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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

¿Qué fue de Siria?

Bachar el Asad se siente reforzado por la indiferencia occidental ante sus desmanes

Hace dos meses que fracasó la segunda ronda de negociaciones sobre Siria en Ginebra, sin planes de reanudación. En ese tiempo —con Ucrania acaparando el interés de los principales actores internacionales— ha ido desvaneciéndose cualquier urgencia sobre uno de los más trágicos conflictos de comienzos de siglo. La guerra civil en Siria, promovida por un régimen exterminador, entra en su cuarto año con más de 150.000 muertos, tres millones de huidos (solo en Líbano la ONU ha censado un millón) y unos ocho millones de sirios sin techo en su propio país. La indiferencia exterior ni siquiera mueve a la investigación de nuevas denuncias sobre el uso de armas químicas por parte de Bachar el Asad, casi ocho meses después de que gasease cerca de Damasco a 1.400 civiles.

El fracaso sin consecuencias de Ginebra, la recobrada iniciativa de las Fuerzas Armadas sirias frente a la atomizada y caótica oposición, el sostenido apoyo con armas, hombres y dinero de Rusia e Irán al régimen de Damasco, han otorgado ventaja estratégica al tirano árabe. El Asad, que en septiembre pasado se enfrentaba a la amenaza inminente de los misiles estadounidenses por haber traspasado la presunta línea roja que suponía gasear a sus compatriotas, está convencido ahora de que puede sobrevivir. Y juega sus bazas para hacer creer a las potencias democráticas que su figura es esencial para el futuro de Siria e impedir su control por el yihadismo.

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El Asad preside sobre la cuarta parte de un país roto y devastado, pero habla sin rubor de presentarse en junio a la reelección. La bochornosa parálisis occidental, alentada por la política contemplativa de Barack Obama, ha reforzado al dirigente sirio, aun a costa de desestabilizar a países vecinos que afrontan un incontenible flujo de refugiados. Su régimen se beneficia tanto de la actitud desafiante de Putin, su valedor diplomático por excelencia, a propósito de Ucrania como del conformismo de un Obama más interesado en la consecución de un acuerdo nuclear con los ayatolás que en presionar a Teherán sobre su sanguinario socio sirio.

Bachar el Asad no negociará sin la amenaza creíble de la fuerza, que solo Estados Unidos está en condiciones de promover. Y sin negociación el asesinato masivo proseguirá en Siria indefinidamente, ante nuestra vergüenza y la indiferencia de los poderes llamados a impedirlo.

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