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Reportaje:FUERA DE RUTA

La cálida noche rifeña

Alhucemas, antiguo protectorado español en la costa marroquí

Alhucemas, la actual Al Hoceima, vendría de Al Khozama, que significa espliego. Es un buen nombre para una ciudad que se tiñe de color lavanda al atardecer y que se derrama a lo largo de una sinuosa línea de calas con las espaldas cubiertas por los montes del Rif. Muchas casas del centro están colgadas de un farallón con forma de herradura sobre playa Quemado. Aún se conoce con semejante disonancia a esa playa que, al igual que Cara Bonita, mantiene su nombre del tiempo colonial. Desde playa Quemado se ve Alhucemas como una ciudad casi flotante en el aire como el castillo de Magritte. Cuando el día acaba, y el almuédano convoca a la oración, los chillidos de las gaviotas toman playa Quemado y la noche rifeña se insinúa provocando nostalgias y deseos, aunque sea de un té con yerbabuena.

El terremoto del 24 de febrero de 2004 causó más de medio millar de muertos sólo en la ciudad de Alhucemas. Es la zona más sísmica de Marruecos, con epicentro en la falla de Nekor, frente por frente del peñón de Alhucemas. El seísmo, de una intensidad de 6,5 en la escala de Richter, devastó pueblos enteros y en la misma Alhucemas dejó incontables grietas, cicatrices y agujeros. El zoco todavía tiene alguna huella de eso, pero es digno de ser visitado por su toque entre exótico y familiar, por sus granadas y chicharros, sémola y azafrán, higos chumbos del Rif y caquis de Andalucía. Un pescadero te puede decir que ya podría alguien arreglar las aceras cuarteadas. Pero esta pequeña ciudad, asomada a un mar de plata lleno de sardinas, y adornada con playas rubias y sanos pinares, para todo se toma su tiempo. Alhucemas siempre ha sobresalido por su placidez en la costa del noreste de Marruecos, una sucesión de calas bravas y vacías y montes pelados con escasos aduares que van hasta Melilla y más allá.

A contramano

Por otro lado, Alhucemas tiene ese punto atractivo de los viajes a ciudades a contramano, incluso de los viajes a destiempo. No sólo tiene a favor buenas vistas y playas que no se llenan ni siquiera en lo más caliente del verano, sino el carácter de la gente local, los de las cabilas beni urriaguel y bocoya, con su mezcla de afabilidad y orgullo. Luego está todo ese filón de lo histórico evocativo. Alhucemas atrajo, como si fuese un imán, muchas turbulencias y codicias en ambas bandas del Mediterráneo. Llegó a llamarse Villa Sanjurjo desde 1926 a 1956, con el paréntesis de Villa Alhucemas durante la II República. El general Sanjurjo, perejil de muchas salsas agrias y no menos golpes, participó en el desembarco de Alhucemas de 1925, el que lavó la cara militar tras el desastre de Annual de 1921. Después, Sanjurjo contribuyó a fundar la moderna Alhucemas sobre lo que apenas era un caserío junto a la batería de playas que van desde Quemado hasta Isly (antiguamente, Espalmadero).

Alhucemas dista apenas 160 kilómetros de Melilla. No tiene sentido seguir viéndola como un rincón de la geografía y de la historia. En Nador, la primera ciudad marroquí después de la frontera, hay carteles que anuncian taller de Mikanika o Tchatarrería Carlos. Nunca se sabe. El rótulo de farmacia sigue ganando la mano a Pharmacie. Hace unos meses han terminado una nueva carretera que bordea la solitaria costa del Rif y en un par de horas se está en Alhucemas, un lugar que nada más llegar no parece extraño. Los dueños de la Panadería La Rifeña dicen que no quieren cambiar el bonito rótulo de su establecimiento, con una barra y una hogaza, que viene de cuando el Protectorado. Muchas calles del centro conservan sus viejas placas en español y en árabe. En el puro cogollo de la villa se alza el muy activo Instituto Español Melchor de Jovellanos, perteneciente al Ministerio de Educación y Ciencia, y enclavado en un edificio de pretensiones andalusíes o neomoriscas con un gran escudo preconstitucional de azulejos que recuerda que eso fue un cuartel.

De todos modos lo más descollante de Alhucemas es la isla que está frente a la playa de Asfiha, a ocho kilómetros del centro. Parece la isla del día de antes, la de Umberto Eco, aunque no tenga palmeras. Más bien es una especie de fantasmagoría, un barco de piedra blanca lleno de edificios pegados unos con otros, los cuarteles, los almacenes, la iglesia y la torre que parece la cofa. Todo ello se asienta sobre un casco de sólidas murallas formando un conjunto compacto por donde se supone que no entra ni una gumía. Los nombres que recibe son tercos: peñón de Alhucemas, o presidio de Alhucemas, cuando en realidad se trata de una isla de 30 metros de altura, 150 de longitud y 80 de anchura. Fue un regalo que hizo en 1560 el sultán de Fez (el cherif Muley Mohammed) a Felipe II. Hoy sería el sueño de cualquier promotora turística de las que ya empiezan a dar sus pasos de pulpo en el litoral rifeño, incluso más allá de Melilla, hacia la frontera argelina.

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Aunque la historia del peñón de Alhucemas haya sido azacanada como pocas, la bandera española sigue ondeando allí. Fue sitiado por una escuadra inglesa en 1803, y ambicionado por los franceses. Por él pasaron piratas y, menos, moros y cristianos, y por lo que se refiere a España, abundantes prisioneros políticos, tanto liberales como carlistas. Cuenta el cronista melillense Constantino Domínguez que en 1838 se produjo la sublevación de la guarnición compuesta por Francos Voluntarios de Granada. El presidiario José María de Quintana tomó el mando de un batallón rebelde y consiguieron atrapar dos barcos con los que escaparon a la Península.

La Yemauría Rifía

El caudillo rifeño Abd el Krim era natural de Axdir, localidad contigua a Alhucemas y poblada por la gente beni urriaguel. En 1921, Abd el Krim llegó a implantar la Yemauría Rifía, la República del Rif, que no por breve dejó de promulgar sus leyes. Una de ellas obligó a las tribus a cortarse el pelo y en especial la coleta para que eso no fuera un signo distintivo de la cabila. Abd el Krim, el triunfador en la batalla de Annual, se quería sacar la espina del peñón español hincado en su patria chica. Lo atacó, pero sin resultado, y ahí está, como un navío a unos 800 metros de la playa.

El peñón no es visitable salvo con un permiso del Ejército español, pero se tienen buenas vistas de él viniendo por carretera desde Alhucemas y desde la misma arena de Asfiha. Los Regulares de Melilla que lo custodian tampoco desembarcan para confraternizar o avituallarse, eso se hace desde Melilla y por el mar de Alborán. En caso de necesidad aterriza un helicóptero militar en la minúscula plaza del peñón.

Los marroquíes lo llaman Adgiar en Necor, peñón de Nekor, el nombre de un antiguo emir local. También se llama Nekor el río que riega la buena vega que se extiende en el litoral. Hasta 2003 funcionaba allí mismo, bien camuflado entre un bosque y el mar, un flamante Club Méditerranée. Hoy día está medio comido por la maleza y en espera de acontecimientos, por lo menos urbanísticos. Es otra sorpresa de un lugar que a fin de cuentas debería ser llamado islas Alhucemas. Y es que al lado del peñón están la isla del Mar, o de Afuera, usada antaño como cantera, y la isla de Tierra, o de Adentro, que sirvió como cementerio según se ve en el excelente mapa de 1850, obra de Francisco Coello. Ambas islitas son unas canchas pedregosas, deshabitadas, y alcanzables a nado desde la playa, pero en ellas se enseñorea la bandera española sin que se haya tenido constancia de una invasión de cabreros, de bañistas con flotadores de pato, o de otro tipo, como sucedió en Leila, o Perejil, peña allá por Ceuta y teatro de algo que de cantar de gesta se quedó en fanfarria.

Luis Pancorbo es autor de Abecedario de antropologías (Siglo XXI). Dirigió en Televisión Española el programa Otros pueblos..

La playa Quemado de Alhucemas (Al Hoceima) conserva su nombre del tiempo colonial. Al fondo, el farallón con forma de herradura que acoge el casco antiguo.
La playa Quemado de Alhucemas (Al Hoceima) conserva su nombre del tiempo colonial. Al fondo, el farallón con forma de herradura que acoge el casco antiguo.CARLOS SERRANO

GUÍA PRÁCTICA

Cómo llegar- En verano, Comanav (www.comanav.co.ma) yAcciona Transmediterránea (www.transmediterranea.es) tienen ferrys con conexiones diarias Almería-Alhucemas.- Entre octubre y mayo, se puede viajar a Melilla y de allí ir en coche a Alhucemas, que dista 160 kilómetros. Iberia (902 400 500; www.iberia.com) vuela desde Madrid a partir de 138,25 euros, tasas incluidas.Acciona Transmediterránea tiene ferrys con dos conexiones diarias Málaga-Melilla y una con Almería.Información- www.turismomarruecos.com.- www.alhucemas.info.

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