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Diez años de mentiras acaban con la carrera de un ministro británico

La venganza de la exesposa de Chris Huhne, exsecretario de energía del Gobierno de Cameron, desvela un pasado de engaños y trampas para eludir el pago de multas

Vicky Pryce, la exmujer del exministro británico Chris Huhne, el 5 de febrero de 2013.
Vicky Pryce, la exmujer del exministro británico Chris Huhne, el 5 de febrero de 2013.Oli Scarff (Getty Images)

En muchos países, la mentira es algo inadmisible que inevitablemente obliga a la dimisión de los políticos que la practican. Y si a la mentira se unen los celos, el resultado del cóctel es pura dinamita. Chris Huhne, número dos del Partido Liberal Demócrata británico, anunció el lunes que dejaría su escaño tras declararse culpable ante un tribunal de Londres de haber ocultado la verdad para evitar una multa de tráfico. Ocurrió en 2003, cuando un radar descubrió que su BMW había superado el límite de velocidad en una carretera londinense. Entonces, cuando aún tenía una brillante carrera política en el horizonte y su matrimonio aún era feliz, Huhne convenció a su mujer, Vicky Pryce, para que fuera ella quien asumiera las culpas y así evitar que le quitaran puntos en el carné de conducir.

Pero la mentira suele acabar saliendo a la luz por la vía más insospechada y en este caso, apareció de forma descarnada en los periódicos en 2011 por boca de su propia esposa, ávida de venganza tras haber sido objeto de escarnio público cuando se descubrió, un año antes, que su marido se acostaba con su asesora de prensa Carina Trimingham en su propia casa.

Las fotos que se hicieron públicas entonces llevaron a Pryce a exigir el divorcio. Pero eso no le bastó y por eso comenzó a atacar a su exmarido públicamente y a decir que la había coaccionado para que ella asumiera la responsabilidad de conducir el coche aquella fatídica noche. Desde entonces Hunhe había negado tajantemente las acusaciones, incluso después de que la fiscalía demandará a ambos hace un año por un delito de obstrucción a la justicia, gravísimo en la legislación británica y castigado con penas de cárcel de mínimo tres meses y que incluso pueden llegar a sentencias de cadena perpetua.

Cuando se anunció la apertura del proceso en febrero de 2012 Hunhe decidió renunciar a su cargo como Ministro de Energía y el Medio Ambiente pero mantuvo su escaño de diputado, y la defensa encarnizada de su inocencia. Sin embargo, el lunes sorprendió a su país al hacer público un comunicado en el que anunciaba su dimisión y asumía sus culpas: “Tras asumir la responsabilidad por algo que ocurrió hace diez años la única medida apropiada que puedo adoptar es dimitir”. Horas antes, durante el juicio, el jurado había podido leer los mensajes de texto que Peter, el hijo de Hunhe, le había enviado acusándole de coaccionar a su madre. “Todos sabemos que eras tú quien conducía y que estás presionando a mamá. Acéptalo o enfréntate a las consecuencias. Tú me has dicho que eso es lo que ocurrió. ¿O es otra de tus mentiras? ¿Vas a aceptar tu responsabilidad o voy a tener que llamar a la policía y decirle lo que tú me dijiste? No quiero hablar más contigo. Me das asco”.

El exsecretario de energía británico Chris Huhne junto a su actual pareja, Carina Trimingham.
El exsecretario de energía británico Chris Huhne junto a su actual pareja, Carina Trimingham.OLIVIA HARRIS (Reuters)

El martes, los detalles del plan orquestado por Vicky Pryce para vengarse del que durante 26 años fue su marido y con quien concibió tres hijos salieron a la luz en todo su esplendor al escucharse durante el juicio las grabaciones secretas de diversas conversaciones telefónicas entre ella y Huhne ideadas junto a una periodista del Sunday Times con el objetivo de que el político se autoinculpara, una trampa en la que no llegó a caer. También se hicieron públicos los emails intercambiados entre Pryce y la periodista, en los que la hastiada ex esposa afirma sin tapujos que quiere “hundir” a su ex marido “lo antes posible”. A la vista de los hechos, lo ha conseguido, aunque no hay que olvidar que Huhne sí le pidió a su mujer que asumiera las culpas por aquella aparentemente inocente multa de tráfico y durante casi dos años lo ha negado públicamente. Más allá de la venganza personal de una dama despechada se esconde una realidad de la que, al menos en Gran Bretaña, los políticos no pueden escapar: mentirle a la opinión pública se paga muy caro.

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