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Columna
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El Minotauro global

Se necesita un Bretton Woods del siglo XXI. Pero ¿quiénes serán los agentes de la historia?

Joaquín Estefanía

Los intelectuales y los economistas griegos no discuten solo si su país va a ser a la vez la cuna y la tumba de la democracia por mor de la profundidad de la crisis, que también. Lo demostró el excelente novelista Petros Márkaris, cuando hace unos meses publicó su ensayo La espada de Damocles (Tusquets), un largo viaje a través de la noche griega que hundía sus raíces en el corazón de Europa: “Se podría explicar así por qué la rabia de los alemanes hacia Grecia tiene algo de clásico. Quieren que bebamos cicuta, como Sófocles, porque hemos desafiado las leyes (...). Quien piense que la crisis de Europa es solo financiera, se equivoca. También estamos viviendo una crisis de los valores europeos”.

Ahora aparece en castellano un libro singular de un economista griego, Yanis Varoufakis, titulado El Minotauro global (Capitán Swing Editorial). Varoufakis, profesor en la Universidad de Atenas y de Tejas (EE UU), fue uno de los asesores del socialista Papandreu, con el que rompió, y ahora trabaja para el partido Syriza. El Minotauro global es una metáfora útil que pretende arrojar luz sobre un mundo en apuros, un mundo que podría no volver a ser comprendido adecuadamente mediante los paradigmas que dominaron nuestro pensamiento antes de esta crisis global.

Lo que está pasando, dice Varoufakis, son síntomas de un malestar que puede rastrearse hasta la pasada década de los setenta, la época en que nació el Minotauro global 
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Lo que está pasando, dice Varoufakis, son síntomas de un malestar que puede rastrearse hasta la pasada década de los setenta, la época en que nació el Minotauro global: igual que los atenienses mantenían un flujo constante de tributos a la bestia, así el resto del mundo envió cantidades increíbles de capitales a EE UU. Ese motor que impulsó la economía global durante casi tres décadas es el que ha gripado desde los años 2007 y 2008.

El economista griego arremete contra los libertarios, que pretenden que los bancos centrales solo se centren en la estabilidad de los precios y que las mágicas maquinaciones de la oferta y la demanda reequilibren la economía mundial, pero también contra los keynesianos, que piensan que el capitalismo global se estabilizará a base de más inversiones públicas, innovaciones más inteligentes, etcétera. Es preciso generar un nuevo Bretton Woods para el siglo XXI que genere lo que él denomina un mecanismo global de reciclaje de excedentes, que los mercados, por globalizados que estén, por libres que sean y por bien que funcionen (que no es el caso), no pueden proporcionar. Sin ese mecanismo regulador se corre el riesgo de volver a una forma de pre-Segunda Guerra Mundial de radical precariedad.

El desarrollo técnico y geopolítico de ese mecanismo (¿quién puede ser el agente de este nacimiento?, ¿quiénes emergerán como actores de la historia esta vez?, dado un mundo a dos velocidades, con economías que se aceleran y otras que están estancadas, pero que mantienen el monopolio sobre el poder militar, las monedas de reserva mundiales y las instituciones multilaterales del planeta) es el contenido de una reflexión muy sugerente.

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