_
_
_
_
_
Reportaje:Elecciones legislativas en EE UU

Gates o la vuelta al realismo paterno

El nuevo secretario de Defensa incrementa el peso de los veteranos pragmáticos de Bush padre en política exterior y defensa

Con un cierto retraso -varios años-, George W. Bush está haciendo caso a los consejos de su padre sobre las personas más adecuadas para llevar la política exterior y de defensa. Robert Gates, que deja la presidencia de la Universidad de Tejas para ser el nuevo jefe del Pentágono, forma parte de la vieja guardia de republicanos realistas y pragmáticos de los que se rodeó Bush padre y que fueron desbancados por los neoconservadores después del 11-S. Su tarea -debería ser confirmado por el Senado a primeros de diciembre- será descomunal: pilotar un cambio de rumbo en un conflicto de difícil salida que se ha cobrado hasta ahora la vida de más de 2.800 soldados y de cientos de miles de iraquíes y que ha costado más de 300.000 millones de dólares.

Gates recomienda el diálogo con Irán y un papel más activo en el conflicto israelopalestino
Más información
El Pentágono revisa su estrategia en Irak

Gates, de 63 años, ha trabajado para seis presidentes, demócratas y republicanos, siempre en inteligencia y seguridad. Ingresó en la CIA en 1966 y llegó a dirigirla de 1991 hasta 1993. Antes estuvo en el equipo de Seguridad de la Casa Blanca con Brent Scowcroft -mano derecha del antiguo presidente y un duro crítico de la actual guerra- y ahora pertenecía al Grupo de Estudios de Irak, dirigido por James Baker, otro realista del equipo de Bush padre. En una nueva señal del regreso de los veteranos, Gates será sustituido en el Grupo por Lawrence Eagleburger, último secretario de Estado de Bush padre y estrecho colaborador de Baker.

El presidente dijo ayer que Gates ha demostrado ser "un agente del cambio", y que aportará "una visión renovada sobre la estrategia de Irak y lo que tenemos que hacer para vencer". Es posible que la aporte, pero esa visión implicará fricciones. Gates, viejo amigo de la familia Bush y muy bien visto en el establishment de seguridad y defensa de Washington, tiene ideas propias.

Ha defendido al presidente al sostener que los organismos de espionaje le llevaron a engaño sobre si Sadam Husein tenía armas de destrucción masiva, pero también ha afirmado que la política de ataque preventivo es irrealizable "sin datos exactos de inteligencia". Gates cree que sería difícil y contraproducente intentar derribar la teocracia de Irán por la fuerza y que EE UU tiene que sentarse a la mesa con el Gobierno de Teherán. Y piensa que Washington necesita ser mucho más activo en el conflicto entre israelíes y palestinos.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Gates es un punto de encuentro entre republicanos y demócratas, y Bush anunció su nombramiento al día siguiente de la derrota electoral porque lo había preparado -y consultado con la oposición- desde hace semanas. Los demócratas, a pesar de recordar la proximidad de Gates a algunos de los protagonistas del escándalo Irán-Contra [el desvío de fondos de la venta de armas a Irán a la contra nicaragüense con Ronald Reagan], celebraron la propuesta: "Creo que va a servir para encontrar una solución a Irak en lugar de mantener el rumbo", dijo Nancy Pelosi, futura presidenta de la Cámara.

Frente al idealismo radical de los neoconservadores, "Gates es un realista, y creo que da lugar a una nueva ecuación, y es muy interesante: por una parte se suma un realista más al equipo de Defensa y Política Exterior, que hará causa común con la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, y con el consejero de Seguridad, Stephen Hadley", señala Philip J. Crowley, director de Seguridad Nacional en el Centro para el Progreso de América. "En la misma operación, hay un halcón menos en ese equipo. Podría, por tanto, abrirse una nueva dinámica, pero eso no garantiza que el presidente esté dispuesto a modificar significativamente la estrategia, ni implica automáticamente que vaya a haber cambios específicos; es algo que está por ver".

Crowley cree que el informe de Baker y Hamilton "quizá no diga cosas muy nuevas, pero es una buena oportunidad para tener una perspectiva renovada que valore la situación real, que analice lo que se puede conseguir y cuál debe ser el papel adecuado para los militares en el marco de una estrategia general".

"Gates", dijo Bush al nombrarlo, "sabe que el desafío de proteger a nuestro país supera lo que puede ofrecer un solo partido y ha trabajado con líderes de ambas formaciones para mejorar la seguridad nacional". Si es tan bueno e Irak se ha complicado tanto desde hace meses, ¿por qué no haberlo nombrado antes, por qué no haber destituido a Rumsfeld hace un año? "Es un auténtico misterio", bromea Crowley, que trabajó en el Pentágono y que recuerda que Defensa es "un puesto agotador", y que Bush debería haber aceptado su dimisión cuando se la presentó, después de haber ganado las elecciones de 2004. Rumsfeld, dice, "estaba tan inmerso en los problemas que creo que no veía la realidad de Irak tal cual es".

Eso coincide con la revelación de colaboradores cercanos de Gates: según The New York Times, a la vuelta de una visita a Irak dijo que no entendía cómo Rumsfeld no había reaccionado con más rapidez al deterioro de la situación. Aunque el presidente elogió a Rumsfeld en la despedida, su fracaso, compartido sin duda con Bush y el vicepresidente Cheney, es obvio. En una levísima e implícita autocrítica, Bush lo admitió: "El mensaje electoral es claro: los norteamericanos quieren que sus líderes en Washington dejen de lado las diferencias partidistas y trabajen juntos para abordar los problemas que tenemos".

Con retraso, Bush parece haberlo entendido, pero ha hecho falta la pérdida del control republicano del Congreso y el deterioro en Irak para que el presidente -que paga, entre otros, el precio de arrancar sus dos últimos años mucho más cuesta arriba de lo que había pensado- haya pedido ayuda a los círculos paternos, aunque es cierto que Gates recibió el ofrecimiento, hace año y medio, de ser director nacional de Inteligencia, el puesto que luego ocupó John Negroponte.

¿Por qué ahora ha dicho que sí? "No dudé cuando el presidente me pidió que volviera a servir al país", dijo Gates el día del nombramiento, pintando con escasa modestia una imagen de salvador, "porque hay riesgos para nuestra seguridad nacional y los intereses estratégicos a largo plazo y porque muchos norteamericanos que están en las Fuerzas Armadas corren peligro".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_