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Princesas hasta los 12

Las adolescentes del sur de México tienen relaciones cada vez más temprano y sin protección. La tradición y la ley las obligan a llevar adelante sus embarazos mientras proliferan las enfermedades de transmisión sexual

Alesina, de 19 años, con su hija en la consulta de planificación familiar.
Alesina, de 19 años, con su hija en la consulta de planificación familiar.ALBA TOBELLA

–¿Y qué vas a hacer?

Silvia se apuró a buscar una libreta y una pluma e hizo un garabato.

–Quiero celebrar mi fiesta de los 15. Y quiero que mi vestido sea así. – Contestó mostrando el dibujo.

–Pero si tu cumpleaños es en seis meses y dentro de cuatro vas a ser mamá. No tendrás fuerzas para esa fiesta.

Entonces lo entendió. Llevaba cinco meses ocultando su embarazo, simulando que menstruaba y se cambiaba las compresas durante unos días al mes, aun sin mancharlas, para esconderle a su madre que lo peor había pasado. Pero a las 20 semanas de gestación, su cuerpo hablaba solo. Pese al miedo y la tristeza, nunca se planteó no tenerlo. “Me tocó. Era demasiado tarde y ya no podía hacer nada”, reflexiona Silvia, que en realidad se llama de otro modo, pero prefiere ocultar su nombre. Su novio, un chaval del barrio, la dejó y desapareció. “Ya no vive en la casa donde solía vivir”, lanza.

Acababa de entrar 2011 y Silvia nunca había pensado en tener un bebé. “Cuando le preguntaba qué pensaba hacer, me refería a si iba a darlo en adopción o a cómo pensaba mantenerlo”, replica Robina Soria Vargas, coordinadora de Syjac, una organización que atiende a niños de familias sin recursos. “Aquí hay de todo menos información”, sentencia.

México es el país de la OCDE

La sexualidad entre los jóvenes de Chiapas, al sur de México y uno de los estados más pobres del país, es atropellada y peligrosa. En un lugar donde autobuses, restaurantes y negocios están inundados de canciones de amor fatal y los niños se convierten en adultos de repente entre los 12 y los 14 años, las relaciones sexuales empiezan cada vez a una edad más temprana. Ellos crecen con la idea de que tienen que sustentar a una familia. A ellas, la tradición les dice que deben ser madres.

México es el país de la OCDE con más embarazos adolescentes –64 por cada 1.000 habitantes, frente a los nueve de España–, según datos de la Organización y no ha logrado aumentar la edad media del primer embarazo, que sigue estancada en los 21 años desde 1970. Pese a algunos programas de prevención en las escuelas, el sexo sigue siendo tabú y sus consecuencias, desconocidas por la mayoría de los jóvenes de Chiapas, un estado con gran parte de su población pobre, indígena y rural, los tres factores que hacen más vulnerables a las chicas, según los expertos. Los médicos alertan del aumento en los últimos años de las infecciones de VIH y del virus del papiloma humano, entre otras enfermedades de transmisión sexual. El 50% de los nuevos casos de VIH detectados en 2013 en México afectaba a menores de 24 años, según UNAIDS, el programa de Naciones Unidas destinado a erradicar el virus y, según las estadísticas del Gobierno federal, cada vez son más las mujeres infectadas. Una encuesta oficial desvela que la mitad de las chicas entre 15 y 19 años tienen relaciones habitualmente sin preservativo y que una de cada cuatro no tiene acceso a métodos anticonceptivos.

“Sabíamos que había algún riesgo, pero no nos protegíamos”, admite Silvia, que nunca dejó la escuela para amamantar a su bebé. El parto coincidió con las vacaciones de Semana Santa y con esos días, cree, tuvo bastante para recuperarse. Estaba tan enamorada que hacía cualquier cosa que le pidiera su novio con tal de mantener su atención. Bebía alcohol, tenía relaciones con los amigos del chico cuando él se lo ordenaba y pasaba horas en la calle con ellos. Ahora estudia por las tardes para llegar a la universidad y asegura que no piensa en tener más hijos hasta que se diplome.

El Distrito Federal es el único lugar de México donde se puede

Los chicos que no encuentran otra alternativa emigran de Chiapas a Cancún y otras ciudades turísticas para encontrar un empleo y volver con unos ahorros. “Allí, muchos de ellos frecuentan prostíbulos y mantienen relaciones sexuales promiscuas, por lo que vuelven infectados”, testifica Yvonne Montoya, psicóloga del Hospital comunitario de San Juan Chamula, una comunidad indígena cercana a San Cristóbal de las Casas. Las chicas de las familias más pobres son entregadas por sus padres para convertirse en empleadas domésticas. Las que tienen suerte, logran combinar el trabajo con los estudios de secundaria. Pese a que hay escuelas en casi todas las comunidades, el acceso al instituto desde los pueblos es mucho más difícil.

“Las relaciones de noviazgo no están permitidas en las comunidades indígenas, aunque por supuesto existen”, apunta Montoya. “Si a un chico le llama la atención una joven, pide permiso a la autoridad comunitaria y al padre para frecuentarla”, añade. Luego, empiezan a vivir juntos, casi siempre sin casarse. Para separarse, no obstante, “deben volver a pedir permiso a la comunidad y la chica queda estigmatizada y relegada a amante o soltera”, añade la psicóloga.

Alesina nació en una de esas comunidades hace 19 años. Desde los 15 trabaja como cocinera en un restaurante de San Cristóbal de las Casas. Llegó a casa de su hermana mayor, que tiene el mismo empleo que ella, al terminar la primaria. Ahora tiene una hija de dos años y vive con su “esposo”, como llaman las chicas a sus compañeros, pese a que la mayoría no estén casadas. “Si no eres madre, no eres nada”, incide Soria Vargas. “La presión social las obliga a tener el niño a cualquier precio, aunque la madre haya sufrido una violación, tenga 12 años o no tenga suficientes recursos para mantenerlo”, añade.

En algunos casos, especialmente entre las adolescentes que estudian en el instituto, el susto del embarazo supera a las jóvenes. Decidir no tener el bebé las obliga a ingeniárselas para abortar de manera clandestina. “Buscan en Internet qué fármacos funcionan y se duplican la dosis para asegurarse de que va a funcionar”, explica Claudia Samayoa, responsable el módulo de atención al adolescente del centro de salud Los Pinos, en un barrio periférico de San Cristóbal de las Casas. “El problema es que cada cuerpo es distinto y a algunas les funciona y a otras no”, secunda Yamilet Benítez, gerente de operaciones de Marie Stops en Chiapas, una red de clínicas de ginecología que deriva a sus pacientes que quieran abortar a su sede del Distrito Federal, la capital del país, el único lugar de México donde se puede abortar libremente durante las 12 primeras semanas de gestación. Benítez explica que el remedio más utilizado para provocarse una interrupción voluntaria del embarazo, Misoprostol, está diseñado contra las gastritis y que puede conseguirse fácilmente en las farmacias.

Carol, de 22 años, nunca se planteó el aborto ni pensó que podría contraer una enfermedad de transmisión sexual. Llegó a México desde su Guatemala natal a los 14 con su chico, de 15. Fueron contratados para recolectar mangos desde su pueblo de origen y desde entonces viven en el sur del país. Carol está embarazada por tercera vez y tuvo a su primera hija un año después de llegar. “Nació muerta”, declara para decir que María Carolina llegó al mundo en coma. “Cuando tuvo que despertar, no pudo despertar del todo, desgraciadamente”, añade. “Un embarazo a esta edad es peligroso para la madre y para el niño. Durante el parto, pone en riesgo su vida porque la pelvis no ha terminado de crecer”, explica Mercedes Aguerrebere, doctora del programa Partners and Health de la Universidad de Harvard, que trabaja en las comunidades indígenas en Chiapas. Otro de los problemas habituales entre los bebés hijos de adolescentes es que nacen desnutridos, puesto que las madres aún utilizan los alimentos para crecer ellas mismas. La principal causa de muerte materna entre jóvenes de 15 a 19 años es, a su vez, la esclampsia, una enfermedad que tiene que ver con la falta de nutrientes. A nivel psicológico, “los padres están demasiado preocupados por su propio desarrollo, por lo que sus hijos no son una prioridad cuando sí deberían serlo”, advierte Carolina Díaz Walls, psicóloga de la Universidad Autónoma Nacional de México.

El 50% de los nuevos casos de VIH detectados en 2013 en México afectaba a menores de 24 años

Carol aguantó que el padre de sus hijas le pegara porque eso es lo que había vivido de pequeña con sus padres. “Las niñas lloraban cuando me tiraba un plato o una sartén. Entonces se empezó a dar cuenta de que lo que hacía no estaba bien”, cuenta con naturalidad: “Fuimos a la iglesia y todo cambió. Dejó de beber y de golpearme”.

“Con la idea del amor romántico, como si se tratara de una fusión, el control lo tienen ellos y las chicas dejan de protegerse”, testimonia Adela Bonilla, de Nuevos Códices Compatía, un organismo que trabaja en la prevención en un país donde un 70% de las jóvenes sufre violencia durante el noviazgo, según UNICEF (del que un 15% llega a la agresión física y un 16,5%, a la sexual). Una encuesta realizada entre estudiantes de magisterio revela que la mayoría de las chicas piensa que no pueden quedar embarazadas si él eyacula fuera, la mitad de los chicos piensa que el aborto debe estar prohibido y que prácticamente ninguno de los entrevistados sabía cómo se transmite el VIH.

Los doctores de la sanidad pública tienen prohibido hablar del aborto a sus pacientes. Samayoa coordina también las charlas sobre prevención en el instituto Conalep, el centro con más embarazos entre las alumnas de todo Chiapas. El semestre anterior fueron 20. Este, han conseguido reducirlo a una docena, pese a que la administración, asegura, ha reducido casi a la mitad los preservativos que recibía su departamento. Muchas muchachas incluso visitan a la doctora una vez que han expulsado el feto. “Una vez, cuando le pregunté a la chica qué había hecho con el producto. ‘Lo enterré en una maceta. Por cuestiones éticas no pude deshacerme de él, así que lo enterré’, me respondió”, relata.

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