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MAGNICIDIO EN GROZNI

Falló la seguridad de un líder fiel a Moscú y odiado por la guerrilla

Parafraseando a Gabriel García Márquez, se podría titular el relato sobre la muerte del presidente checheno, Ajmad Kadírov, como Crónica de un atentado anunciado. Los separatistas consideraban al líder prorruso un traidor a la causa independentista. En 1999 lo destituyeron de su puesto de muftí, es decir, de jefe religioso de los musulmanes de Chechenia. Bajo el amparo de los rusos, siguió siendo muftí hasta junio del año siguiente. Más tarde, el comandante guerrillero Shamil Basáyev -al que Moscú responsabiliza de los más sangrientos atentados cometidos en Rusia- llegó a ofrecer una recompensa de 100.000 dólares por la cabeza de Kadírov. La suerte le había acompañado hasta ayer y había salido ileso de más de un atentado contra su vida.

El año pasado, también en la fiesta que conmemora la victoria rusa en la II Guerra Mundial, una bomba explotó en Grozni junto al estadio Dinamo poco antes de que comenzara el desfile militar. Y si entonces los separatistas no lograron su objetivo fue por una mera casualidad: la ceremonia se atrasó y el cortejo de Kadírov pasó minutos más tarde por el lugar de la explosión.

En cualquier caso, nadie se explica cómo los servicios de seguridad de Kadírov no encontraron la bomba bajo el palco de honor; sobre todo, teniendo en cuenta que el jefe de estos servicios, Ramzán, es hijo del presidente checheno. Pero la incompetencia del equipo del joven Kadírov resultó fatal.

Cómplices en la policía

Está claro que para poder colocar la bomba, los separatistas tienen que haber contado con cómplices entre la policía o los servicios de seguridad chechenos. El artefacto explosivo estaba en el interior de una viga de hormigón, según fuentes chechenas. Los que planificaron el atentado, habrían aprovechado las reparaciones que se hicieron en el estadio del Dinamo, cuyos trabajos comenzaron el 27 de marzo pasado y terminaron el pasado viernes. De todas formas, las medidas de seguridad fallaron y no se comprobó que los separatistas no hubieran puesto una bomba, sobre todo si para dos días después estaba programada una ceremonia a la que asistirían los máximos dirigentes de Chechenia.

La versión de que la bomba estaba protegida por el hormigón parece un simple intento de justificar el craso error cometido y no explica la existencia del segundo artefacto que no llegó a estallar.

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El golpe asestado ayer por la guerrilla es uno de los más duros en los últimos años, y demuestra que, a pesar de las derrotas sufridas, sigue siendo una fuerza que hay que tener en cuenta. Aunque los separatistas radicales ya no son capaces de lanzar ataques armados u organizar emboscadas importantes contra las tropas federales, pueden producir sangrientos atentados contra los que los rusos todavía no logran encontrar un antídoto eficaz.

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