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La izquierda pasa del recelo al apoyo a Estados Unidos

A diferencia de conflictos anteriores como el de los Balcanes, los progresistas europeos se han alineado con Washington contra el terrorismo

BerlínParísRomaLondresMadridBerlín / París / Roma / Londres / Madrid -

ALEMANIA El camino de Los Verdes hacia el pragmatismo

Pese a considerables resistencias internas, tanto el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) como su socio en el Gobierno, Los Verdes, durante los últimos meses han refrendado las operaciones militares en Afganistán y la participación militar de Alemania en la alianza antiterrorista. Este cierre de filas, que en el Parlamento tuvo que ser forzado con una moción de confianza elevada por el mismo Gobierno, deja, sin embargo, un flanco abierto: las posturas pacifistas ahora corren por cuenta casi exclusiva de los ex comunistas del Partido del Socialismo Democrático (PDS).

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Tema:: Opiniones sobre el conflicto

El rechazo a la guerra por parte de esta formación, heredera del régimen de la antigua República Democrática Alemana (RDA), de hecho, ha dado ya frutos electorales: en los recientes comicios regionales de Berlín, el PDS obtuvo un fortísimo 22,6% de los votos y, por vez primera, incluso pudo alcanzar un 7% en el oeste de la capital, donde la gente es reacia a dar una segunda oportunidad a quienes sólo a medias se han disculpado por la construcción del muro de Berlín.

El antimilitarismo de los ex comunistas casa bien con el hecho de que, según los sondeos, los alemanes del Este son mucho más escépticos sobre el sentido de combatir al terrorismo con medios militares que sus compatriotas de la antigua República Federal. 'La gente en la RDA tiene una experiencia: detrás de acciones militares se ocultan siempre intereses de poder. Por ello es escéptica frente a este llamamiento a la guerra', sostiene el líder del PDS, Gregor Gysi.

Tanto el SPD como Los Verdes reaccionan con inusitada virulencia a estas posturas pacifistas. 'Si estuviesen en el Gobierno, actuarían igual que nosotros', espeta un enfurecido secretario general socialdemócrata, Franz Müntefering. '¿Pero quién está hablando de pacifismo? ¡Son los mismos que apoyaron las invasiones soviéticas de Checoslovaquia y Afganistán!', se indigna también Joschka Fischer, el ministro verde de Asuntos Exteriores.

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FRANCIA La pervivencia del antiamericanismo

La izquierda francesa no teme a la guerra. Indochina y Argelia constituyen pruebas ya antiguas de que algunas de sus figuras se embarcaron en operaciones militares y de que no hicieron ascos al uso de cualquier método para conseguir sus fines. Más recientemente, otros Gobiernos de izquierda han implicado a Francia tanto en la guerra del Golfo como en la antigua Yugoslavia, aun al precio de alguna disidencia en sus filas como la dimisión de Jean-Pierre Chevènement de la cartera de Defensa por su desacuerdo con el conflicto del Golfo.

Lo que sobrevive es un cierto antiamericanismo en medios intelectuales vinculados a la izquierda, alimentado por la sensación de menosprecio que les devuelve el 'gran aliado'. Una anécdota ayuda a comprenderlo. En una reciente reunión de corresponsales con el ministro de Asuntos Europeos, Pierre Moscovici, un periodista norteamericano aseguró que 'la escasa treintena de personas que siguen en Washington los discursos de Jospin están asombrados de que presente a Estados Unidos como el ejemplo contrario a lo que debe ser Europa'. El ministro francés, además de negar el antiamericanismo de Jospin, le contestó: 'Si no hay treinta personas en Norteamérica interesadas por lo que nosotros pensamos, mientras aquí estamos todos pendientes de lo que les pasa a los Estados Unidos, esto explica algunas cosas'.

La izquierda francesa ha comprendido inequívocamente la importancia del zarpazo terrorista que se abatió sobre Washigton y Nueva York, pero le preocupa el unilateralismo con el que actúan los dirigentes norteamericanos. Y, desde luego, la izquierda duda de que Afganistán sea su guerra. Se han producido llamamientos de intelectuales para poner fin al conflicto de Afganistán, pero esto no ha representado dificultad alguna para la decisión de comprometerse militarmente en ese territorio, desde luego, de forma simbólica, adoptada por un Gobierno de socialistas, comunistas y ecologistas.

ITALIA Un apoyo sufrido y sincero

El pasado 7 de noviembre el Parlamento italiano aprobó por abrumadora mayoría (513 votos a favor frente a 35 en contra y 13 abstenciones) la participación de las propias tropas en la guerra contra el terrorismo en Afganistán. La votación, compleja y llena de matices, puso en evidencia que, esta vez, el grueso de la izquierda italiana, es decir, el antiguo PCI, hoy llamado Demócratas de Izquierda (DS), no quiere jugar el juego del aliado rebelde. En palabras del actual secretario general del partido, Piero Fassino, 'el nuestro fue un sufrido, pero, precisamente por ello, sincero'. Y eso que unas pocas semanas antes, el 14 de octubre, los principales líderes del DS habían participado en la marcha de la paz de Asís, una manifestación claramente contraria a la guerra en la que, como se apresuró a criticar el Gobierno de centro-derecha, no hubo una sola pancarta que condenara el terrorismo. Para mayor escarnio, en la marcha, tanto Massimo d'Alema como otros barones del partido fueron abucheados por buena parte de los participantes, descontentos con su política 'filoamericana'. Las contradicciones de la izquierda han sido explotadas al máximo por el Gobierno de Silvio Berlusconi, que, no contento con el voto unitario en el Parlamento, organizó el 10 de noviembre una manifestación proamericana de estilo folclórico, con bomberos neoyorquinos, himnos y banderas en abundancia, a la que no se sintió con ánimo de asistir ningún miembro del Olivo. El líder de la coalición de centro-izquierda, Francesco Rutelli (a título personal, un admirador de Estados Unidos) y el secretario general de los DS, Fassino, salieron del paso como pudieron con una visita a Taranto y Brindisi, donde los marinos italianos esperaban las órdenes para zarpar rumbo a la zona del conflicto.

Más allá de esta anecdótica escapada, los tiempos del antiamericanismo han quedado claramente archivados para la izquierda italiana, que aspira a repetir la experiencia de gobierno de 1996-2001 y no puede permitirse veleidades de oposición sin futuro. Pero, si el PDS se ha hecho mayor, por así decir, y no ha dudado en apoyar la guerra y en condenar los atentados del 11 de septiembre con lágrimas en los ojos, otros dos partidos comunistas desgajados en sucesivas fases del gran tronco del PCI, el Partido de Refundación Comunista, de Fausto Bertinotti, y el Partido de los Comunistas Italianos (integrado en El Olivo), se han desmarcado completamente de esta posición. Tanto los disputados de Bertinotti como los de su ex camarada Armando Cossutta (PdCI) votaron en contra de la guerra junto con Los Verdes, y no han dudado en condenar con virulencia a Estados Unidos por la inadecuada respuesta a los ataques terroristas. Las posiciones de la gran familia (peleada) de la izquierda italiana vuelven a converger a la hora de condenar la nueva legislación antiterrorista aprobada por buena parte de los países occidentales para luchar más efectivamente contra el terrorismo.

La batalla en Italia se centra en el proyecto de reforma de los servicios secretos. El Gobierno de Berlusconi quiere dejar manos libres a los agentes, incluso para delinquir en aras del bien de la investigación, algo que la izquierda no está dispuesta a consentir.

REINO UNIDO La izquierda durmiente

La izquierda británica ha estado prácticamente desaparecida sin combate en esta guerra. El país que más se ha comprometido con Estados Unidos, en la palabra y en las obras, apenas ha dejado resquicio para cuatro protestas más o menos testimoniales. Los pacifistas del movimiento antinuclear han llegado a movilizar a más de 30.000 personas en el centro de Londres en los primeros días del conflicto, cuando las encuestas reflejaban un abrumador apoyo popular al bombardeo sobre Afganistán. Ha sido la protesta con más éxito.

Al margen de los pacifistas, el partido de los Liberales Demócratas ha representado también un escrupuloso y tímido contrapunto al aplastante apoyo que los laboristas desde el Gobierno y los conservadores desde la oposición han dado a la guerra.

La izquierda durmiente del laborismo apenas ha inquietado a la inmensidad del partido. Sólo un gesto de protesta; no contra la guerra, pero sí contra ese río revuelto en el que se ha puesto a pescar el ministro del Interior, David Blunkett, con una ley de urgencia que permitirá al Reino Unido suspender parte de la Convención Europea de Derechos Humanos para legalizar la detención indefinida de sospechosos de terrorismo. En un gesto de rebelión, 32 de los 411 diputados laboristas votaron contra esa propuesta en los Comunes. La derecha, en sentido contrario, logró aprobar una enmienda en la Cámara de los Lores, pero no para suavizar la ley, sino para que ésta no haga distingos entre el terrorismo internacional y el de Irlanda del Norte.

ESPAÑA Escasez de debate

No ha habido objeciones de fondo a la respuesta militar de EE UU contra Afganistán por parte del primer partido de la izquierda en España, el PSOE. La crítica contundente la ha acaparado Izquierda Unida (IU), que ha sido creciente, hasta convertirse en rechazo tajante, a medida que aumentaba la escalada bélica y se hacía más visible el drama de la población civil. La apoteosis de la protesta de IU vino tras el reconocimiento estadounidense de que puede utilizar a la CIA para cometer 'asesinatos extrajudiciales', según traducción del líder de IU, Gaspar Llamazares.

Pero lo cierto es que en España la escasez de debates, al menos con el presidente del Gobierno, José María Aznar, como protagonista, ha sido la tendencia, finalmente, asentada. El líder de la oposición, José Luis Rodríguez Zapatero, ha tratado de buscar algún elemento distintivo con respecto al Gobierno, pero el resultado no ha sido visible. En su partido no ha tenido reproches salvo en la corriente Izquieda Socialista que ha pedido distancia con el Gobierno de Aznar.ALEMANIA El camino de Los Verdes hacia el pragmatismo

Pese a considerables resistencias internas, tanto el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) como su socio en el Gobierno, Los Verdes, durante los últimos meses han refrendado las operaciones militares en Afganistán y la participación militar de Alemania en la alianza antiterrorista. Este cierre de filas, que en el Parlamento tuvo que ser forzado con una moción de confianza elevada por el mismo Gobierno, deja, sin embargo, un flanco abierto: las posturas pacifistas ahora corren por cuenta casi exclusiva de los ex comunistas del Partido del Socialismo Democrático (PDS).

El rechazo a la guerra por parte de esta formación, heredera del régimen de la antigua República Democrática Alemana (RDA), de hecho, ha dado ya frutos electorales: en los recientes comicios regionales de Berlín, el PDS obtuvo un fortísimo 22,6% de los votos y, por vez primera, incluso pudo alcanzar un 7% en el oeste de la capital, donde la gente es reacia a dar una segunda oportunidad a quienes sólo a medias se han disculpado por la construcción del muro de Berlín.

El antimilitarismo de los ex comunistas casa bien con el hecho de que, según los sondeos, los alemanes del Este son mucho más escépticos sobre el sentido de combatir al terrorismo con medios militares que sus compatriotas de la antigua República Federal. 'La gente en la RDA tiene una experiencia: detrás de acciones militares se ocultan siempre intereses de poder. Por ello es escéptica frente a este llamamiento a la guerra', sostiene el líder del PDS, Gregor Gysi.

Tanto el SPD como Los Verdes reaccionan con inusitada virulencia a estas posturas pacifistas. 'Si estuviesen en el Gobierno, actuarían igual que nosotros', espeta un enfurecido secretario general socialdemócrata, Franz Müntefering. '¿Pero quién está hablando de pacifismo? ¡Son los mismos que apoyaron las invasiones soviéticas de Checoslovaquia y Afganistán!', se indigna también Joschka Fischer, el ministro verde de Asuntos Exteriores.

FRANCIA La pervivencia del antiamericanismo

La izquierda francesa no teme a la guerra. Indochina y Argelia constituyen pruebas ya antiguas de que algunas de sus figuras se embarcaron en operaciones militares y de que no hicieron ascos al uso de cualquier método para conseguir sus fines. Más recientemente, otros Gobiernos de izquierda han implicado a Francia tanto en la guerra del Golfo como en la antigua Yugoslavia, aun al precio de alguna disidencia en sus filas como la dimisión de Jean-Pierre Chevènement de la cartera de Defensa por su desacuerdo con el conflicto del Golfo.

Lo que sobrevive es un cierto antiamericanismo en medios intelectuales vinculados a la izquierda, alimentado por la sensación de menosprecio que les devuelve el 'gran aliado'. Una anécdota ayuda a comprenderlo. En una reciente reunión de corresponsales con el ministro de Asuntos Europeos, Pierre Moscovici, un periodista norteamericano aseguró que 'la escasa treintena de personas que siguen en Washington los discursos de Jospin están asombrados de que presente a Estados Unidos como el ejemplo contrario a lo que debe ser Europa'. El ministro francés, además de negar el antiamericanismo de Jospin, le contestó: 'Si no hay treinta personas en Norteamérica interesadas por lo que nosotros pensamos, mientras aquí estamos todos pendientes de lo que les pasa a los Estados Unidos, esto explica algunas cosas'.

La izquierda francesa ha comprendido inequívocamente la importancia del zarpazo terrorista que se abatió sobre Washigton y Nueva York, pero le preocupa el unilateralismo con el que actúan los dirigentes norteamericanos. Y, desde luego, la izquierda duda de que Afganistán sea su guerra. Se han producido llamamientos de intelectuales para poner fin al conflicto de Afganistán, pero esto no ha representado dificultad alguna para la decisión de comprometerse militarmente en ese territorio, desde luego, de forma simbólica, adoptada por un Gobierno de socialistas, comunistas y ecologistas.

ITALIA Un apoyo sufrido y sincero

El pasado 7 de noviembre el Parlamento italiano aprobó por abrumadora mayoría (513 votos a favor frente a 35 en contra y 13 abstenciones) la participación de las propias tropas en la guerra contra el terrorismo en Afganistán. La votación, compleja y llena de matices, puso en evidencia que, esta vez, el grueso de la izquierda italiana, es decir, el antiguo PCI, hoy llamado Demócratas de Izquierda (DS), no quiere jugar el juego del aliado rebelde. En palabras del actual secretario general del partido, Piero Fassino, 'el nuestro fue un sufrido, pero, precisamente por ello, sincero'. Y eso que unas pocas semanas antes, el 14 de octubre, los principales líderes del DS habían participado en la marcha de la paz de Asís, una manifestación claramente contraria a la guerra en la que, como se apresuró a criticar el Gobierno de centro-derecha, no hubo una sola pancarta que condenara el terrorismo. Para mayor escarnio, en la marcha, tanto Massimo d'Alema como otros barones del partido fueron abucheados por buena parte de los participantes, descontentos con su política 'filoamericana'. Las contradicciones de la izquierda han sido explotadas al máximo por el Gobierno de Silvio Berlusconi, que, no contento con el voto unitario en el Parlamento, organizó el 10 de noviembre una manifestación proamericana de estilo folclórico, con bomberos neoyorquinos, himnos y banderas en abundancia, a la que no se sintió con ánimo de asistir ningún miembro del Olivo. El líder de la coalición de centro-izquierda, Francesco Rutelli (a título personal, un admirador de Estados Unidos) y el secretario general de los DS, Fassino, salieron del paso como pudieron con una visita a Taranto y Brindisi, donde los marinos italianos esperaban las órdenes para zarpar rumbo a la zona del conflicto.

Más allá de esta anecdótica escapada, los tiempos del antiamericanismo han quedado claramente archivados para la izquierda italiana, que aspira a repetir la experiencia de gobierno de 1996-2001 y no puede permitirse veleidades de oposición sin futuro. Pero, si el PDS se ha hecho mayor, por así decir, y no ha dudado en apoyar la guerra y en condenar los atentados del 11 de septiembre con lágrimas en los ojos, otros dos partidos comunistas desgajados en sucesivas fases del gran tronco del PCI, el Partido de Refundación Comunista, de Fausto Bertinotti, y el Partido de los Comunistas Italianos (integrado en El Olivo), se han desmarcado completamente de esta posición. Tanto los disputados de Bertinotti como los de su ex camarada Armando Cossutta (PdCI) votaron en contra de la guerra junto con Los Verdes, y no han dudado en condenar con virulencia a Estados Unidos por la inadecuada respuesta a los ataques terroristas. Las posiciones de la gran familia (peleada) de la izquierda italiana vuelven a converger a la hora de condenar la nueva legislación antiterrorista aprobada por buena parte de los países occidentales para luchar más efectivamente contra el terrorismo.

La batalla en Italia se centra en el proyecto de reforma de los servicios secretos. El Gobierno de Berlusconi quiere dejar manos libres a los agentes, incluso para delinquir en aras del bien de la investigación, algo que la izquierda no está dispuesta a consentir.

REINO UNIDO La izquierda durmiente

La izquierda británica ha estado prácticamente desaparecida sin combate en esta guerra. El país que más se ha comprometido con Estados Unidos, en la palabra y en las obras, apenas ha dejado resquicio para cuatro protestas más o menos testimoniales. Los pacifistas del movimiento antinuclear han llegado a movilizar a más de 30.000 personas en el centro de Londres en los primeros días del conflicto, cuando las encuestas reflejaban un abrumador apoyo popular al bombardeo sobre Afganistán. Ha sido la protesta con más éxito.

Al margen de los pacifistas, el partido de los Liberales Demócratas ha representado también un escrupuloso y tímido contrapunto al aplastante apoyo que los laboristas desde el Gobierno y los conservadores desde la oposición han dado a la guerra.

La izquierda durmiente del laborismo apenas ha inquietado a la inmensidad del partido. Sólo un gesto de protesta; no contra la guerra, pero sí contra ese río revuelto en el que se ha puesto a pescar el ministro del Interior, David Blunkett, con una ley de urgencia que permitirá al Reino Unido suspender parte de la Convención Europea de Derechos Humanos para legalizar la detención indefinida de sospechosos de terrorismo. En un gesto de rebelión, 32 de los 411 diputados laboristas votaron contra esa propuesta en los Comunes. La derecha, en sentido contrario, logró aprobar una enmienda en la Cámara de los Lores, pero no para suavizar la ley, sino para que ésta no haga distingos entre el terrorismo internacional y el de Irlanda del Norte.

ESPAÑA Escasez de debate

No ha habido objeciones de fondo a la respuesta militar de EE UU contra Afganistán por parte del primer partido de la izquierda en España, el PSOE. La crítica contundente la ha acaparado Izquierda Unida (IU), que ha sido creciente, hasta convertirse en rechazo tajante, a medida que aumentaba la escalada bélica y se hacía más visible el drama de la población civil. La apoteosis de la protesta de IU vino tras el reconocimiento estadounidense de que puede utilizar a la CIA para cometer 'asesinatos extrajudiciales', según traducción del líder de IU, Gaspar Llamazares.

Pero lo cierto es que en España la escasez de debates, al menos con el presidente del Gobierno, José María Aznar, como protagonista, ha sido la tendencia, finalmente, asentada. El líder de la oposición, José Luis Rodríguez Zapatero, ha tratado de buscar algún elemento distintivo con respecto al Gobierno, pero el resultado no ha sido visible. En su partido no ha tenido reproches salvo en la corriente Izquieda Socialista que ha pedido distancia con el Gobierno de Aznar.

Varios militantes verdes alemanes protestan contra el ministro Fischer y el envío de tropas a Afganistán.
Varios militantes verdes alemanes protestan contra el ministro Fischer y el envío de tropas a Afganistán.ASSOCIATED PRESS

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