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REVUELTA URBANA EN FRANCIA

El Frente Nacional celebra el giro a la derecha del Gobierno francés

La ultraderecha espera beneficiarse de la ola de violencia callejera

Miquel Noguer

"Le Pen ya lo había dicho". Éste es el mensaje que el Frente Nacional tratará de hacer cuajar en la opinión pública francesa en los próximos días con el objetivo no disimulado de reclamar la paternidad del mensaje que desde la semana pasada viene lanzando el ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, sobre la necesidad de expulsar a los inmigrantes implicados en la oleada de violencia de las últimas dos semanas.

El Frente Nacional celebra el endurecimiento del discurso de Sarkozy, pero su líder, el veterano Jean-Marie Le Pen, espera que el electorado se acuerde de él: "Hemos sido nosotros, y no la UMP, los que tradicionalmente hemos defendido estas ideas".

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Y es que para la extrema derecha francesa la profunda crisis que padece el país puede ser la oportunidad de oro para recuperar los excelentes resultados que cosechó a mediados de los años noventa y que, pese a su notable tirón en las presidenciales de 2002, no ha logrado repetir en los últimos comicios legislativos, locales y regionales. Por esta razón, el entorno de Le Pen ya ha puesto en marcha toda su maquinaria propagandística para mantener su identidad como partido y su discurso singular frente a un Gobierno francés que, bajo la influencia de Nicolas Sarkozy, no deja de radicalizar su mensaje en torno a la inmigración.

La primera medida de la ultraderecha ha sido convocar una manifestación para el próximo lunes en pleno centro de París que encabezará el propio Le Pen y que estará presidida por dos lemas: el mencionado "Le Pen ya lo había dicho" y otro dirigido directamente a los inmigrantes: "Francia, o la quieres o la dejas".

A medio plazo, el objetivo son las elecciones municipales de 2007. Para entonces, el Frente Nacional intentará haber cicatrizado las heridas que le dejó su escisión de 1998, protagonizada por el díscolo Bruno Mégret, y que llevó a la aparición del Movimiento Nacional Republicano, partido que ha logrado notables resultados en el sureste francés, tradicional granero de votos del Frente Nacional.

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Es precisamente en las regiones de Provenza-Costa Azul, Roina-Alpes y Languedoc Rousillon donde el Frente Nacional tratará de convertir en un gran revulsivo los tumultos de las últimas dos semanas. Jackie Blanc, el jubilado que dirige con mano de hierro el Frente Nacional de Marsella, asegura que desde el principio de la oleada de violencia, los teléfonos de la modesta sede del partido en la segunda ciudad francesa no dejan de sonar. "Llevamos dos semanas en las que no pasa un día que no tengamos al menos un nuevo militante; las llamadas de apoyo las contamos por decenas. Aunque, créame, no nos alegramos en absoluto de la situación que se ha creado; antes que nada somos patriotas franceses".

Desde el batacazo electoral sufrido por el Frente Nacional en esta región en las municipales de 2001, cuando perdió la mayor parte de las alcaldías ganadas en 1996, su discurso se ha moderado hasta el punto de que en muchas ocasiones cuesta diferenciarlo del que practica la derecha tradicional a escala local.

"En 2001 pagamos el precio de la división", se lamenta Blanc tratando de obviar los graves escándalos de corrupción en los que se vieron implicados buena parte de los alcaldes de su formación. "Ahora tenemos un discurso más pragmático y realista", afirma.

Abuelos españoles

Sin embargo, Blanc no tarda en reafirmarse en los postulados más ortodoxos del Frente Nacional al culpar a la inmigración de todos y cada uno de los problemas que sufre Francia. "A diferencia de tantos inmigrantes llegados en los años cincuenta y sesenta, entre ellos mis abuelos españoles, los inmigrantes de ahora no vienen a trabajar; sólo quieren repoblar Francia y aprovecharse de su sistema social. Esto es lo que debemos combatir", afirma impasible.

Para que nadie olvide que la derecha tradicional sigue siendo su gran enemiga, Blanc no duda en recordar que fue el actual presidente de la república, Jacques Chirac, quien en 1975, entonces primer ministro, abrió la posibilidad de la reagrupación familiar de los inmigrantes. "Llegaron en masa. Aquello fue el principio del cataclismo que vivimos ahora", afirma Blanc.

Los bomberos tratan de extinguir un fuego en una calle de Schiltigheim (Alsacia), al noreste de Francia.
Los bomberos tratan de extinguir un fuego en una calle de Schiltigheim (Alsacia), al noreste de Francia.EFE

Contra la inmigración

Cerrar cualquier mecanismo de reagrupación familiar de los nuevos inmigrantes es lo que buscan ahora tanto el Frente Nacional como el Movimiento Nacional Republicano de Bruno Mégret, los dos grandes partidos ultraderechistas de Francia.

En su último mensaje de esta semana, Mégret ha repetido su receta para acabar con los disturbios: "Impedir cualquier nueva inmigración, expulsar a todos los extranjeros clandestinos, castigar a los padres de los jóvenes vándalos y retirar la nacionalidad francesa a aquellos ciudadanos de origen extranjero que hayan cometido delitos graves".

En este último punto, Mégret coincide completamente con uno de los diputados más polémicos de la mayoría gubernamental de la UMP, Jean Paul Garraud, que esta misma semana defendió tal medida para castigar a aquellos inmigrantes que buscan "la destrucción de la nación francesa".

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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