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LA POSGUERRA DE IRAK | Los horrores del régimen

El régimen de Sadam experimentó sus armas químicas en condenados a muerte

El centro de pruebas conocido como 'la fábrica' fue usado intensamente durante los ochenta

Jorge Marirrodriga

En medio del desierto iraquí, en una localidad llamada Muthena, a unos 40 kilómetros al oeste de Samarra, se levantan los restos de lo que oficialmente era una fábrica de pesticidas pero que en realidad, según aseguran represaliados políticos iraquíes, servía para experimentar los efectos en el ser humano del armamento químico que poseía Irak. Al menos durante la década de los ochenta, durante la guerra con Irán en la que se empleó material de este tipo, los conejillos de indias de los ingenieros químicos iraquíes fueron condenados a muerte.

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La fábrica de Muthena, conocida en el ambiente carcelario iraquí simplemente como la fábrica, contaba con unas modernas instalaciones bajo la dirección de uno de los ingenieros preferidos de Sadam Husein, Fahad al Daruk. Hasta allí eran llevados condenados a muerte que nunca más retornaban a sus cárceles de origen, aunque otros, que tenían más suerte, eran sometidos a experimentos menos severos y a su regreso contaban a sus compañeros de encierro lo que habían presenciado. Así lo relatan Alí y Fátima al Iraq, los seudónimos que emplea un matrimonio para firmar el libro que han escrito y publicado -Memorias de una presa política- donde se relatan las torturas y muerte sufridas por más de 130 mujeres en la cárcel bagdadí de Rechad durante los años ochenta. Fátima permaneció encerrada en prisión entre 1980 y 1986 y ahora se encuentra en el exilio en Teherán, donde ha publicado el libro que hasta la guerra circulaba clandestinamente por Irak. Alí, un ingeniero químico de 45 años, permanece con parte de la familia en Bagdad.

"En Rechad había condenadas a muerte y presas comunes", relata Alí. "Los golpes y las torturas eran constantes y de vez en cuando se llevaban a algunas a la fábrica. Casi nunca volvían". Sin embargo, algunas de las que volvían contaban historias terribles de lo que ocurría en el complejo. "Tenían unas cámaras transparentes donde metían a los presos e introducían los productos químicos a través de tuberías, otras veces les inyectaban a las presas directamente las sustancias y esperaban a ver las reacciones. Los cadáveres nunca eran entregados a las familias, sino enterrados en fosas comunes".

Según el ingeniero químico, probablemente se utilizaban en los experimentos sustancias como el VX y otros gases nerviosos, que más tarde, producidos en masa, eran empleados en el frente contra Irán. "Fahad al Daruk estaba al frente de todo.Es un criminal muy brillante y estoy seguro de que en aquel tiempo consiguió sustancias que ni los propios estadounidenses saben hoy lo que son", asegura el coautor del libro.

Al Daruk recibió en los ochenta grandes recompensas por parte del régimen y fue felicitado públicamente por Sadam Husein en 1985, tras la victoria que el Ejército iraquí obtuvo sobre Irán en la región de Basora. En aquella batalla, diversos organismos internacionales confirmaron que se había producido un empleo masivo de armas químicas. El paradero de Al Daruk en la actualidad es desconocido. La fábrica estuvo en el punto de mira de los inspectores de armas durante los noventa y en la mirilla de los cazabombarderos estadounidenses en diversas ocasiones, por lo que ahora sólo queda un complejo ruinoso.

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Las presas que volvían con vida a la cárcel de Rechad no sólo contaban lo que habían visto, ellas mismas eran el ejemplo de los experimentos de Al Daruk. "A unas se les caía el pelo, a otras las uñas. Unas no podían comer nada más y otras simplemente se volvían locas". Fátima al Iraq cita entre otras víctimas de la

fábrica a Salwa al Baharani, muerta en 1981, Farila Abbas al Hadat, en 1982, y Autif Nori al Jamarani, en 1984. La experimentación de armas químicas en condenados a muerte fue citada por el secretario de Estado de EE UU en su comparecencia ante el Consejo de la ONU el pasado mes de febrero.

Por otra parte, una densa columna de humo se elevó ayer desde el sureste de Bagdad, resultado del incendio de una zanja con petróleo, similar a las que el régimen iraquí utilizó para impedir la visibilidad de los aviones durante la guerra. Los habitantes del lugar afirmaron que el fuego fue iniciado por unos niños.

Sala de ejecuciones de la prisión de Abu Ghraib, cercana a Bagdad.
Sala de ejecuciones de la prisión de Abu Ghraib, cercana a Bagdad.AP

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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