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EL PLAN DE BUSH PARA ORIENTE PRÓXIMO

Arafat replica a Bush: "Será mi pueblo quien elija a su líder"

El presidente palestino recuerda que sus ciudadanos elegirán en pocos meses a sus representantes

Mientras el Gobierno de Ariel Sharon, en nombre de la mayoría de los israelíes, acogía ayer con júbilo el discurso del presidente norteamericano, George Bush, reclamando un relevo en el liderazgo palestino como condición insoslayable para el reconocimiento y proclamación de un Estado de Palestina, el presidente Yasir Arafat iniciaba, a sus 73 años, desde su encierro de Ramala, asediado por las tropas y los tanques, un combate desesperado, el más difícil de su vida, para tratar de conseguir su supervivencia política. Arafat recordó ayer que habrá elecciones en pocos meses y advirtió que sólo el pueblo palestino decidirá. Cuando le preguntaron sobre el relevo que pide Bush, declaró: 'Será mi pueblo quien decida y no otro'.

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Israel está eufórico. El discurso del presidente Bush es para la mayoría de la población el principio del fin de la 'era Arafat', aseguraba ayer la prensa de Jerusalén. El comunicado escueto de la presidencia del Gobierno israelí, encabezado con una frase lacónica y firme, 'Israel quiere la paz', había sido acompañado horas antes por un gesto simbólico, que pasó inadvertido para la mayoría de los ciudadanos; la desaparición de todas las oficinas oficiales del primer ministro de todos las fotografías en las que se veía a Isaac Rabin dando la mano a Yasir Arafat, con ocasión de la firma en la Casa Blanca de los Acuerdos de Oslo.

El texto del comunicado, sereno, casi aséptico, de la dirección israelí no logró esconder las muestras de júbilo y de entusiasmo. Era subconsciente desbordado de la clase política de este país. El encargado de Defensa, Benjamín Ben Eliezer, aseguró que se trataba de 'un discurso histórico', mientras que el responsable de Telecomunicaciones, Reuven Rivlin, manifestaba de forma irónica, como si estuviera sumido en una profunda borrachera de alegría, que el texto del mensaje 'podría haber estado redactado por un responsable del Likud'.

'Es una victoria de Israel, pero es sobre todo una victoria personal del primer ministro Ariel Sharon y de su Gobierno', aseguraría por su parte Michel Adari, uno de los máximos responsables del aparato del Likud, jefe del World Likud, la red del partido nacionalista en el exterior. Adari coincidía ayer con otros dirigentes políticos israelíes al asegurar que 'Arafat debe salir inmediatamente, abandonar la dirección palestina, sin más dilaciones, olvidándose de todo, incluida la preparación de las elecciones', ya que si se dejan la preparación de los comicios y de las reformas en sus manos 'se viciará y corromperá el proceso electoral'.

Última batalla

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En medio del entusiasmo desbordado, el presidente palestino, Yasir Arafat, se preparaba ayer a dar su última batalla en un esfuerzo por lograr la supervivencia. Como si no hubiera pasado nada trascendente y tratando de hacer una lectura parcial e interesada del discurso de Bush, el anciano líder de la OLP, el superviviente de Jordania, Líbano y Damasco, anunció públicamente que acogía favorablemente el mensaje de la Casa Blanca y aplaudía los 'esfuerzos a favor de la paz' del presidente de Estados Unidos. Luego anunció que el próximo mes de enero se celebrarán las elecciones presidenciales, y en el mes de marzo, las legislativas.

'Será mi pueblo quien decida y no otro', apostilló Arafat, enfrentándose por un instante a la petición de Bush para que abandonara el poder y tratando de zanjar la polémica, pero dando a entender al mismo tiempo que podría presentarse a la reelección. Las palabras de Arafat, pronunciadas en un tono falsamente conciliador y en un esfuerzo por no provocar un enfrentamiento suicida y directo con el presidente de Estados Unidos, no han logrado engañar a nadie, ni mucho menos calmar los ánimos de los responsables políticos palestinos, para los que el discurso de la Casa Blanca sigue siendo 'una andanada a la línea de flotación de la causa palestina'. Pero Arafat negó que las palabras de Bush fueran dirigidas contra él: 'Habló sobre un Estado palestino y elecciones, y creemos que nuestro Estado será democrático con las próximas elecciones'.

Arafat no se sentía ayer solo. Por la mañana recibió puntualmente y durante más de una hora al emisario europeo, Miguel Ángel Moratinos. La conversación fue larga. Estuvo dirigida sobre todo a demostrarle su apoyo y darle ánimos. Luego hablaron del proceso de reformas. Aparentemente todo se desarrolló de acuerdo con el calendario previsto. Moratinos se reunirá hoy con el primer ministro israelí, Ariel Sharon. Mañana visitará Gaza. 'Arafat es el presidente electo de todos los palestinos', comentó el portavoz de Moratinos, eludiendo la polémica. Los comentarios europeos al discurso de Bush se difundieron desde Bruselas.

Las organizaciones radicales palestinas, olvidándose de los juegos diplomáticos, mucho más impacientes, se lanzaron ayer a una batalla dialéctica, desesperada. Hamas y Yihad Islámica anunciaron desde Gaza y Damasco que condenaban el discurso y anunciaron que continuarán con la 'resistencia' hasta el fin de la ocupación. En el mismo tono se definieron el Frente Popular para la Liberación de Palestina y el Frente Democrático, de izquierda laica, para los que el mensaje de Bush está cuanto menos 'desequilibrado'.

Los distritos y ciudades de Ramala, Belén, Tulkarem, Kalkilia, Nablús, Hebrón y Yenín continuaban ayer bajo estricto toque de queda y declaradas zona militar cerrada, informa Efe. Cuatro palestinos, incluido un alto oficial del servicio secreto, resultaron muertos ayer en Hebrón al penetrar el Ejército en la sede de la gobernación, que ha sido intensamente bombardeada.

Yasir Arafat, presidente palestino, se dirige a la prensa en Ramala.
Yasir Arafat, presidente palestino, se dirige a la prensa en Ramala.EPA

Un líder sin sucesión

¿Y después de Arafat, qué? Uno a uno, los sucesores legítimos y natos del liderazgo palestino han desaparecido; la historia o los acontecimientos trágicos se los han llevado. El primero en hacerlo fue Jalil al Wazir (Abu Yihad), asesinado en Túnez en 1988 por agentes del Mossad israelí. Le siguieron Salah Jalaf (Abu Iyad), abatido tres años después en la misma capital por uno de sus guardaespaldas, y más recientemente, hace justamente un año, Faisal Huseini, fallecido repentinamente de un ataque al corazón. Las quinielas para la sucesión a Arafat no han quedado, sin embargo, desiertas. En los últimos meses, junto con los incombustibles septuagenarios representantes de la vieja guardia -Abu Mazen, número dos de la jerarquía en la Organización para la Liberación de Palestina, y Abu Alá, presidente del Consejo Consultivo, recientemente aquejado de un ataque al corazón-, los estudiosos políticos han colocado los nombres de una nueva generación forjada en la primera Intifada: Mohamed Dahlan, ex jefe de la Seguridad Preventiva en Gaza, y Rajoub Jibril, responsable de la misma fuerza en Cisjordania. Como si se tratara de un outsider, la lista se completa desde hace un tiempo con el nombre de Sari Nusseibeh, de 56 años, el discreto rector de la Universidad de Al Qods de Jerusalén, uno de los animadores del movimiento ciudadano contra los atentados terroristas suicidas y defensor a ultranza de las reformas dentro de la Autoridad Nacional Palestina. Sin embargo, el profesor en Ciencias Políticas por la Universidad de Columbia Jalil Sikhaki aseguraba hace poco, en un debate en la Universidad Hebrea de Jerusalén, que ninguno de estos nombres será capaz de sustituir a Arafat. Nadie podrá reemplazarlo como elemento de cohesión entre la nueva y la vieja guardia, entre los dirigentes históricos del exilio de Túnez y los del interior, en permanente balanceo entre todos los clanes de Cisjordania y Gaza. Pero lo que es más grave, en opinión del profesor Sikhaki, es que los supuestos aspirantes a la sucesión de las quinielas políticas carecen de algo fundamental: apoyo popular. Los sondeos y las encuestas electorales respaldan las tesis del profesor Sikhaki. En un reciente trabajo de investigación efectuado en Ramala, el 55% de los encuestados se negaba a dar o no sabía señalar un sucesor claro para Arafat. Como si fuera una broma, los delfines más socorridos en los círculos políticos, Abu Mazen y Abu Ala, lograban sólo el apoyo del 2% de los preguntados. Haider Abd al Shafi, un octogenario permanentemente rebelde y crítico hacia el régimen de Arafat, ex miembro del equipo de Madrid y responsable de la Cruz Roja en Gaza, lograba colocarse en cabeza con un meritorio 3%. Detrás, el vacío.

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