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Reportaje:TORMENTA POLÍTICA EN ITALIA

Berlusconi, el gran superviviente

El primer ministro italiano sale reforzado del enésimo proceso que le abren los jueces por corrupción

Enric González

Silvio Berlusconi ha sido juzgado por sobornar a agentes de la Guardia de Finanzas, por fraude fiscal, por fraude en operaciones inmobiliarias, por apropiación indebida, por financiación ilícita de partidos políticos, por corrupción, por corrupción en acto judicial (dos veces) y por falsificación de balances (tres veces). Y se ha salvado siempre: por prescripción del delito, por la vía de recurrir hasta lograr la absolución, por la habilidad de sus abogados (a los que ha pagado unos 300 millones de euros en 30 años) o, como dice él, por ser inocente en todos los casos. El presidente del Gobierno italiano, superviviente de rango excepcional, fue recibido ayer al grito de "inocente, inocente" por miles de seguidores en Venecia, donde prometió en un mitin la victoria en las elecciones generales de 2006.

En 2003 declaró haber sufrido 87 procesos penales, pero su expediente está limpio
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Forza Italia organizó ayer en Venecia un acto multitudinario que marcaba el punto de arranque hacia las elecciones regionales de abril y, sobre todo, suponía un acto de desagravio al líder tras la histórica sentencia que el viernes, con la absolución de tres acusaciones y la prescripción de un cuarto delito, el de corrupción de jueces, le liberó de procesos pendientes. Berlusconi estaba de buen humor, muy relajado, y se emocionó con el clamor de los militantes que proclamaban su inocencia. "No sigáis", dijo, "que me deshago en directo".

Berlusconi, por fin libre, lanzó sus habituales ataques contra "los comunistas" y "los jueces politizados", y definió sus nuevos temas de campaña: contra los impuestos y contra "la Europa restrictiva". Afirmó que el euro debía devaluarse frente al dólar ("la próxima semana hablaré de ello en Washington con mi amigo Bush", indicó) y que era necesario romper los límites de déficit presupuestario establecidos por el Pacto de Estabilidad. "En estos momentos de estancamiento económico, el déficit debería ascender hasta el 5% o el 6%", dijo.

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Venecia escenificó la resurrección de Berlusconi, por fin libre de procesos judiciales y dispuesto a dejar su impronta en la Italia del siglo XXI. El hombre más rico y poderoso de su país, que conoció bastantes de las cloacas de la Primera República, perteneció a la logia clandestina P2, fue protegido y protector del socialista Bettino Craxi (presidente del Gobierno entre 1983 y 1987, huido a Túnez en 1994 para escapar de los fiscales de Manos Limpias y fallecido en el exilio en 2000), y tuvo como empleado en su mansión de Arcore, como "responsable de caballerizas", al mafioso Vittorio Mangano, capo de la familia Porta Nuova, emergía feliz de una década de convulsiones que acabó con centenares de políticos y empresarios. Pero no con él.

Es indudable que los fiscales italianos, los más independientes de Europa hasta la reforma judicial recién aprobada, le persiguieron durante décadas con ahínco e incluso, en algún caso, con saña. En enero de 2003 declaró haber sufrido "87 procedimientos penales, 1.561 audiencias procesales, 470 visitas de la Policía Judicial y de la Guardia de Finanzas, inspecciones documentales de más de un millón de páginas e investigaciones en más de 270 cuentas abiertas en medio centenar de bancos italianos y extranjeros".

Su expediente, sin embargo, está limpio. La ausencia de antecedentes hizo que el juez Francesco Castellano le aplicara el viernes los "atenuantes genéricos" que hacían que el principal delito que se le imputaba, el pago (documentalmente demostrado por los fiscales) de 434.000 dólares a un juez, prescribiera en siete años y medio y no en 15. El delito fue cometido en 1991. Prescripción, pues, y enésima victoria de Il Cavaliere.

Otros, como el propio Craxi, o como los dirigentes de la Democracia Cristiana, no soportaron el acoso judicial y se hundieron. Raul Gardini, de Ferruzzi, y Gabriele Cagliari, de ENI, se suicidaron. Otros desaparecieron de la vida pública. Ése no fue nunca el caso de Silvio Berlusconi, un hombre dotado de un optimismo casi irracional, una absoluta fe en sí mismo y una inagotable energía. Apenas tres horas después de que la Primera Sección Penal del Tribunal de Justicia de Milán emitiera su sentencia, Berlusconi festejaba el triunfo con los senadores de Forza Italia, su partido, y les arengaba para la campaña de las importantes elecciones regionales de abril, prólogo de las generales previstas para la primavera de 2006.

En la cena-fiesta-mitin celebrada el viernes en el hotel romano Splendide Royal hubo regalos para todos (un reloj Omega para los caballeros, un juego de pendientes para las damas) y mensajes eufóricos: "Podemos aumentar ese núcleo del 20% que nos adora", dijo, "e impediremos de nuevo que la izquierda alcance el poder". Hubo música (entonó las inevitables canciones napolitanas con Mariano Apicella, su guitarrista de confianza) y desprecio para los rivales: "Romano Prodi es el adversario ideal", proclamó Il Cavaliere, "ojalá Dios nos lo conserve muchos años". Y hubo entusiasmo y admiración sin límites, los dos elementos que mantienen vivo a Berlusconi.

Como su amigo George W. Bush, Silvio Berlusconi representa un fenómeno político de difícil comprensión en el extranjero. Su éxito se explica por la influencia de su casi monopolio televisivo y publicitario, por los inmensos recursos financieros de que dispone y por su condición de dique contra la izquierda, aborrecida por buena parte del electorado. Resulta evidente, además, que muchos italianos se reconocen en las virtudes y los defectos del magnate-presidente. Es astuto, ocasionalmente tramposo, exagerado hasta la mentira, coqueto, voluble, fanático del fútbol e incapaz de distinguir entre intereses privados y bien común. También es inteligente, laborioso, creativo, tenaz, simpático, seductor, devoto de la familia y fidelísimo a sus amigos.

Procede de una familia media milanesa, padre empleado de banca, madre ama de casa, tres hijos, que durante la guerra no tomó partido ni por Mussolini ni por la Resistencia. Y amasó su fortuna a partir de cero.

Como la historia italiana, la historia de Berlusconi está llena de luces y de sombras. Su primer gran negocio inmobiliario, la construcción de un millar de viviendas cerca de Milán, en 1969, fue financiada por una misteriosa firma suiza, llamada Finanzierungesellschaft fur Rezidenzen, cuyos propietarios nunca se conocieron. Sus enemigos opinaron que podría tratarse de dinero mafioso en busca de reciclaje, pero no pudieron esgrimir prueba alguna.

La compra de su mansión de Arcore, con 147 habitaciones, también suscitó polémicas. Berlusconi la adquirió a una joven heredera de 22 años, la marquesa Anna Maria Casati Stampa di Soncino, que acababa de sufrir una tragedia familiar. Pagó por la casa, con bibliotecas y colección de arte incluidas, una miseria: 500 millones de liras, lo mismo que costaba un piso decente en el centro de Milán. El asesor de la joven marquesa, Cesare Previti, se convirtió en abogado de Berlusconi al día siguiente de firmarse la transacción.

Previti, que acompañó desde entonces a Il Cavaliere en sus empresas televisivas y publicitarias y en su aventura política (fue ministro de Defensa en 1994), y se hizo entretanto fabulosamente rico, está hoy condenado en primera instancia a 11 años de cárcel por corrupción de jueces. Marcelo dell'Utri, amigo desde la universidad y colaborador íntimo, fue condenado ayer por cooperación con la Mafia. Berlusconi, después de nueve juicios, está libre de toda sospecha. Y su nivel de popularidad asciende.

Silvio Berlusconi bromea con un cuchillo antes de cortar una tarta en un mitin de Forza Italia en Venecia.
Silvio Berlusconi bromea con un cuchillo antes de cortar una tarta en un mitin de Forza Italia en Venecia.ASSOCIATED PRESS

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