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Vítores y cacerolas en la boda real holandesa

La argentina Máxima Zorreguieta y el príncipe Guillermo Alejandro se casan en Amsterdam

Isabel Ferrer

Guillermo Alejandro de Orange, el primer varón que reinará en Holanda en 116 años, se casó ayer en medio de la euforia popular con su prometida argentina, Máxima Zorreguieta. La pareja fue vitoreada en Amsterdam por cerca de 70.000 personas ataviadas de naranja, el color de la casa real. Al paso de la carroza que portaba al nuevo matrimonio tras la ceremonia religiosa, un grupo de manifestantes lanzó una bolsa de pintura blanca y protagonizó una pequeña cacerolada para mostrar su repudio contra el padre de la novia, que fue ministro de Agricultura durante la dictadura del general Videla.

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La policía había desplegado a 6.000 agentes en las calles de la capital holandesa y hubo 16 arrestos, la mayoría por insultar a la familia real. La alcaldía de Amsterdam autorizó las manifestaciones antimonárquicas siempre que no fueran violentas, y el resto de la jornada transcurrió sin incidentes. Una nube roja, blanca y azul, los colores de la enseña nacional, recordó en la calle de forma lúdica los botes de humo lanzados en 1966 después de que la reina Beatriz, entonces princesa heredera, contrajera matrimonio con Claus von Amsberg, de nacionalidad alemana. Holanda fue invadida por las tropas nazis durante la II Guerra Mundial y muchos ciudadanos consideraron una afrenta tener un príncipe germano. Claus es hoy respetado y calificado de encantador por su patria de adopción.

Para Máxima Zorreguieta, la boda real, a la que asistió la reina Sofía de España junto con el príncipe Felipe y los duques de Palma, así como miembros de toda la realeza europea, ha cerrado uno de los capítulos más complejos de su vida. Vetado por el Gobierno de La Haya, su padre no acudió. Tampoco lo hizo su madre, Carmen Cerruti. Una ausencia muy dura para ella, que todos trataron ayer de compensar. El primero fue Job Cohen, alcalde de Amsterdam, que ofició el enlace civil en la antigua Bolsa de la ciudad, ahora monumento nacional. Alternando el inglés con el holandés, Cohen aseguró a la novia que los invitados, entre ellos sus hermanos Martín, Juan e Inés, entenderían la palabra más importante que debía oírse en la sala. 'Sí, se dice ja en holandés, así que nadie se perderá lo más importante', dijo, provocando las risas de todos. Luego añadió que esperaba que ella, acostumbrada a los grandes espacios de la pampa, pudiera amar a un país pequeño y húmedo que la había acogido con los brazos abiertos.

Carel van der Linden, el sacerdote protestante que los casó a continuación en la iglesia Nieuwe Kerk, recordó a los presentes que la Máxima que todos querían no hubiera sido como es 'sin el amor y dedicación de sus padres'. Una alusión a la actual crisis argentina ensombreció luego el rostro de la novia, que no pudo evitar llorar cuando un músico tocó en su honor con un bandoneón un tango de Astor Piazzola. A pesar de que el oficio religioso fue protestante para evitar nuevas polémicas, el sacerdote católico argentino Rafael Braun, amigo de los Zorreguieta, leyó un pasaje de la Biblia y se ocupó de los testigos de la novia.

El príncipe Guillermo Alejandro no cesó de apretarle la mano a Máxima y decirle que la quería durante toda la mañana. El traje de ella, diseñado por Valentino, tenía cinco metros de cola y un velo de igual tamaño. Convertidos ya en matrimonio y una vez en el balcón del palacio de la plaza del Dam, la pareja se besó repetidas veces ante el público que les aclamaba.

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REUTERS

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