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Latinoamérica opta por el modelo estatal para la explotación petrolífera

La región se convierte en la segunda potencial mundial de hidrocarburos

Cristina Galindo
Vista aérea de un pozo del yacimiento de Vaca Muerta, en Neuquén (Argentina).
Vista aérea de un pozo del yacimiento de Vaca Muerta, en Neuquén (Argentina). REUTERS

Latinoamérica no es ajena a las privatizaciones y las expropiaciones en la industria del gas y el petróleo. “¡Bolivia la ha nacionalizado ya tres veces!”, recuerda el consultor independiente Roger Tissot. Pero el contexto es ahora diferente. Gracias a los descubrimientos de los últimos años en Brasil, Venezuela y Argentina, la región ha consolidado su posición como segunda potencia petrolera del mundo tras Oriente Medio. Están en juego reservas superiores a los 345.000 millones de barriles, el 20% del total.

Uno de esos hallazgos de crudo, el de Vaca Muerta, en Argentina, está detrás de la abrupta nacionalización de YPF, la hasta ahora filial de Repsol, según afirma la compañía española. “Somos el único país de América Latina que no maneja su petrolera”, se justificó la presidenta Cristina Fernández de Kirchner cuando anunció la expropiación el 16 de abril.

Pese a que Buenos Aires se ha saltado a la torera los acuerdos suscritos con Repsol cuando privatizó la compañía en los noventa y que la expropiación está considerada en los foros internacionales como un abuso en toda regla que puede penalizar las inversiones en Argentina, lo cierto es que los países de la región con hidrocarburos poseen una empresa estatal.

El avance de petroleras controladas por el Estado que abren la mano al capital privado con un control mayor o menor, con Petrobras a la cabeza, se ha impuesto como modelo. En los últimos campos descubiertos, el gigante brasileño ha decidido reforzar su peso con un sistema de producción compartida, en los que la compañía pública controla la producción, pero comparte los trabajos con empresas privadas. Se trata de un sistema similar al de Venezuela, pero con matices importantes. Mientras Petrobras se ha abierto al capital privado, la venezolana PDVSA, creada en los años setenta, es 100% propiedad del Estado.

Pero lo que más diferencia a Brasilia de Caracas es que los expertos afirman que en el segundo caso hay más riesgo de que cambien las reglas del juego repentinamente (ahora, Argentina ha pasado a formar parte de este grupo).

No sería la primera vez. Poco después de ser reelegido presidente, Hugo Chávez anunció en 2007 la nacionalización total del sector de los hidrocarburos. Forzó a las empresas privadas a convertirse en socias minoritarias en sociedades participadas mayoritariamente por la petrolera estatal. Pero Caracas tuvo que volver a abrir la mano en 2010 y otorgó más contratos a petroleras foráneas (con mayor capacidad tecnológica) para incrementar la producción de crudo y sacar un mejor partido de sus abundantes reservas: casi 1,2 billones de barriles que convirtieron Venezuela en 2011 en el país con mayores reservas del mundo, por delante de Arabia Saudí.

Brasil sigue muy de cerca. En 2020, se calcula que podría convertirse en el cuarto productor de crudo tras Rusia, Arabia Saudí y Estados Unidos. “Petrobras es la única petrolera, junto con las chinas y las rusas, que tiene capacidad tecnológica y de inversión similar a las grandes compañías internacionales”, afirma Gonzalo Escribano, director del programa de Energía del Real Instituto Elcano.

Otra forma de trabajar es la que consiste en hacerse con una concesión para extraer crudo y pagar regalías e impuestos al Estado. Era el caso de la expropiada exfilial de Repsol en Argentina, YPF. También en Colombia han optado por este sistema y la empresa estatal, Ecopetrol, compite como una más por los contratos que adjudica una agencia independiente.

El país ha conseguido duplicar la producción en cinco años, hasta un millón de barriles diarios. Un tercer grupo lo forman Ecuador y México, donde las compañías públicas solo permiten contratos para cubrir determinados servicios con empresas privadas.

“En América Latina no había ejemplos de una compañía extranjera que tuviera tanto nivel de control sobre recursos claves de un país como Repsol en Argentina con YPF”, explica Tissot, experto independiente del sector con amplia experiencia en la región, en una entrevista desde Alberta (Canadá). “El caso más parecido sería Pluspetrol en Perú”, añade. “Lo que siempre es propiedad del Estado son los recursos naturales; otra cosa es cómo se explota”, explica Gonzalo Escribano.

Mientras el aumento de las reservas en el mundo fue del 20% entre 2009 y 2011, en América Latina fue del 40%. Una de las excepciones de este boom es México, donde las reservas han pasado de los 51.300 millones de barriles en 1990 a los 11.400 millones en 2010.

Los expertos afirman que la poca eficiencia de la estatal Pemex en prospección y exploración es la principal razón. A pesar de que la petrolera es uno de los símbolos nacionales, el Gobierno ha tenido que dar entrada a empresas extranjeras en la explotación de varios campos a través de joint ventures. “Los contratos incentivados son un instrumento que ha dado indicios de atraer el interés de compañías”, explica Armando Chacón, experto del Instituto Mexicano para la Competitividad. “Mientras encontramos mejores formas de lograr una mayor participación privada, los contratos pueden ser una solución intermedia”.

Y es que muchas empresas, estatales como la propia YPF o Pemex no tienen tecnología suficiente para explotar yacimientos como los de Vaca Muerta.

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Sobre la firma

Cristina Galindo
Es periodista de la sección de Economía. Ha trabajado anteriormente en Internacional y los suplementos Domingo e Ideas.

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