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La hoguera griega sigue encendida

La oleada de protestas y violencia que sacude Grecia cumple una semana

María Antonia Sánchez-Vallejo

Que una crisis política se salde sin dimisiones es algo bastante normal en los países mediterráneos, pero que una crisis nacional se cobre la renuncia de un catedrático resulta sorprendente. El rector de la Universidad de Atenas, Jristos Kitas, ha presentado su dimisión tras la ola de disturbios que desde hace una semana recorre Grecia, pero el presidente del país, Karolos Papulias, le ha rogado que continúe al frente de un comité de crisis hasta que las aguas vuelvan a su cauce.

"La juventud se está yendo al garete", afirmaba ayer Kitas, un reputado intelectual. "Y no será porque no hayamos avisado. No ahora, sino hace al menos dos años, dije a todo el que quisiera oírme que hay un divorcio absoluto entre la juventud y el sistema, pero nadie me hizo caso. Ahora todos reparan en los jóvenes. Su rabia ha tocado el corazón de la Universidad, y eso es lo grave, porque no sólo es un recinto donde se dan clases, sino un símbolo de la sociedad", explica el rector.

"Hay un divorcio entre la juventud y el sistema", dice el rector de la Universidad
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La violencia continúa en las calles de Atenas

La violencia callejera ha provocado una conmoción en la ciudadanía y una parálisis en el Gobierno, aunque Panos Livadas, secretario de Estado de Información, desecha la palabra crisis para definir la actual situación del Ejecutivo: "No hay ninguna crisis. Lo que pasa es que hay muchos jóvenes en las calles, y nuestra prioridad es que no se derrame ni una sola gota más de sangre, por eso debemos manejar la situación con extremo cuidado. Los acontecimientos se extinguirán por sí solos".

Pero una semana después de la muerte por un disparo de la policía del joven Alexandros Grigoropulos, de 15 años, los ánimos siguen muy inflamados. A las concentraciones cotidianas, que invariablemente concluyen en enfrentamientos, sucede una engañosa apariencia de normalidad que ofrece vía libre a la acción de los radicales. Alrededor de 400 centros educativos en todo el país están ocupados por profesores y estudiantes. Y en los principales campus universitarios continúa el movimiento de resistencia, o rebelión, contra el sistema.

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"Claro que tienen razón para expresar su malestar, toda la razón del mundo", dice el rector Kitas. "Los programas políticos los han olvidado, y lo que yo pido ahora a los partidos es que se pongan de acuerdo de una vez para tomar medidas que permitan salvar la educación e impedir que se acumule más rabia. Quiero creer que aún estamos a tiempo".

De todos los protagonistas legítimos de esta contestación popular, Kitas excluye a los anarquistas, a su juicio quienes han prendido la chispa de la violencia aupados sobre el malestar de los jóvenes. Pero la radiografía de algunos de estos antisistema también permite constatar la quiebra del sistema educativo y, por extensión, la vía de agua abierta en la sociedad griega.

Ilias, de 21 años, e Irini, de 17, son dos de los "miles de anarquistas griegos" que ocupan el recinto de la Universidad Politécnica de Atenas. En las manifestaciones llevan capucha "por seguridad, para no ser fotografiados ni filmados" y, según las circunstancias, arrojan piedras a los antidisturbios o contra los escaparates "cuando nos provocan o nos vemos acorralados". Ilias es técnico electricista y busca trabajo desde que acabó la formación profesional, hace tres años. Forma parte del 23% de jóvenes griegos desempleados, el porcentaje más alto de la UE. Irini estudia una rama técnica de Informática: "Tiene más salidas, y al menos no tienes que pagarte una academia privada para aprender, como en secundaria".

Los dos se quejan del abandono en que se encuentra el sistema educativo. "Hay chavales que aún van a escuelas instaladas en contenedores tras el terremoto de 2006", afirma Ilias. Y, pese al gran crecimiento económico del país, tienen que contentarse, si encuentran trabajo, con un sueldo de 500 euros mensuales. "¿Quién vive así?". Pero si fueran universitarios tampoco ganarían más de 700 euros. Esta generación mal pagada es el ingrediente fundamental de "un magma explosivo" -son palabras del rector ateniense- listo para estallar.

Varios manifestantes simulan ser prisioneros ante los policías antidisturbios que vigilan la sede del Parlamento en Atenas.
Varios manifestantes simulan ser prisioneros ante los policías antidisturbios que vigilan la sede del Parlamento en Atenas.REUTERS
Después de una semana de disturbios, Atenas parecía haber aplacado la llama de la violencia. Incluso en los actos de protesta, las velas habían ocupado el lugar de los cócteles molotov. Sin embargo, este sábado a última hora, la plaza del Parlamento se transformó de nuevo en escenario de conflicto, donde agentes y manifestantes interpretaron su evidente falta de entendimiento. Todo volvió a comenzar, frente a los escudos, las amenazas, los gritos, las carreras. Y el fuego que parece devorar las calles.Vídeo: AGENCIA ATLAS

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