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Reportaje:

Un político franco y directo

Traian Basescu es acusado de populista por sus rivales y visto como un hombre que no se muerde la lengua por sus partidarios

Guillermo Altares

Marino mercante de 53 años, el presidente electo de Rumania, Traian Basescu, es un político centrista, franco y directo, al que sus oponentes acusan de populista y sus partidarios de no moderse la lengua. Cuando fue elegido alcalde de Bucarest en 2000, una de sus primeras medidas fue eliminar a los miles de perros callejeros que invadían la capital rumana. Su respuesta ante las protestas de Brigitte Bardot define muy bien su estilo: "Fui elegido por los habitantes de Bucarest, no por sus perros".

Reelegido en junio al frente de la alcaldía de la capital rumana, la retirada en septiembre por motivos de salud del candidato Theodor Stolojan puso a Basescu al frente de la alianza opositora de centro-derecha Justicia y Verdad (DA, Sí, en rumano) y tuvo apenas dos meses para darse a conocer en todo el país. Basescu reflejaba en su rostro el agotamiento de esa campaña frenética cuando fue entrevistado en la sede de DA, en el barrio diplomático de Bucarest, a finales de noviembre. En aquella conversación demostró el estilo que, al final, le ha llevado a la jefatura del Estado de Rumania. "El Gobierno es profundamente corrupto y gobernó para sus clientes, no para los 22 millones de rumanos", dijo en dos ocasiones y utilizó la munición con la que ha acabado por derrotar a los socialdemócratas: los desmanes del Ejecutivo ponen en peligro el ingreso del país en la UE, consciente de que más de el 70% de sus habitantes ven en la entrada en la Unión la única solución a sus problemas endémicos de pobreza y corrupción.

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Anunció entonces que pretendía cambiar la política fiscal, subir las bajísimas pensiones, luchar contra la pobreza y, ante todo, contra la corrupción, considerada por Bruselas como el principal problema para la integración rumana en la UE.

Basescu, casado y padre de dos hijas, es uno de los pocos políticos rumanos que no formó parte de los círculos de poder bajo la dictadura de Nicolae Ceaucescu -estaba embarcado, en el sentido literal-, lo que le ha permitido ser especialmente duro en sus ataques contra los socialdemócratas y, sobre todo, contra el presidente saliente, Ion Iliescu, y el derrotado primer ministro, Adrian Nastase. Ambos ocuparon cargos durante los años de Ceaucescu. Esta ausencia de pasado y su centrismo le han permitido ganar muchos apoyos entre las clases urbanas de Rumania. Como señaló la analista Sorana Parvulescu, miembro de una coalición de ONG que lanzó una sonada campaña contra la corrupción durante la carrera electoral: "Ya sabemos lo que ha hecho el partido en el poder, de los demás conocemos lo que dicen que van a hacer. Esperamos que Basescu consiga controlar su propio partido para atajar la corrupción en las altas esferas y lograr la independencia de la justicia".

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Entró en política en 1990 como ministro de Transportes del primer Gobierno de la transición, dirigido por Petre Roman. Como alcalde de Bucarest, una urbe de dos millones de habitantes que ha sufrido varios terromotos, el peor de todos los destrozos provocados por los delirios del sátrapa Ceaucescu, su principal objetivo fue la modernización y el lavado de cara de la ciudad. Como presidente pretende lograr la integración en Europa sin retrasos. Tendrá dificultades, por su afición a los excesos verbales, para cumplir sin problemas con el papel de mediador y árbrito que le otorga la Constitución rumana: no dudó en pedir la anulación de la primera vuelta de las elecciones por fraude, aunque los comicios recibieron la luz verde de la OSCE y la UE, y marcó toda la campaña electoral con acusaciones a diestro y siniestro. También mostró una gran valentía cuando dijo que legalizará los matrimonios homosexuales, desatando una enorme polémica en un país donde la Iglesia ortodoxa tiene mucha fuerza, y se negó a retirar la afirmación a pesar de que podía costarle muchos votos entre el electorado más conservador.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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