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EEUU GOBIERNO

El amargo revés de John Boehner

El presidente de la Cámara de Representantes de EE.UU., el republicano John Boehner. EFE/Archivo
El presidente de la Cámara de Representantes de EE.UU., el republicano John Boehner. EFE/ArchivoEFE

El presidente de la Cámara de Representantes de EEUU, el republicano John Boehner, ha acabado como el gran derrotado de la agria batalla presupuestaria que provocó el cierre parcial de la Administración federal por más de dos semanas y el coqueteo con la suspensión pagos.

Boehner, considerado una figura conciliadora dentro del Partido Republicano, fue incapaz de atraer al belicoso Tea Party a una solución de compromiso y en su intento acabó escaldado.

Si perder siempre es duro, más lo es si viene provocado por la división y la rebelión dentro de tus propias filas.

La imagen de su amarga derrota se ejemplificó el pasado lunes cuando sus asistentes convocaban y desconvocaban apresuradamente en dos ocasiones durante el mismo día reuniones de líderes republicanos, ante la perplejidad de los observadores.

Las reuniones tenían como objetivo diseñar un plan propio que reabriese el Gobierno, evitase la suspensión de pagos y, sobre todo, sacase alguna concesión para debilitar la reforma sanitaria conocida como "Obamacare".

En ambos casos, la falta de acuerdo de los sectores ultraconservadores del Tea Party, que se negaban a ceder lo más mínimo para facilitar un pacto con los demócratas, convirtió el plan republicano en papel mojado.

Y eso que Boehner no es ningún amigo de "Obamacare", y prueba de ello es que ha permitido más de cuarenta votaciones simbólicas en la Cámara baja para rechazar esa reforma a sabiendas de que carecían de ninguna posibilidad en el Senado, de mayoría demócrata.

Pero es también, y sobre todo, un veterano legislador republicano con un agudo sentido del juego político.

A Boehner, de 63 años, le gusta el Congreso, donde lleva desde 1991 como representante de Ohio; mientras que a los miembros del Tea Party no.

Su fracaso a la hora de guiar a sus filas muestra el creciente distanciamiento entre las dos facciones del actual rostro del Partido Republicano: el ala más tradicional, cómoda con los circuitos de poder de Washington, y los recién llegados legisladores del Tea Party, irritados con la burocracia autocomplaciente que ven representada en los pasillos del Capitolio.

Con la lucha contra "Obamacare" como bandera, Boehner trató de hacer converger ambas vertientes.

A finales de septiembre, los republicanos, que controlan la Cámara de Representantes vieron factible rebajar el impacto de "Obamacare" al ver que la entrada en vigor de uno de sus puntos principales coincidía en la fecha con la necesidad de garantizar fondos a la Administración ante el inicio del nuevo año fiscal, el 1 de octubre.

Envalentonados, decidieron vincular ambos elementos y exigir la supresión de fondos para la reforma sanitaria como condición si los demócratas querían esquivar el cierre parcial de la Administración.

El pulso se saldó con la primera suspensión parcial de la Administración en 17 años, y más de dos semanas de cierre federal.

En un principio, la jugada gozó del respaldo casi mayoritario de los legisladores republicanos, ansiosos por ver cómo "Obamacare" se convertía en moneda de cambio.

No obstante, y a medida que pasaban los días, el drama crecía con el añadido de la amenaza de la suspensión de pagos por la negativa del Congreso de elevar el tope de endeudamiento.

Además, las encuestas mostraban cómo el creciente enfado ciudadano culpaba principalmente a los republicanos del bloqueo.

Boehner, ante la proximidad de que el Gobierno se declarase en bancarrota, buscó acercar posturas y eludir la catástrofe, pero se vio frente a unos legisladores del Tea Party inamovibles.

Como resultado, decidió arrojar la toalla. "Simplemente, no ganamos", dijo apesadumbrado en una única entrevista tras el fracaso del plan de la Cámara baja y al ver cómo sus colegas del Senado se llevaban los aplausos.

De hecho, en la votación final en la noche del miércoles, dio el "sí" al plan bipartidista del Senado, sellando su propio fracaso.

Como conclusión, alguien que no es precisamente amigo de Boehner, el presidente Barack Obama, no dejó pasar la oportunidad para describir con crudeza lo sucedido.

"Ha habido repetidas situaciones en las que hemos llegado a acuerdo, entonces él regresa (a la Cámara) y resulta que no puede controlar a su propia bancada", afirmó Obama en una entrevista poco después de fallar el plan republicano.

"El desafío aquí es si (Boehner) puede cumplir con los compromisos que se acuerdan", subrayó el mandatario, en referencia a las alborotadas filas republicanas.

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