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Ataque suicida en el funeral por el hermano asesinado de Karzai

Récord de víctimas civiles en el primer semestre de 2011, según la ONU

El atentado suicida de ayer en Kandahar contra los asistentes al funeral de Ahmed Wali Karzai, hermanastro del presidente, iba dirigido contra el Gobierno afgano, nutridamente representado en la ceremonia fúnebre de la mezquita Roja, lo que subraya la situación de inestabilidad política e inseguridad que abre la desaparición del oficioso rey de Kandahar, asesinado el martes a tiros por uno de sus guardaespaldas.

Los seis muertos en el ataque, ninguno del Gabinete, se sumaron a otros seis civiles abatidos, en discutidas circunstancias, por las fuerzas internacionales en la provincia suroriental de Jost, bastión insurgente. Estas 12 muertes se inscriben en la tendencia que convierte a 2011 en el año más mortífero para los civiles en la década de guerra afgana, con al menos 1.462 bajas hasta junio.

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Un dicho afgano establece que "quien controla Kandahar controla Afganistán". Puede ser una exageración, pero el enfoque contrario sí es cierto: sin controlar Kandahar no se puede controlar Afganistán. Ahmed Wali Karzai era el señor de la región, corrupto y violento, que tocaba todos los palos, lo mismo para congeniar con los narcotraficantes que para tratar con las fuerzas aliadas.

Kandahar es territorio pastún, el principal grupo étnico de Afganistán, al que pertenecen los Karzai, y el control de la región es crucial para la suerte del presidente. El asesinato el martes de su hermano fue seguido del inmediato nombramiento de otro hermano como cabeza de la subtribu pastún de la familia, a la espera de ver quién se hace con posiciones políticas más relevantes.

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Fue una reacción inmediata del presidente para evitar el caos y contener las fuerzas que ahora pugnarán por hacerse con el poder del asesinado. Una seudoguerra civil en Kandahar, que reforzará a los talibanes, es lo último que necesitan los aliados, tras años de pugnar por estabilizar la región. Sin Ahmed Walid Karzai, Occidente se encuentra con un vacío difícil de llenar en ese bajo vientre afgano fronterizo con Pakistán.

A un intento de crear atmósfera de caos cabe atribuir el atentado de ayer, ejecutado por un hombre que escondía los explosivos en su turbante, según un portavoz presidencial. Karzai, que asistió al entierro el miércoles, estaba ya en Kabul cuando se produjo el ataque suicida en la mezquita Roja, donde, junto a la familia Karzai, había varios miembros del Gobierno y numerosos jefes tribales. La explosión costó la vida a cinco asistentes, incluido una importante figura religiosa regional, y un niño. Los ministros y la familia salieron indemnes.

Ningún grupo se había atribuido ayer el ataque, el último en una Kandahar que en el pasado trimestre ha acumulado más de la mitad de los asesinatos registrados en Afganistán. Este 2011, presentado por la OTAN como el del comienzo de la transición hacia el control afgano de la seguridad del país, está resultando el más letal para los civiles desde la guerra que en 2001 acabó con el régimen talibán, según datos compilados por la representación de la ONU en Afganistán (UNAMA).

En la primera mitad del año han perecido al menos 1.462 personas (el informe no contabiliza las bajas en el norte del país porque la oficina regional de la ONU tuvo que cerrar tras un asalto mortal), un 15% por encima de las muertes en el mismo periodo del año pasado. El 80% de las víctimas lo fueron por acciones de la insurgencia, que se han disparado con respecto a las de 2010. "La violencia subió porque han querido demostrar que las fuerzas de seguridad afganas no pueden controlar la seguridad", apunta el informe de UNAMA, un negro pronóstico para el futuro del país.

La OTAN, rectora de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF) en Afganistán, mantiene la tesis contraria: que las fuerzas afganas son cada vez más capaces de asumir la responsabilidad de la seguridad del país y que ello es lo que permite la retirada anunciada para 2014.

Las fuerzas del Gobierno y la ISAF son responsables de buena parte de las otras muertes de civiles, un 9% inferiores a las de 2010.

Un portavoz del Gobierno de Jost acusó ayer a la ISAF de haber matado a seis civiles inocentes, incluidos un profesor, un estudiante y una niña de 11 años, en un ataque basado en información falsa. Un portavoz de la ISAF explicó que las muertes se habían producido en una acción conjunta de la ISAF y el Ejército afgano contra la red extremista Haqqani. Según el portavoz, entre los muertos había una mujer, una de las últimas armas usadas por Haqqani contra las fuerzas occidentales.

Las muertes de civiles son el principal punto de fricción entre la población afgana y la ISAF y entre la ISAF y el presidente Karzai, que ha protestado repetida y cada vez más airadamente contra tales incidencias.

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