_
_
_
_
_
Reportaje:AIRE LIBRE

Ríos en tierras de miel

El valle de Ayora, un reducto valenciano de calma

Paco Nadal

Se accede a él con más facilidad desde Almansa, en la llanura albaceteña, que desde la capital provincial, de la que le separa el macizo del Caroche. No es valencianohablante, porque fue repoblado con aragoneses. Y en vez de paella, el plato local por excelencia es el gazpacho ayorino, muy parecido al manchego. Sin embargo, pertenece al Reino de Valencia desde tiempos de Jaime I y se siente tan valencià como el que más, aunque un poquito olvidado por sus paisanos en esta esquina suroeste de la comunidad.

Hablamos del valle de Ayora, una de las comarcas más desconocidas de Valencia, un territorio de interior, muy montañoso, donde están las dos mayores cumbres provinciales (el Caroche, de 1.126 metros, y la sierra de Palomera, con 1.230 metros), de inviernos fríos y primaveras radiantes, de valles apacibles cuajados de pinos y almeces y de pueblos silentes de nombres extraños (Jarafuel, Jalance, Zarra, Ayora...) alineados en torno al río Reconque, que junto a la N-330 sirve de hilo conductor y de eje imaginario a esta comarca rica en miel, tradiciones y olvido.

Ayora es la capital del valle. Una ciudad de 5.000 habitantes y hondo pasado como cabeza de un señorío medieval que conserva aún un entramado de calles frescas y ondulantes en el barrio de los Altos y una soberbia iglesia renacentista, una de las mayores de Valencia en su estilo, costeada con los dineros de doña Mencía de Mendoza, marquesa de Zenete, a quien pertenecían estas tierras. Hoy vive de la agricultura y sobre todo de la miel. Los mieleros de Ayora hicieron fortuna exportando el dulce manjar a media España primero en carretas, y ahora en camiones. La cercana industria turronera de Xixona fue su principal cliente. El Ayuntamiento ha preparado la ruta del Hilo Rojo, un recorrido turístico marcado por una línea encarnada pintada en suelo y paredes que guía al visitante por los principales hitos monumentales e históricos de la villa, incluida la plaza Mayor, de planta alargada.

En Ayora se pueden ver aún en buen estado de salud los lienzos del castillo. Su emplazamiento goza de línea visual directa con el de Teresa de Cofrentes, y éste con el de Jarafuel, que a su vez mira al de Jalance, y éste, al de Cofrentes. Entre todos formaban una malla defensiva que desempeñó un papel determinante en el llamado "último otoño morisco", la sublevación de los musulmanes conversos del valle ante el decreto de expulsión de Felipe III en 1609. Los moriscos ayorinos resistieron atrincherados en el valle durante unos meses y su derrota y final expulsión supuso una gran tragedia humana.

Esa impronta mestiza se nota aún en el paisaje, en la agricultura y en las artesanías del lugar. Aquí resiste aún uno de los últimos fabricantes manuales de horcas y bastones de madera de almez, Joaquín Martínez, la cuarta generación de una familia artesana de cuyo taller de Jarafuel han salido, según cuentan, varios bastones para Antonio Gala. El almez sigue siendo un árbol habitual en los ribazos y bancales del valle de Ayora. Sus palos eran dirigidos ya en la copa, antes de cortarlos, para modelarlos y usarlos después en la fabricación de horcas, bastones, sillas... También hay largos posos de tradición en los mieleros, como la familia Cerdá, cuya fábrica en Ayora es continuadora de una tradición melífera que se pierde en la noche de los tiempos.

Los moriscos se fueron, pero ha llegado una nueva hornada de pobladores al valle. Son los ingleses, el último fenómeno social en el pequeño y aletargado universo ayorino. Vienen huyendo de los agobios de la costa y compran casas de campo aisladas.

Boletín

Las mejores recomendaciones para viajar, cada semana en tu bandeja de entrada
RECÍBELAS

Una excursión agradable consiste en subir en coche hasta el pico Palomera, a través de los pinares de la finca La Hunde, un gran paraje natural con zona de recreo y barbacoas. La pista de tierra termina en este pico de forma mesetaria desde el que se tiene la mejor panorámica del valle.

Al fondo, hacia el norte, se puede ver cómo el Reconque se une al Cabriel y éste a su vez desagua en el Júcar cerca de Cofrentes, el otro gran núcleo urbano del valle. El topónimo es una deformación de confluentes, en alusión a la unión de los tres cauces y a la abundancia de agua. Aunque Cofrentes es hoy más famoso por la central nuclear que por su bien rehabilitado castillo o por los parajes de bosque mediterráneo que lo rodean.

El castillo de Chirle

De la presa de Cofrentes, que regula el cauce del Júcar, parte un barco turístico que recorre la garganta de piedra por la que el Júcar se cuela para salvar la rugosidad de esta comarca de serranías agrestes. Funciona a diario en verano, y durante el resto del año, sólo los fines de semana. El paseo dura un par de horas por un paraje soberbio y cortado a pico. La profundidad del río es enorme aquí, hasta 75 metros de agua; la altura de las paredes de caliza que lo constriñen, también. En lo alto de uno de los más grandes murallones de roca se ve el castillo de Chirle, una fortaleza de cuento enclavada en un sitio imposible. El recorrido termina en la presa de Cortes de Pallars, donde mucha gente se baja para pasar el día caminando por algunos de los senderos señalizados en la sierra y retornar al punto de partida con el último barco.

Otro monumento natural es la cueva de Don Juan. El Ayuntamiento de Jalance, al que pertenece, la tiene hecha un primor, con iluminación y senderos en el interior. Si después de tanto paseo fluvial y subterráneo entra hambre, no hay problema. Pida perro, que no es ninguna atrocidad canina, sino un embutido local similar al morcón. O guarra, un híbrido autóctono entre morcilla y longaniza. Si se queda con hambre, puede rematar con un gazpacho ayorino en El Regajo; un arroz al horno con longaniza, garbanzos y tocino en El Rincón, o algo de la nouvelle cousine ayorina en El 77. La siesta será de las que hagan historia.

El paseo en barco turístico por la garganta del río Júcar sale de la presa de Cofrentes y dura un par de horas.
El paseo en barco turístico por la garganta del río Júcar sale de la presa de Cofrentes y dura un par de horas.PACO NADAL

GUÍA PRÁCTICA

Comer - El 77 (962 19 13 15), en la carretera nacional, en la travesía de Ayora. Entre 25 y 40 euros. - El Regajo (962 19 15 30), a las afueras de Ayora. De 15 a 20 euros. - El Rincón (962 19 17 05), en Ayora. Alrededor de unos 25 euros.Actividades - Cueva de Don Juan (686 95 04 57). Hasta el 15 de octubre, a diario de 10.00 a 14.00. - Paseos en barco por el Júcar (626 22 00 22). En verano, diario a las 10.00, 11.30, 13.00, 14.30, 16.00 y 17.30. 15 euros por persona.- Descensos en canoa por el Cabriel (647 04 77 16; www.cabriel.com).Información- Oficina de turismo de Ayora (961 89 06 58; www.ayora.es).- Asociación de Turismo Rural Valle de Ayora (www.alojamientos ruralesvalencia.com).

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_