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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La eurozona sigue necesitando reformas

Calma financiera. Recuperación económica. Ausencia de intervenciones drásticas del Banco Central Europeo. Sin comités de crisis de la Unión Europea. En la zona euro, el verano de 2013 marca un claro contraste con los veranos anteriores. Las mejoras en las encuestas de confianza de las empresas y los mercados reflejan que en el último año se consiguieron significativos avances a la hora de estabilizar la eurozona y resolver la crisis del euro. Sin embargo, dicha crisis aún no ha pasado.

En julio de 2012, el presidente del BCE, Mario Draghi, asumió el compromiso de “hacer todo lo necesario” para preservar el euro, lo que marcó un punto de inflexión. Esa afirmación, junto con los progresos —si bien vacilantes e irregulares de los países en su conjunto— hacia la reforma estructural, la consolidación fiscal, el ajuste económico y la reducción resultante de las tensiones del mercado han apuntalado la estabilización de la actividad.

Por supuesto que los cimientos de la incipiente recuperación económica son frágiles. El crecimiento económico del segundo trimestre en la zona euro se concentró en Alemania y Francia. Después de dos años de contracción, la periferia sigue languideciendo en recesión, por mucho que el ritmo de la contracción haya empezado a declinar. En Francia, el incremento de stocks supuso una buena parte del crecimiento observado, lo que a duras penas puede ser la base para una recuperación sostenida. Incluso en Alemania, el incremento de la inversión es débil debido a que las empresas posponen la decisión de movilizar su capital por la incertidumbre de las previsiones macroeconómicas y el futuro de la zona euro.

Esperamos que continúen los esfuerzos desplegados para crear una unión bancaria

La promesa de Draghi de sostener los mercados de deuda soberana de la periferia indujo a la calma al mercado, pero dicha calma puede revelarse vulnerable. Su programa de compras monetarias directas (OMT), diseñado el pasado año, no ha sido testado aún. Además, persisten las preguntas en torno a su implementación. El peligro radica en que el OMT aporte en la práctica menos de lo que prometía en la teoría, en especial si resurge la oposición del Bundesbank o el Tribunal Constitucional alemán cuestiona toda la estructura del programa.

Con todo, continuamos previendo una recuperación gradual de la eurozona, en tanto la economía global repunta. Desde luego, no cabe dejarse llevar por la sorprendente fuerza del crecimiento del segundo trimestre. Anticipamos, más bien, una evolución discreta de la actividad económica de toda la zona, con una tendencia positiva —pero por debajo de la media global— para la segunda mitad del año. La estabilidad inducida por el OMT se ha revelado sólida en el pasado, por lo que esperamos que la actividad económica de la periferia mejore hacia finales del año, en tanto los mercados financieros también se estabilicen y disminuya poco a poco la resistencia al crecimiento, derivada de las políticas de austeridad.

Esta situación es un avance. Contradice claramente las previsiones agoreras que prevalecían hace 18 meses, aunque es insuficiente para resolver la crisis del euro. La estabilización de la periferia no producirá el impulso necesario para acabar con los niveles inaceptablemente altos de desempleo. Tampoco permitirá a los países periféricos salir del sobreendeudamiento heredado de sus excesos en la solicitud de crédito, en el pasado. Se necesitan más cambios fundamentales.

Tarde o temprano la causa última de la crisis del euro necesita ser resuelta. Las diversas medidas especiales que ha puesto en marcha Draghi han tratado los síntomas de la crisis y han aliviado de alguna manera el dolor más inmediato. Pero no han curado la enfermedad de fondo. Según nuestro punto de vista, la crisis se originó por deficiencias institucionales y de gobernanza. Corregir estos errores es responsabilidad de los Gobiernos, no del Banco Central.

Irónicamente, tanto los europeístas como los euroescépticos están de acuerdo en que el marco de la unión monetaria aprobado en Maastricht ha revelado ser lamentablemente inadecuado para enfrentarse a crisis soberanas y financieras: la eurozona no es operativa en su forma actual. En lo que los europeístas y los euroescépticos disienten es en lo que se refiere a la posible solución de los problemas. Los primeros creen que el avance hacia una mayor integración fiscal, financiera, económica y política no solo es deseable sino también viable. Los segundos tienen serias dudas acerca de estos dos aspectos.

Aunque todas las partes están implicadas con el euro, esta situación no tiene visos de resolverse en breve

Muchos observadores han infravalorado el compromiso de las autoridades de la zona para sostener el euro, a pesar de que el esfuerzo a menudo conlleva un considerable coste económico en sus respectivos países. Desde nuestro punto de vista, el euro continúa siendo un punto importante en la política europea. Por tanto, esperamos que continúen las medidas para una mayor integración, reflejadas en los esfuerzos desplegados para crear una unión bancaria.

Sin embargo, los progresos en esta dirección probablemente serán lentos. Los principales elementos de una nueva y más operativa eurozona están claros: Alemania necesita compartir, al menos parcialmente, la fortaleza de sus balances con una periferia que, a cambio de una disciplina fiscal más severa, logrará una economía más flexible y competitiva. Alemania podría estabilizar las finanzas de la eurozona, mientras los países periféricos apuntalan su viabilidad económica del conjunto.

Lo que sigue sin resolverse es cómo se producirá este intercambio. De un lado, Alemania se muestra comprensiblemente reacia a ofrecer su fortaleza financiera a la periferia sin evidencias concretas de que existe la voluntad y la capacidad de acometer ajustes y reformas, incluso a costa de importantes costes a corto plazo. Por otro lado, la periferia busca apoyo financiero ahora y arguye que los altos índices de paro y la recesión están erosionando la base política para poner en marcha reformas y la consolidación.

Aunque todas las partes están implicadas con el euro, esta situación no tiene visos de resolverse en breve. En particular, dudamos que cambie la actitud que la canciller Merkel tiene hacia la periferia antes de las elecciones federales que se celebrarán el próximo día 22. Esto deja a la periferia embarrancada económicamente y buscando alivio de una Alemania que aportará más ánimos que ayuda financiera.

Una vez dicho todo lo anterior, ¿adónde lleva la previsión macroeconómica de la eurozona? Apunta a que continuará el lento y arduo proceso de ajuste y reforma institucional, con un trasfondo de recuperación económica muy gradual. La experiencia reciente sugiere que las cosas podrían estar (mucho) peor. Quizá deberíamos estar contentos de que las tensiones financieras de finales de 2011 o mediados de 2012 hayan quedado atrás. Pero si miramos hacia el otoño, no esperamos para la economía de la eurozona un veranillo de San Miguel.

Huw Pill es economista jefe de Goldman Sachs para Europa.

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