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Tribuna
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La agricultura necesita medidas políticas, inversiones y transparencia

La demanda de alimentos aumentará en un 70% de aquí a 2050. ¿Cómo explicar entonces que la ayuda internacional a los proyectos de desarrollo agrícola haya disminuido casi el 50% estos 30 últimos años?

La subida del precio de los cereales a raíz de la sequía en los Estados Unidos recuerda de nuevo que la seguridad alimentaria es un envite muy real. Si una región agrícola sufre problemas ahora, es motivo de preocupación para el mundo entero. Seguir con gran vigilancia la evolución de la situación en cada crisis climática o sanitaria se ha convertido en una responsabilidad política y social de toda la sociedad en todos los continentes.

Desde hace unos años suele agravar esta preocupación el espejo deformador de los centros financieros. Un análisis de la situación de las cosechas y de las reservas permite en general relativizar el problema, aunque el del reparto planetario de esas reservas es muy real. Es innegable que producir más y mejor es una necesidad absoluta en el mundo.

La demanda de alimentos aumentará en un 70% de aquí a 2050. La necesidad de alimentarse no se puede aplazar, como se puede hacer con otras necesidades ligadas al desarrollo económico progresivo de una sociedad. Esa necesidad de alimentos es ineludible, tanto en las regiones en guerra como en las que están en paz, en las ricas como en las pobres, en los años lluviosos como en los de sequía.

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Por supuesto, el esfuerzo necesario no es el mismo si se vive en un país del norte o en otro del sur, pero esta constatación exige medidas enérgicas. Para aumentar la producción sin destruir irremediablemente los recursos naturales y haciendo frente al mismo tiempo al gran reto del cambio climático, la agricultura mundial precisa inversiones, políticas públicas y previsibilidad.

Europa dispone de unos conocimientos técnicos que puede compartir

¿Cómo explicar entonces que la ayuda internacional a los proyectos de desarrollo agrícola haya disminuido casi el 50% estos 30 últimos años? ¿Cómo explicar que no se deje de señalar con el dedo a los presupuestos destinados a la agricultura pese a que distan de ser excesivos?

La agricultura debe volver a ser una prioridad política, y no solo en declaraciones de buenas intenciones ni cuando se produce una crisis, sino con verdaderos márgenes de maniobra para los poderes públicos, en torno a los tres temas de la seguridad alimentaria, la sostenibilidad y el desarrollo de los territorios rurales.

Tanto en Europa como en el resto del mundo, los agricultores deben reaccionar ante las señales que les envían los mercados, los cuales deben transmitir las necesidades reales, pero los agricultores no deben dejar que su conducta la dicten los mercados. La principal preocupación de estos no es ni mucho menos la consideración del largo plazo, de la diversidad, de los riesgos de agotamiento de los ecosistemas o del necesario equilibrio regional de las capacidades de producción, los cuales son, con todo, aspectos ineludibles para garantizar la seguridad alimentaria. Corresponde a los poderes públicos abordar estos temas.

Europa dispone de unos conocimientos técnicos que puede compartir. Le interesa que otros conjuntos regionales formulen sus políticas agrícolas de forma que sean compatibles unas con otras. Hace falta una nueva generación de políticas agrícolas por grandes conjuntos regionales.

Consolidar la seguridad alimentaria depende de la creación de infraestructuras, sobre todo de transporte y almacenamiento; de una mejor organización de los agricultores, lo que es crucial para la estructuración de los mercados locales y la creación de valor añadido; de un esfuerzo mayor de investigación, innovación e intercambio de los conocimientos en materia de agronomía, y de redes de seguridad eficaces y capaces de reaccionar para evitar que unas crisis cada vez más numerosas y violentas hagan renunciar a su oficio a cada vez más agricultores.

Urge que la reforma de la FAO dé fruto

Se ha entablado un diálogo con la Unión Africana sobre todos estos temas. El apoyo al sector agrícola forma parte de los ejes principales de la nueva política de desarrollo europea. La UE destina 800 millones de euros al año en concepto de ayuda a la agricultura y a la seguridad alimentaria a los países en vías de desarrollo. Se reforzará la dimensión agrícola de la política de vecindad de la UE con los países del este y el sur de la cuenca mediterránea. Se están preparando programas rurales con instrumentos específicos para las pequeñas explotaciones.

Todos estos esfuerzos políticos y financieros no deben quedar barridos por la especulación. Además de las políticas, hace falta regulación y previsibilidad. La Unión Europea ha tomado iniciativas en su ámbito. Asimismo, se ha reanudado el diálogo en el G-20 y se han alcanzando los primeros resultados en lo relativo a la transparencia de los mercados.

Esto es solo el comienzo, pero hay que ir más allá. Creemos, por ejemplo, mecanismos que prevengan que decisiones tales como los embargos o los impuestos decretados sin concertación en plena crisis alimenten la especulación. Asimismo, es hora de tener una institución capaz de agrupar al conjunto de los países del mundo en torno a una verdadera estrategia global y coherente de cara a la seguridad alimentaria. Urge que la reforma de la FAO dé fruto.

El grado de ambición varía según las regiones y los países, pero hay que seguir defendiendo un planteamiento ambicioso y coordinado del desarrollo agrícola mundial. Un mundo más abierto debe ser un mundo en que se escuche, se dialogue y se llegue a acuerdos sobre un tema tan estratégico como el de la alimentación.

Dacian Ciolos es comisario europeo de Agricultura.

 

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