manifestaciones más pacíficas de la tarde. Su amigo David Morel iba detrás de ellos atravesando la Plaza Marini "cuando apareció un grupo de anarquistas violentos con la policía detrás. Inmediatamente hubo una carga. En un momento más tranquilo pasamos al lado de la policía para salir de allí, y sin mediar palabra cogieron a A., lo tiraron al suelo, y lo esposaron. Entonces L. se acercó a ver qué pasaba y lo cogieron a él también". Anoche los dos chicos seguían en la comisaría central de policía de Génova.

[QQ] La gran preocupación de los manifestantes era saber dónde aparecerían los grupos de anarquistas violentos, a los que la organización quería evitar a toda costa porque eran la excusa perfecta para que todas las fuerzas de seguridad concentradas en Génova emplearan al máximo el material acumulado para la cumbre. La incertidumbre tuvo respuesta desde primera hora: aparecieron por todas partes.

Incluso la marcha más importante, la de desobediencia civil, que partía del Estadio Carlini con unas 7.000 personas dispuestas a atravesar el muro de la Zona Roja, sufrió un choque con los grupos violentos que la dejó descabezada a mitad de recorrido y partida por la mitad. Entre dos calles demasiado estrechas como para reaccionar, una mínima acción violenta provocó una batalla campal mostruosa. En esa manifestación fue detenido el joven madrileño P.A., que a pesar de las protecciones que llevaba como mono blanco, fue conducido a comisaría con un brazo roto y contusiones en la cabeza. Dos horas después, entre unos y otros, habían arrasado buena parte de la Zona Amarilla y habían dejado atrás al joven romano muerto, cuya fotografía se convirtió anoche en todo un símbolo. Las asambleas de manifestantes prepararon homenajes al fallecido hasta bien entrada la madrugada, con velas y flores, en el lugar de la tragedia.

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Pequeños grupos de manifestantes, englobados en lo que se ha llamado bloque negro, practicaron la guerrilla urbana en distintos puntos de la ciudad. Grupos de policías se hacían fotos posando como equipos de fútbol, antes de cargar contra todo lo que se moviera por Génova. La ciudad quedó convertida en un mar de piedras, cascotes y basura.

'Un agujero en la frente'

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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