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ELECCIONES EN ALEMANIA

Una mujer para gobernar Alemania

La democristiana Angela Merkel trata de superar su falta de carisma y las divisiones en su partido

Los dos líderes que compiten en las elecciones alemanas, el canciller socialdemócrata Gerhard Schröder (SPD), de 61 años, y la candidata de la oposición democristiana Angela Merkel (CDU), de 51, luchan no sólo por el triunfo de sus partidos y su ideología, sino también en contra de sus propios correligionarios. Para Merkel, las elecciones previstas el próximo 18 de septiembre, si el Tribunal Constitucional no se opone, significan un ahora o nunca. Schröder parece empeñado en una batalla final para pulir su imagen ante la historia.

Angela Merkel llegó a la política a la chita callando, como la chica de Kohl. El legendario canciller de la unificación alemana, Helmut Kohl, favoreció su carrera y la hizo ministra con 36 años en enero de 1991, tal vez por reunir en su persona la doble cuota: femenina y procedencia del este de Alemania. Aquella mujer, que pocos tomaron en consideración, desarrolló un instinto político y un talento insospechados. En menos de 15 años desde la reunificación alemana, Merkel se ha encaramado en la cumbre de la democracia cristiana (CDU). Atrás queda un camino sembrado de cadáveres políticos: desde su mentor, el ex canciller Helmut Kohl, y su delfín, Wolfgang Schäuble, hasta cuantos se opusieron a su escalada. Nadie podía imaginar semejante carrera de aquella doctora en Física que trabajaba en la Academia de Ciencias de la difunta República Democrática Alemana, autora de una tesis titulada El cálculo de las constantes de velocidad de las reacciones elementales en el ejemplo de hidrocarbones simples. Además de ganar por elección directa su distrito electoral con más votos que los recibidos por la CDU en 1990, 1994 y 1998, Merkel se convirtió en la primera mujer al frente de la secretaría general de uno de los dos grandes partidos alemanes, la primera mujer presidenta y la primera mujer jefa de grupo parlamentario.

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Esta irresistible ascensión ha tenido un precio. Ahora, en plena recta final en la carrera hacia la cancillería, los mismos dirigentes de la Unión Cristiano Demócrata (CDU) y del partido hermano la Unión Socialcristiana (CSU) de Baviera tratan de ajustar cuentas pendientes. El ruido de los serruchos que cortan el piso sobre el que se sienta Merkel se escucha por toda Alemania. Más de un analista advierte de que está en peligro el triunfo electoral de la CDU/CSU que todos los sondeos dan como seguro. Y si los pronósticos de las encuestas se cumplen, se abre la incógnita de hasta qué punto Merkel podrá llevar adelante su programa de gobierno con una oposición tan fuerte en sus filas.

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Karl Feldmeyer, un veterano periodista que sigue desde hace más de tres décadas la política democristiana, publicó estos días en el Financial Times Deutschland un artículo titulado La presidenta solitaria. Sostiene Feldmeyer: "Como Merkel durante la última semana, tan sola, dependiente sólo de sí misma, no hubo nunca antes que ella un presidente de la CDU. Esto no sorprende a Merkel, que conoce su situación. Sólo se puede fiar de su capacidad y de un círculo muy reducido con [el secretario general Volker] Kauder al frente. No es mucho, pero puede ser suficiente".

La lista de zancadillas, meteduras de pata de la candidata y errores ajenos a Merkel que acumula la democracia cristiana hace incluso temer por el triunfo el 18 de septiembre, a pesar de los 14 puntos de diferencia en la intención de voto que registran los sondeos. Inició la lista de desatinos el ministro del Interior del Estado federado de Brandeburgo, Jörg Schönbohm (CDU), un ex general que aspiraba a ocupar la cartera de Defensa en un Gabinete Merkel. A Schönbohm sólo se le ocurrió atribuir al proceso de proletarización impuesto de forma violenta en la difunta RDA la culpa de los crímenes de la mujer que a lo largo de 11 años mató a nueve de sus hijos recién nacidos. Según Schönbohm, esa proletarización trajo consigo la destrucción del tejido social en lo que hoy son los nuevos Estados alemanes del Este. Eso explica, según Schönbohm, el asesinato de nueve bebés sin que vecinos o familiares lo adviertan. Una bofetada para todos los ciudadanos del Este, los Ossis, de los que un 68% todavía se considera hoy día, 15 años después de la reunificación, "ciudadanos de segunda".

A esa metedura de pata se sumó el presidente del partido hermano la CSU, el primer ministro de Baviera, Edmund Stoiber. El candidato derrotado por Schröder en 2002 todavía no ha digerido haber perdido las elecciones por sólo 6.000 votos. Stoiber atribuye a los votos de los Ossis su derrota. En aquella elección, Schröder aprovechó las inundaciones en el este de Alemania y el antiamericanismo de la población ante la inminente guerra en Irak para dar la vuelta a una elección que la demoscopia le daba por perdida.

Ahora Stoiber, a la primera ocasión que se le presentó, dio rienda suelta a su resentimiento al lanzar en un mitin que no se puede aceptar que los votos de "los frustrados del este de Alemania" decidan quién gobierna el país. Intentó, en vano, justificarse Stoiber al afirmar que lo de "frustrados" se refería al ex líder del SPD Oskar Lafontaine y a los poscomunistas del Partido del Socialismo Democrático (PDS) de Gregor Gysi. Éstos son los dirigentes del nuevo Partido de la Izquierda, resultado de la asociación entre el PDS y la Alternativa Electoral para el Trabajo y la Justicia Social (WASG), grupo formado por sindicalistas y socialdemócratas disidentes opuestos a los planes de recortes sociales del Gobierno de Schröder.

No contento con esa primera bofetada al electorado del este de Alemania, Stoiber insistió al referirse a ellos como terneros dispuestos a escoger su matarife, en alusión a la rampante intención de voto de los Ossis por el Partido de la Izquierda. Para redondear la faena, Stoiber añadió que si todos los votantes fuesen tan inteligentes como los de Baviera otro gallo cantaría en Alemania. Las zancadillas del líder bávaro a Merkel no cesaron. Poco después, Stoiber establecía en un 45% el resultado al que la democracia cristiana (CDU/CSU) debe aspirar el 18 de septiembre. La conclusión es obvia: si Merkel no supera ese listón, se la puede acusar de haber fracasado. La puntilla la dio Stoiber al desafiar a Lafontaine a un duelo televisado, cuya única utilidad habría sido sobrevaluar su propia figura, en detrimento de Merkel, y la de Lafontaine. Al final Stoiber entró en razón y sólo se prestó a un debate en las páginas de un periódico. Por si fuera poco, Stoiber torpedea a la candidata democristiana al no definirse sobre su permanencia el frente del Estado Libre de Baviera o si entrará a ocupar un puesto en el Gabinete de Merkel en Berlín. Esta indefinición deja a Merkel con las manos atadas a la hora de definir su equipo de gobierno.

De otro importante sector de la democracia cristiana, su grupo generacional, Merkel cuenta sólo con apoyos aislados. Un grupo de políticos democristianos en torno a los 40 años se conjuró en 1979 durante un viaje a Suramérica para dar la batalla por el poder en la CDU. Ese grupo se autobautizó con el mote de Pacto Andino. Hoy día, cuatro de aquellos 10 conjurados son primeros ministros de otros tantos Estados federados del oeste de Alemania del calibre de Baden-Wurtemberg, Hesse, Baja Sajonia y Sarre. Ni uno solo salió en defensa de Merkel ante la ofensiva de Stoiber.

Angela Merkel se dirige a sus seguidores durante un mitin electoral el pasado viernes en la isla de Ruegen.
Angela Merkel se dirige a sus seguidores durante un mitin electoral el pasado viernes en la isla de Ruegen.REUTERS

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