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El conflicto de Oriente Próximo

Hamás dispone de cohetes capaces de llegar a sólo 20 kilómetros de Tel Aviv

Más de medio millón de israelíes se hallan al alcance de la artillería palestina

Hace tres años costaba hallar en el mapa los pequeños kibutzim castigados por los cohetes Kassam. Sderot -alrededor de 20.000 habitantes- era la única población amenazada con etiqueta de ciudad. No más de 30.000 israelíes vivían pendientes de los sistemas de alarmas. Ashkelón comenzó a ser diana hace un año. Y el lunes -tercer día de la campaña militar israelí contra Gaza- Hamás empezó a emplear su mejor arsenal. Varias ciudades que nunca habían sufrido ataques fueron alcanzadas. Ya son más de medio millón de personas las que deben aprender cómo protegerse de los cohetes, cada días más potentes y precisos, de las milicias. El efecto psicológico, para un país que de por sí se siente siempre acosado, es traumático.

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"Llegamos a Ashdod, seguro", comentaba un dirigente de Hamás de la ciudad de Gaza en septiembre. Los servicios de seguridad israelíes tampoco lo desconocían. Desde hace meses, el Ejército venía adiestrando a los ciudadanos de Ashkelón, Ashdod, Netivot y Kiryat Gat para afrontar situaciones como las de ayer. "Estas instrucciones salvan vidas. Los civiles que murieron en Netivot y Ashkelón el lunes podrían haber salvado sus vidas. Pido a los ciudadanos del sur que no caigan en un estado de complacencia y entiendan que estas directrices son cuestión de vida o muerte", advirtió el general Yair Golan. En Yavneh, a 40 kilómetros al norte de Gaza y a sólo 20 de Tel Aviv, no imaginaban que un cohete Katiusha impactaría en sus vidas.

La segunda guerra de Líbano, en el verano de 2006, fue la primera de las seis que han batallado Israel y sus vecinos que afectó directamente a la población israelí. El norte del Estado se convirtió en una región fantasma y miles de civiles pasaron 33 días en los refugios. No es el caso del sur de Israel, pero para sus ciudadanos es insoportable la sensación de acoso que supone el arsenal de Hamás, por modesto que sea. Porque, salvando las grandes distancias en materia militar entre Hezbolá y el movimiento palestino, éste ha conseguido también colocar un gran pedazo de Israel bajo la amenaza de sus cohetes.

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David Ben Gurión, el fundador del Estado, fue un gran impulsor de la colonización del desierto del Negev, una región árida y poco atractiva. Las andanadas de Hamás están provocando una emigración lenta pero constante, hasta el punto de que vuelven a proliferar las desgravaciones fiscales y subsidios oficiales para atraer población al sur. Mientras, se dedican millones de euros a reforzar escuelas, edificios públicos y a mejorar la condición de los refugios. El sistema de defensas anticohetes -desarrollado por la industria armamentística israelí- todavía se halla en fase de pruebas y se topa con dificultades para interceptar cohetes que cubren cortas distancias y que en 15 segundos aterrizan en tierra.

Es un secreto, naturalmente, la cantidad de cohetes Katiusha con que cuentan las Brigadas Ezedín el Kassam, el brazo armado de Hamás. Los cohetes más rudimentarios se fabrican en talleres de Gaza de modo artesanal, pero los Grad y Katiusha llegan a los búnkeres de la franja a través de los túneles construidos en la frontera con Egipto. Desde que en junio de 2007 el movimiento fundamentalista se apoderara del territorio mediterráneo en su lucha contra Al Fatah, han tenido tiempo para abastecerse. ¿Hasta qué punto? Es una incógnita que puede desvelarse si las refriegas se prolongan durante muchos días.

En los cuatro días que se prolonga la contienda, las milicias palestinas han disparado alrededor de 300 cohetes y granadas de mortero que han causado la muerte a cuatro israelíes. Si los mandos militares optan por la invasión terrestre, se comprobará si las granadas antitanque y los explosivos a disposición de los milicianos han aumentado su poder de destrucción. A comienzos de diciembre, un buen conocedor de los entresijos de la milicia de Hamás aseguraba a este diario que las cargas explosivas colocadas bajo tierra hace muchos meses estaban siendo reemplazadas por otras de mayor calidad. El subsuelo de Gaza está horadado, especialmente en las cercanías de la frontera a la espera de una operación por tierra israelí. Búnkeres o depósitos de armas los hay en todos los barrios.

Algunos analistas aventuraban ayer que Hamás, confiado en sus fuerzas, está deseando que Israel lance la invasión terrestre. Es la ventaja de no tener que pagar apenas precio político por las bajas propias en una tropa extremadamente dispuesta al sacrificio. Justo en las antípodas de lo que sucede en Israel. Los errores de cálculo y el regreso de cadáveres de uniformados hacen caer Gobiernos.

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