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Ola de cambio en el mundo árabe | El conflicto libio

Gadafi amenaza con una larga batalla

El Ejecutivo de los sublevados amplía en una semana el ultimátum a Sirte

En Muamar el Gadafi no es de extrañar. El dictador libio se mostró desafiante en un mensaje enviado a varias televisiones árabes. "Quieren una larga batalla, pues que haya una larga batalla", dijo. Pero también parece rendido. Según el diario argelino El Watan, el autócrata telefoneó al presidente Abdelaziz Buteflika, que ni siquiera cogió el teléfono.

Algo similar sucede con sus hijos. Mientras Saif al Islam juró el miércoles, como su padre, luchar hasta la muerte, Saadi aseguraba a Al Yazira que negocia con el Gobierno de los rebeldes para poner fin a la guerra. Puede tratarse de una maquinación de la familia o de profundas divergencias entre los hermanos. Sea como fuere, Gadafi y su cada vez más reducida camarilla cuentan ya con pocos apoyos en Libia, y con ninguno en el mundo.

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Trípoli recobra el latido. Las mujeres -a las que Gadafi denigró en su alocución, al preguntarse "¿es que somos mujeres que se rinden ante sus maridos?"- pasean por la noche, los hombres llenan algún café abierto, y las atracciones para niños ya tienen clientela. Es muy probable que la calma perdure en Libia, al menos durante unos días.

El Consejo Nacional de Transición, el Ejecutivo de los sublevados, anunció ayer que prolongaba una semana el ultimátum lanzado a las tropas gadafistas para que depongan las armas en Sirte, patria chica de Gadafi; en Sabha y en Bani Walid, la ciudad a 150 kilómetros al sureste de la capital donde mandos militares insurgentes creen que se fugó el dictador junto a su hijo Saif y el jefe de la inteligencia, Abdalá Senusi, tras caer Trípoli en manos rebeldes hace una semana. Bani Walid es un bastión de la tribu Warfala, muy apegada al poder hasta que las disputas por los altos puestos en las fuerzas de seguridad provocaron un alejamiento del régimen en los años noventa. Sin embargo, El Watan informaba de que Gadafi se halla en Ghadames, ciudad fronteriza con Argelia.

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Todo apunta a que los dirigentes insurrectos, que negocian con los líderes tribales, desean evitar un baño de sangre, pero también a su convicción de que Gadafi está cada día más acorralado y de que será prisionero en breve. De ser así, la batalla de Sirte, rodeada por miles de milicianos, podría no producirse nunca.

Sus fieles van cayendo o desertando uno a uno. Abdelati Obeidi, exministro de Exteriores hasta la semana pasada, ya ha sido detenido. El primer ministro Al Baghdadi Ali al Mahmudi expresaba en otro canal árabe su respaldo a los sublevados y añadía que estaba en contacto con ellos. Mientras, Gadafi, en el 42º aniversario del golpe que le elevó al poder, seguía hablando de que la OTAN se está colapsando, de que "la colonización debe terminar", de que las tribus luchan en cada barrio de Trípoli contra la "débil ocupación". "Lucharemos de ciudad en ciudad, de montaña a montaña, de valle a valle", dijo parafraseando otro célebre discurso ("palmo a palmo, callejón a callejón...") pronunciado en marzo y ahora objeto de mofa.

Un hombre ondea la bandera de la rebelión mientras numerosos tripolitanos visitan el fortín de Gadafi en Bab el Azizia.
Un hombre ondea la bandera de la rebelión mientras numerosos tripolitanos visitan el fortín de Gadafi en Bab el Azizia.MAHMUD TURKIA (AFP)

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