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La nueva Evita

La esposa de Duhalde dirige organizaciones de ayuda a los pobres y disputó un escaño en las elecciones

En el año 1971 Eduardo Duhalde era un joven estudiante universitario que en los veranos se ganaba una paga extra como socorrista en una piscina pública del sur de Buenos Aires. Retacón, de cabeza notablemente grande, el futuro abogado laboralista trataba de inflar aún más el tórax para impresionar a esa muchacha de baja estatura pero de formas proporcionadas que le miraba de forma seductora, arrobada en esa imagen protectora.

Era Hilda Beatriz González, luego de Duhalde, Chiche, la bañista que sedujo al socorrista. Desde entonces, el salvavidas, admirador de Perón, y la bañista, deslumbrada por la leyenda de Evita, siguen juntos. Y ahora están ahí, unidos, en la cima más alta del poder.

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Mientras fue gobernador, Duhalde dejó en manos de Chiche la acción social en la provincia de Buenos Aires. Entonces la acusaron inmediatamente de querer convertirse en la nueva Evita Perón. Ahora Chiche dispone de tropa propia y de organizaciones barriales que le responden con fidelidad. Entre ellas, las manzaneras, una red de amas de casa voluntarias que en los barrios más pobres y las villas miseria, asentadas como verdaderas ciudades ocultas en la periferia, atienden las demandas de los vecinos, satisfacen las necesidades básicas y reparten leche y pañales para los bebés. El llamado Plan Vida sobrevivió a sus fundadores y sirve todavía a los más desesperados. Cada día, unas 20.000 manzaneras reciben 550.000 litros de leche y una bolsa de alimentos una vez a la semana.

Confiada en esa base y a pesar de las críticas de la oposición, que le acusaba de hacer 'clientelismo' con la ayuda social, Chiche Duhalde aceptó la propuesta de su esposo y se presentó al fin a unas elecciones parlamentarias. La creciente oleada antimenemista en todo el país la arrastró a una dura derrota. Resultó elegida diputada, pero perdió por amplio margen frente a Graciela Fernández Meijide, de la incipiente Alianza de partidos que dos años más tarde encabezaría Fernando de la Rúa.

Ayer, cuando recibió los atributos del mando, la banda presidencial y el bastón, Eduardo Duhalde se volvió a su esposa y la llamó a su lado, como para que no queden dudas de quiénes van a mandar. Así será. Chiche, como se la reconoce en casa y en la calle, participa, influye, decide. Aun antes de que el pleno del Congreso votara la designación de su marido, ella ya avisaba que seguirán viviendo en Lomas de Zamora, al sur de Buenos Aires, y que la quinta presidencial de Los Olivos, en un barrio residencial al norte de la ciudad, sólo servirá para reuniones políticas, porque no se pueden cambiar los hábitos de la familia.

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