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Al Fatah se convierte en una baja colateral

El partido del presidente Abbas pierde prestigio entre los palestinos

Gaza arde arruinada y Hamás encaja un castigo demoledor a su milicia. Y, sin embargo, las imágenes de televisión han provocado un golpe mortal a su rival político, Al Fatah, el partido fundado por Yasir Arafat, hegemónico durante medio siglo. No son las tomas de los niños sin piernas o los cuerpos quemados; son las de los policías de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) cargando contra los manifestantes de las ciudades de Cisjordania. Sacan de quicio a los palestinos de Hebrón, Nablús o Yenín. Se han desconvocado protestas por falta de asistentes en Ramala mientras el mundo musulmán sale a la calle para expresar su indignación por la carnicería que Israel perpetra en la franja mediterránea. Los palestinos están furiosos. Y la ira tiene un destinatario: el presidente Mahmud Abbas y la ANP. Su prestigio y el de Al Fatah están por los suelos.

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Coches oficiales han sido apedreados en bastiones de Al Fatah mientras Abbas condena las atrocidades —faltaría más—, pero sin adoptar decisión alguna. Varios de sus asesores le imploran que "autorice las manifestaciones, que se sume a ellas o que libere a los cientos de presos de Hamás que ha encarcelado en los últimos meses" de persecución fratricida contra los islamistas. Lo que sea para tratar de recuperar una imagen devastada por años de corrupción y por el fracaso del camino de la negociación con Israel. Sólo el clientelismo y las millonarias inyecciones financieras de Occidente mantienen vivo a un partido que huele a podrido.

La consternación ante los acontecimientos de Gaza —aunque algunos analistas aseguran que parte de la dirección de Al Fatah está encantada con el varapalo a los islamistas— se une a la preocupación por un porvenir sombrío. "La población se sintió defraudada, porque el proceso de paz es una mentira; sólo ve cómo se amplían las colonias judías y la construcción del muro. Israel ha asesinado el proceso de Annapolis y Al Fatah pagará las consecuencias", opina el diputado Fayez Saqqa. "Uno de los principales objetivos de la agresión a Gaza", continúa, "es debilitar al presidente. Se trata de colocar cadáveres encima de la mesa para que no pueda negociar. Para cualquier dirigente será doloroso estrechar la mano a alguno de los líderes que ha ordenado la masacre".

"Israel quiere consagrar la división política entre Gaza y Cisjordania, reforzar a Hamás en la franja y hacer invisible al presidente", señala Saqqa. No sería la primera vez. Antes de las elecciones palestinas de 2006, los ministros de Ariel Sharon tildaban a Abbas de "irrelevante". "Dirá Israel que no hay socio para la paz. Pero lo que no quiere ni en pintura es un Estado palestino en las fronteras de 1967. Apreciamos mucho cabreo de la gente con la ANP y con el resto del mundo, pero no con Hamás", concluye el diputado.

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Los políticos de Al Fatah han amenazado varias veces con suspender el diálogo con el Gobierno de Ehud Olmert. Puro lamento hacia la galería. "Barajamos la posibilidad de disolver la ANP, sin descartar la resistencia armada. No podemos permitir que los palestinos digan que somos serviles ante la ocupación", vuelve a advertir Saqqa. La acusación de colaboracionismo con Israel, el peor de los pecados, está en boca de infinidad de palestinos.

Es esa, precisamente, la opción que promueve Alí Jarbaui, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Bir Zeit. Alérgico a la violencia —"ni la negociación ni la resistencia sirven para nada", asegura—, el académico es rotundo: "Debemos disolver la ANP y mantenernos bajo ocupación. Nuestra autonomía es una burla. Aceptemos que Cisjordania y Gaza son Israel y que se haga cargo de todo, porque la ANP libera a Israel del coste de la ocupación y encima nos convierte en pedigüeños. El problema es que quienes toman las decisiones viven en un mundo virtual".

A ras de suelo trabajan los jefes fundamentalistas, conscientes de que su estrategia no está constreñida por calendarios a corto plazo. Temen en Al Fatah que políticamente salgan fortalecidos de la campaña militar lanzada por Israel. "Hamás puede perder su arsenal, pero gana argumentos. Abanderan la idea de que la negociación es inútil. Israel lo sabe y lo alimenta", estima Saqqa. Y coincide Jarbaui: "Hoy día crece el apoyo a Hamás en Palestina y en el mundo árabe. Pero dentro de dos o tres meses se verá su verdadero respaldo. Lo que sucede en Gaza es otro golpe a Al Fatah. Deberían darse cuenta de que no debe aceptarse una negociación sin límite temporal. Abbas está pagando el precio político por ello".

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