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EXTREMISMOS

El crecimiento de la ultraderecha en Europa: algo más que la crisis

Los expertos achacan este avance a la incapacidad de los partidos tradicionales La gestión de la inmigración y la xenofobia también aparecen como causas Estos movimientos populistas atraen votantes tanto de izquierda como de derecha

La presencia de diputados ultras en Bruselas y en los parlamentos nacionales de los 27, en un gráfico animado.
La presencia de diputados ultras en Bruselas y en los parlamentos nacionales de los 27, en un gráfico animado.ESCUELA DE PERIODISMO UAM - EL PAÍS

De los 27 Estados que conforman la Unión Europea, 15 tienen desde 2009 eurodiputados que han sido elegidos por partidos ultranacionalistas, populistas y eurófobos, contrarios a la inmigración y, en ocasiones, directamente racistas. En países como Dinamarca, Finlandia, Hungría, Holanda o Austria, formaciones de este tipo son la tercera fuerza más votada. En otros, como Grecia o Suecia, donde han entrado recientemente en el Parlamento, todos los sondeos les auguran un futuro exitoso.

A la hora de explicar el ascenso de este tipo de partidos, políticos, medios de comunicación y opinión pública en general suelen acudir al descontento provocado por la crisis económica, comparando la situación actual con la de la Europa de 1930, en plena depresión tras el crack del 29. Los expertos coinciden en que la recesión y el rechazo a los recortes y a la gestión de los partidos tradicionales son factores que se deben tener en cuenta. Sin embargo, la mayoría sostiene que, salvo excepciones, no son las principales causas de este fenómeno.

De los cuatro países con más paro, solo en Grecia  hay representantes ultras en el Parlamento

Matthew Goodwin, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Nottingham y miembro asociado de la Chatham House —el Real Instituto de Asuntos Internacionales británico—, señala dos ejemplos. En Austria, un país con una de las tasas de paro más bajas de la UE (4,5% el pasado noviembre), los dos partidos de ultraderecha —el FPÖ y su escisión, el BZÖ— sumaron más del 28% de los sufragios en las últimas elecciones. Al mismo tiempo, de los cuatro países con más desempleo —España (26,6%), Grecia (26,8%), Portugal (16,3%) e Irlanda (14,6%), según datos del Eurostat de noviembre (octubre en el caso de Grecia)— solo en el país heleno hay un partido ultraderechista fuerte. En los otros tres los ultras ni siquiera están en los parlamentos nacionales.

También es significativo que en países nórdicos como Finlandia o Suecia, donde la crisis ha tenido una influencia claramente menor, partidos radicales antiinmigración hayan crecido exponencialmente en los últimos dos años. Los Verdaderos Finlandeses (PS), pese a perder votos en las últimas presidenciales, son la tercera fuerza parlamentaria —como el Partido Popular Danés (DF) en Dinamarca— y las encuestas predicen que los Demócratas Suecos (SD) doblarán sus 20 diputados.

La situación económica ni siquiera aparece entre los factores que menciona Nina Liljeqvist, doctora en Ciencias Políticas del Instituto Universitario Europeo de Florencia, para el crecimiento de estos partidos. Liljeqvist y su colega Kristian Voss apuntan al problema de la integración de los inmigrantes —que los partidos tradicionales han obviado o no han sabido afrontar— y a la “reinvención” de este tipo de formaciones como los principales motivos de su éxito electoral.

Tanto el PS como el SD han imitado la evolución de su homólogo danés. Ya no son antijudíos, sino que su principal enemigo es el islam. Voss también destaca que han adoptado una imagen más sosegada con el fin de aparecer como "aceptablesdemocráticos" ante los electores, pese a sus programas contra la inmigración y, en el caso sueco, los escándalos racistas. Las declaraciones del eurodiputado del DK Morten Messerschmidt ilustran hasta qué punto estos grupos han interiorizado ese proceso de "moderación". Messerschmidt critica el éxito del Frente Nacional francés, al que tacha de "extremo", y pide para Francia un partido "entre la UMP conservadora y el Frente", que es el lugar del espectro político donde sitúa a su propio partido.

Hay grandes diferencias de fondo y de forma entre los renovados partidos ultras del norte de Europa y los del Este 

En otros Estados, como Hungría o Grecia, la ultraderecha sigue siendo tradicional. Sus líderes niegan el Holocausto y rechazan a los judíos. La mayoría de estas formaciones tiene además relaciones con grupos violentos, como la proscrita Guardia Húngara, que patrulla las calles y castiga a los colectivos señalados, como los inmigrantes, los judíos o los gitanos.

En los países del Este, el objetivo principal son las minorías étnicas locales, especialmente la gitana. En el caso húngaro, el profesor Dániel Róna, de la Universidad Corvinus de Budapest, mantiene que la crisis y el descontento con los partidos tradicionales son factores menores. Además del fuerte sentimiento nacionalista y el victimismo histórico, Róna señala el rechazo a los gitanos —asociados con el aumento de la delincuencia en el país— y la capacidad del partido Jobbik (tercer fuerza) para explotar este asunto como “el secreto” de la formación. Algo parecido ocurre en países como Rumanía o Bulgaria, donde los problemas raciales son más relevantes que la inmigración.

En casos como el de Grecia, los efectos de la recesión sí han sido decisivos para el avance de la ultraderecha. Sin embargo, son otros factores, “más preocupantes”, según Róna, los que subyacen a esta tendencia. No hay que olvidar, coinciden todos, que estos movimientos atraen votantes tanto de la izquierda como de la derecha.

Goodwin sostiene que "la tormenta perfecta" de la extrema derecha europea ha venido gestándose desde los años ochenta. El experto en extremismos señala la inquietud generalizada sobre la creciente inmigración, los vínculos cada vez más débiles entre los votantes y los partidos tradicionales y la desconfianza en la política como el "abono" que ha preparado el terreno a este tipo de partidos. La crisis y las medidas de austeridad solo son dos factores más que han abierto la caja de Pandora.

Suecia: la ultraderecha ‘moderada’

Los Demócratas Suecos siguen subiendo en los sondeos electorales pese a los escándalos racistas. Estos ultras renovados y decididos a mantener una imagen aceptable para los electores rechazan la inmigración y se presentan como víctimas de una  persecución mediática.

Hungría: todavía más a la derecha

Jobbik, el partido que rechaza a gitanos y judíos es la tercera fuerza de un país en el que gobierna un partido, el Fidesz, que también explota el fuerte sentimiento nacionalista húngaro. La formación apoya, pese a su prohibición a grupos armados que patrullan las calles húngaras.

Grecia: neonazis en el Parlamento

Con el país en descomposición, Aurora Dorada distribuye alimentos y presta ayuda e incluso atención sanitaria a quienes demuestren su ciudadanía griega. Este grupo fascista y antiinmigración aprovecha el descontento con las medidas de austeridad de la troika para subir en las encuestas.

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