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Bruselas absuelve a Alemania de haber contribuido a la crisis del euro

La Comisión bendice el superávit comercial de los países del centro y del norte de Europa Pide a Berlín que lo modere “por su propio interés”

Claudi Pérez
El vicepresidente de la Comisión Europea, Olli Rehn, este martes en Bruselas.
El vicepresidente de la Comisión Europea, Olli Rehn, este martes en Bruselas. GEORGES GOBET (AFP)

Para que un país tenga déficit es necesario que otros tengan superávit: Berlín y Bruselas, por este orden, han aplicado mano dura a la periferia de Europa desde que empezó la crisis, y van ya más de cinco años, para que el sur reduzca tanto sus déficits fiscales (con recortes de gasto y subidas de impuestos) como sus déficits comerciales, con una salvaje devaluación interna. Bruselas lleva cinco años reclamando suavizar los desequilibrios en la economía europea, con un ajuste draconiano en la periferia en el que obliga a perseverar pese a que no se ve el final del túnel. ¿El norte no debería también reducir sus superávit para reequilibrar la economía europea? La Comisión Europea presentó este martes un informe en apariencia técnico en el que viene a bendecir los superávits de países como Alemania y en el que hace un llamamiento a que, en todo caso, esos países moderen ese desequilibrio “por su propio interés” e impulsen su demanda interna para que el sur pueda beneficiarse de esa política expansionista.

Pero ojo, la Comisión advierte de que los beneficios de ese cambio de política en los países con superávit apenas tendrá impacto en el sur: “Un incremento de un punto de producto interior bruto en la demanda interna de Alemania tiene mucha más tracción en países del exterior de Europa [como China] que en España”, ha señalado en rueda de prensa el vicepresidente Olli Rehn. Bruselas carga así contra quienes piden que Alemania estimule su demanda interna ante los magros beneficios que eso tendrá en el sur.

Alemania lleva 20 años reinventándose. Mientras Francia permanecía petrificada en sus estructuras de los años noventa, Alemania se reavivó con una purga severa entre sus asalariados: los sindicatos aceptaron un estancamiento del poder adquisitivo a cambio del mantenimiento de los empleos industriales. Los alemanes iniciaron con Schröder y continuaron con Merkel una política de reformas en el mercado de trabajo y en la industria destinadas a incrementar la productividad. El consumó se estancó durante años. El ahorro si disparó y propició enormes superávits comerciales en el Sur (financiados con ese ahorro) y fabulosos superávits en el Norte, propiciados por una Unión Económica y Monetaria que facilitaba la circulación del dinero: “El ahorro del norte se dirigía hacia el sur, canalizado por el sistema bancario; el estancamiento de la demanda alemana alimentó el boom español”, a lo que contribuyó también la política de tipos de interés del Banco Central Europeo (BCE), muy favorable a Alemania, asegura Jean Pisani-Ferry, de Bruegel. Boom en el sur, atonía en el norte: el mecanismo infernal de la crisis estaba en marcha y estalló con la crisis. España, Portugal, Irlanda, Grecia y compañía están en plena penitencia: la propia Comisión reconoce que esos países han reducido rápidamente sus desequilibrios. España ha pasado de un déficit comercial del 10% del PIB a poder cerrar este año en torno al 2%. ¿Cómo ha contribuido el norte a la estabilización europea? El superávit se concentra en seis países del euro (la inevitable Alemania, más Holanda. Bélgica, Finlandia, Austria y Luxemburgo) más dos de la UE, Dinamarca y Suecia. Esos países tenía en 2007 un superávit comercial medio del 5%. Desde entonces ha habido “alguna reducción”, según la Comisión: el superávit es ahora del 4% del PIB, y es especialmente robusto en Alemania, Luxemburgo y Suecia.

Esos superávits “pueden ser considerados un problema o no”, dice la Comisión, que los considera necesarios en países que están aumentando con rapidez la esperanza de vida. “Reflejan distorsiones, expectativas inapropiadas, distorsiones de mercado o mala percepción de riesgos”, y pueden provocar “pérdidas de bienestar”, por lo que “en el propio interés de los países superavitarios, deberían corregirse esos errores de mercado o las políticas que los han propiciado, reduciendo los obstáculos para estimular la demanda interna”, dice Bruselas en un amago de crítica. Bruselas ha exigido al Sur reformas laborales, de pensiones y todo tipo de medidas para aumentar la competitividad de forma coercitiva; no hay nada de eso en el informe, pero sí mucha filosofía: “Un aumento en la demanda interna en los países con superávit de la zona euro mejoraría la balanza comercial de los países con déficit”. Pero que nadie piense que esa es la panacea: “El impacto de ese reequilibrio no debería sobreestimarse”, según el estudio de la Comisión. Un aumento de la demanda en Alemania provocaría efectos saludables en los países periféricos, pero buena parte del estímulo se marcharía hacia países terceros. “Tendría un impacto mucho mayor en países extranjeros, incluidos algunos con superávit [en clara referencia a China] que en las economías periféricas de la zona euro.

La Comisión se atreve con un consejo: “Los próximos acontecimientos en los dos países con superávit –Alemania y Holanda— son decisivos”. Pero ni siquiera eso tiene visos de servir para estabilizar la zona euro. La Comisión espera un incremento salarial en Alemania (tras 15 años de pérdida de poder adquisitivo) que reduzca su superávit. “Ese aumento la demanda interna, combinado con las necesidades de desendeudamiento, están ejerciendo una presión al alza sobre el superávit holandés”, dice el informe.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) lleva más de un año pidiendo que China y Alemania reduzcan sus superávits para que Estados Unidos y la periferia de Europa puedan recuperarse. En la zona euro, para conseguirlo recomiendan una inflación moderada, del 3% al 4% en Alemania, para que España y compañía recuperen competitividad, para que las devaluaciones internas en curso, muy dolorosas, surtan efecto más rápidamente. Contra esa posibilidad, nadie ha preparado a los países del Norte de Europa, históricamente reticentes a la inflación, donde ha calado ese discurso de los pecadores del Sur. Quien pensara que la Comisión podía dar un paso en esa dirección, advirtiendo que para compensar el esfuerzo de la periferia sería bueno que el Norte estimulara la demanda interna, se ha llevado hoy un chasco sobresaliente.

“Lo que bloquea la recuperación es solamente la falta de lucidez intelectual y de voluntad política”, escribe Paul Krugman en Acabad ya con esta crisis. El FMI ha identificado recientemente 173 casos de países que han aplicado austeridad fiscal a rajatabla entre 1978 y 2009 y lo que ha constatado es que a ese tipo de política le sigue una contracción económica y un aumento del desempleo mayor de lo que antes se creía. “Mientras los países con déficits se han metido en programas de austeridad salvajes”, dice Krugman, los países con superávit se han metido por su cuenta en el mismo tipo de política y siguen sin aplicar políticas expansivas, “lo cual socava las esperanza de un crecimiento de las exportaciones en el Sur”, según el premio Nobel. La idea de la Comisión es muy distinta: la austeridad acabará devolviendo al confianza a Europa (pese a que la confianza no reaparece), y estimular la demanda en Alemania y países similares no va a tener grandes consecuencias ara suavizar la travesía del desierto en esos países.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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