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Reportaje:La muerte de Bin Laden | Las repercusiones políticas

La CIA: misión cumplida

La agencia se rehabilita tras el aluvión de críticas por su fracaso en el 11-S

En los últimos años, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) no ha recibido muchas alabanzas. La Comisión de Investigación de los atentados de 2001 la responsabilizó de haber ignorado pistas que podrían haber evitado más de 3.000 muertes. Su imagen quedó luego manchada durante la Administración de George Bush por los vuelos secretos para trasladar a presos a cárceles ocultas donde les sometía a técnicas de interrogación extremas. Cuando tomó posesión de su cargo en 2009, Barack Obama se propuso depurar la agencia, dejar atrás las torturas y encargarle un cometido principal: capturar a Osama bin Laden, vivo o muerto. Fue una misión que duró 10 años y que el domingo quedó cumplida.

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La operación, ejecutada por una brigada contrainsurgente de la Armada, fue calificada por el propio presidente de éxito de la CIA, agencia fundada en 1947 para el espionaje internacional. Al llegar al Despacho Oval, Obama le confió la dirección de la agencia a Leon Panetta, un veterano político demócrata. "Le encargué que matara o capturara a Bin Laden, la prioridad de nuestra guerra contra Al Qaeda", dijo el presidente el domingo.

En 2007, una minuciosa investigación de la CIA llevó a la identificación de un mensajero cercano a Bin Laden. Dos años después, la agencia tenía un mapa de las localizaciones de Pakistán y Afganistán donde ese mensajero y su hermano operaban. El pasado agosto se identificó su residencia en Abbottabad, en Pakistán. En aquel mismo complejo vivía una familia, que posteriormente se confirmó que era la de Bin Laden.

La operación ha provocado que la CIA reciba alabanzas por parte de políticos de ambos signos, demócratas y republicanos. Son las primeras tras una década de críticas. El exvicepresidente Dick Cheney excedió todos los límites para asegurarse de que la agencia pudiera capturar al líder terrorista. Se saltó los protocolos pertinentes para ordenar la creación secreta de un programa antiterrorista en la CIA para cazar terroristas. Poco se sabe de aquel plan, que Panetta fulminó al enterarse de su existencia en 2009.

En aquellos ocho años, la CIA torturó a prisioneros en cárceles secretas: entre 2002 y 2003 se probaron sobre supuestos terroristas una serie de técnicas que el Departamento de Justicia de Bush recomendó en cuatro memorandos. En ellos se detallaba cómo no cruzar la delgada línea que separa el interrogatorio de la tortura, para evitar problemas legales. Así, se legitimó jurídicamente el ahogamiento fingido, que sobre Jaled Sheij Mohamed, el ideólogo del 11-S, se probó 183 veces.

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La orden de matar a Bin Laden es una de las últimas que Panetta habrá dado. El 30 de junio abandonará la agencia para ocupar la secretaría de Defensa. Su cargo lo ocupará el general David Petraeus, hasta ahora responsable de las operaciones contrainsurgentes en Irak y Afganistán.

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