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Sri Lanka busca la paz entre la reconciliación y el olvido

El conflicto continúa vivo cinco años después del final de una guerra étnica que dejó muchas heridas, niños soldado y más de cien mil víctimas en la llamada ‘Yugoslavia del Índico’ Hoy, varios proyectos buscan la interacción entre los jóvenes de las comunidades enfrentadas

Estudiantes tamiles pasan frente a las bases militares en Mullaitivu, al norte de Sri Lanka.
Estudiantes tamiles pasan frente a las bases militares en Mullaitivu, al norte de Sri Lanka.Ángel L. Martínez Cantera

Nijanthan, de 21 años, quiere olvidar el pasado. Mirar hacia el futuro, al horizonte. La humedad supera el 85% en Mullaitivu, al norte de Sri Lanka. Y Nijanthan frunce el ceño perlado por el sudor al recordar su infancia, cuando fue niño soldado a los 16 años y disparaba al porvenir sin saber el porqué. “Ni siquiera sabía por qué odiaba al enemigo, pero así nos adiestraron. Algunos menores jugaban a contar el número de soldados que mataban en el frente. Yo me preguntaba si no estaríamos disparando a otros chavales, reclutados a la fuerza como nosotros”, relata.

Los Tigres de Liberación de la Tierra Tamil (LTTE) empezaron a secuestrar a niños soldado hacia el final de los 26 años de guerra civil. En los últimos meses, el grupo independentista también acabó con su política de reclutar forzosamente solo a un miembro de cada familia tamil para luchar contra el ejército de Sri Lanka. En la primavera de 2009, el conflicto armado se recrudeció y las fuerzas gubernamentales bombardearon sin miramientos las poblaciones del norte del país, acabando así con casi tres décadas de guerra. Era el final de las reivindicaciones políticas de la población minoritaria de etnia tamil y religión hindú del norte y este de Sri Lanka, representada por las fuerzas del LTTE, frente a la mayoría de etnia cingalesa y religión budista, representada por las Fuerzas Armadas regulares.

El ejército continúa sus ataques contra la población tamil del norte

Los cruentos ataques a la población tamil refugiada por parte del Ejército nacional y el uso de escudos humanos, niños soldado y terrorismo suicida del bando insurgente dieron lugar a cifras escalofriantes de 100.000 víctimas inocentes en la cálida isla del Índico, según estimaciones de Naciones Unidas. El conflicto nacionalista y religioso alcanzó dimensiones similares al que asoló la antigua Yugoslavia. Cinco años después, la ONU pide poder estudiar los crímenes contra la humanidad que se produjeron durante el conflicto armado, pese a reiterada oposición del Gobierno de Sri Lanka a cualquier investigación independiente. Mientras, la población se enfrenta al reto de la reconciliación y al olvido. Y el conflicto no ha terminado.

"Reconciliación supone unidad entre diferentes culturas. Algo muy necesario en Sri Lanka, donde tiene que haber igualdad entre la mayoría y las diferentes minorías", explica Nijanthan. El que fuera niño soldado lleva un año atendiendo el programa de estudios del Centro de Reconciliación de Mullaitivu, combinándolo con su trabajo de media jornada repartiendo dulces con su tuk-tuk (vehículo de tres ruedas común en los países del sudeste asiático).

La organización local Sri Lanka Unites comenzó el proyecto de los centros de reconciliación para fomentar la interacción entre las comunidades cingalesa y tamil. "Podemos hablar de paz y reconciliación durante horas, pero alguien tiene que hacer el trabajo sucio. Las poblaciones rurales del sur solo se relacionan con la comunidad cingalesa, mientras que la gente del norte solo lo hace con la etnia tamil. Nuestra idea es romper las barreras psicológicas y emocionales. Y crear un espacio común para todos", explica Ramzi Zain Deen, director de esta organización de construcción de paz.

Varias organizaciones buscan proyectos de ‘construcción de paz’ entre las comunidades cingalesa y tamil

Proyectos como los centros de reconciliación son la materialización de la idea que el Secretario General de la ONU, Boutros-Ghali, popularizó a principios de los noventa en su Agenda por la Paz. Así nació el concepto de construcción de paz, entendido como los esfuerzos de los actores de la sociedad civil por reforzarla y consolidarla para prevenir el resurgimiento de los conflictos. Esto fortalecía los ya activos procesos de mantenimiento de paz encarnados por fuerzas especiales de Naciones Unidas. La idea tuvo especial calado en el campo de los estudios teóricos. Organizaciones no Gubernamentales se han involucrado y han desarrollado proyectos para promover la interacción de comunidades afectadas por conflictos latentes así como por guerras de larga duración en Kosovo, Ruanda, el Congo o Sudáfrica.

En Sri Lanka, la organización local Stich Movement también organiza encuentros entre miembros jóvenes de la etnia tamil del norte y los cingaleses del sur con el objetivo de que las dos comunidades compartan proyectos y dialoguen sobre la guerra civil que sacudió el país y la situación presente. Por su parte, la organización británica International Alert centra su trabajo en el papel que la población en el exilio juega en el presente sociopolítico del país. Alrededor de tres millones de tamiles y cingaleses han emigrado a causa de la guerra a países como Arabia Saudita, Reino Unido o Australia. El imaginario de estos inmigrantes ha quedado marcado por la guerra, y su apoyo económico y político desde el extranjero también supone un factor a tener en cuenta para los que trabajan por la construcción de paz en Sri Lanka.

Miembros de la organización local Sri Lanka Unites y beneficiarios de sus proyectos posan frente al Centro de Reconciliación de Mullaitivu.
Miembros de la organización local Sri Lanka Unites y beneficiarios de sus proyectos posan frente al Centro de Reconciliación de Mullaitivu.Ángel L. Martínez Cantera

"Tenemos que ir más allá de la idea de cultura, etnicidad y religión. Y olvidar. Eso es reconciliación", resume S. Rajah, de 56 años, quien epitomiza el dilema de la sociedad de Sri Lanka. El profesor tamil perdió a 13 miembros de su familia durante los bombardeos del ejército nacional a la población del norte. Rajah pasó por tres campos de refugiados hasta que fue elegido para participar en la primera conferencia para futuros líderes coordinada por Sri Lanka Unites, en 2010. El encuentro, que se ha celebrado este mes, es un proyecto anual que reúne alrededor de 600 estudiantes de 25 distritos del país para debatir acerca de la realidad de Sri Lanka. "No se trata de castigar a nadie, pero debemos saber lo que cada cual hizo para que se conozca el impacto que aquello tuvo en la vida de las víctimas de la guerra. Así, las generaciones venideras no lo repetirán jamás", concluye Rajah, ahora supervisor del centro de reconciliación de Mullaitivu. Su comentario queda tamizado por el repiqueteo de los militares preparando kottu (especialidad mezcla de carne y verduras cortadas en finas láminas) en el restaurante anexo a la base militar del ejército, frente al centro de reconciliación. Mullativu fue el último bastión del grupo rebelde Tigres Tamil, y la ciudad está hoy dominada por varios campos de las fuerzas armadas regulares, que controlan el norte y este del país.

Una vez acabada la guerra, el Gobierno de Sri Lanka transformó la derrota del terrorismo del LTTE en una victoria sobre toda la población tamil de religión hindú, desplegando alrededor de 400.000 militares en la isla, según estudios del Centro de Políticas Alternativas (CPA). Paikiasothy Saravanamuttu, director de este laboratorio de ideas, explica: "La militarización se ha hecho más fuerte que nunca con la confiscación de tierras del norte tamil para uso militar y turístico. Así como la intimidación de la población local". Analistas y activistas políticos coinciden en señalar que el Gobierno apenas ha contribuido a la reconciliación. Todo lo contrario. El informe final de la Comisión sobre Lecciones Aprendidas y Reconciliación, creada por el propio Ejecutivo tras la guerra para evitar el resurgimiento de las hostilidades, insiste en que "las fuerzas armadas mantuvieron los daños colaterales a cero". De acuerdo con el Dr. Saravanamuttu, sólo hay un camino: "No pueden decir que no hubo daños colaterales. Junto al trauma emocional, hay cuestiones prácticas. Existen 90.000 viudas entre 25 y 40 años en el norte y este del país ¿Son viudas realmente? ¿Pueden tener acceso a la propiedad o casarse de nuevo sin saber si sus maridos están muertos o desaparecidos? Hay que empezar por la verdad para alcanzar la reconciliación".

El Gobierno niega las víctimas inocentes a pesar de que la ONU las estima en 100.000

A Tharmalingam Kangeswari, viuda de 32 años, la idea de la reconciliación le molesta. Le abrasa por dentro. Varias esquirlas metálicas incrustadas en su pecho le hacen retorcerse de dolor cuando aprieta el inclemente sol tropical de la isla del Índico. Esta médico tamil fue herida tras un bombardeo del ejército sobre el hospital en que trabajaba en 2009. En la actualidad, vive en las cercanías de Jaffna, donde se esconde de la persecución continua por parte de las fuerzas armadas.

El acceso a Jaffna, la principal ciudad de la región tamil del norte, se puede hacer por la restaurada A9, que comunica el sur y norte de la isla. La autovía es el símbolo de la aportación del Gobierno a la construcción de la paz, ya que une a las comunidades separadas tras el conflicto armado. Sin embargo, el pasado 19 de mayo el Ejército volvió a cerrar la universidad de Jaffna para evitar la celebración de vigilias por los desaparecidos durante la guerra. Mientras, en Colombo los carros militares desfilaban por las calles de la capital conmemorando el día de la victoria nacional. "Parece que la autoridades sólo trabajan en la provisión de infraestructuras, como si solo ello trajese la paz y la reconciliación entre las comunidades cingalesa y tamil", comenta Priyanthi Fernando, directora del Centro para el Análisis de la Pobreza (CEPA). Las organizaciones locales denuncian que el Ejecutivo centre todos sus esfuerzos en la recuperación económica del país mientras continúan las violaciones de los derechos de la población tamil por parte de los militares.

Además de la confiscación de tierras y la expulsión de los granjeros tamil de sus propiedades, grupos en defensa de los Derechos Humanos como Human Rights Watch y Minority Rights Group International han denunciado el aumento de agresiones sexuales a mujeres tamil después de la guerra. Amutha no quiere usar su nombre real, como tampoco quiere que su familia sepa el lugar donde se encuentra. "Ya había sufrido convulsiones y pérdidas de memoria dos veces en mi vida. Ocurre cuando me golpeo la cabeza o ante situaciones de estrés", cuenta mirándose los pies descalzos. La última pérdida de consciencia ocurrió la noche del 15 de noviembre de 2012, cuando oficiales del ejército la llamaron a declarar a la base militar. Meses más tarde descubrió que estaba embarazada. Intentó suicidarse dos veces después de tener que abandonar a su familia y antes de dar a luz a su hijo. Amutha busca la paz desesperadamente. Necesita olvidar el pasado. Y reconciliarse con su presente.

Odio budista radical

La organización local Sri Lanka Unites también desarrolla una campaña antiodio religioso con el nombre Think before you act (Piensa antes de actuar). "El discurso de odio hacia los musulmanes se ha intensificado. Es puramente religioso y sin fundamento, atacando su forma de vivir, como la comida halal (alimentos permitidos por el Islam). Nosotros intentamos identificar y dialogar con los que promueven este odio en las redes sociales," explica Ramzi Zain Deen, director de Sri Lanka Unites.

Desde hace dos años, un movimiento de monjes budistas radicales liderado por el grupo Bodu Bala Sena (BBS) atacan a las minorías religiosas, a las que consideran una amenaza para la integridad religiosa-budista de Sri Lanka. Vídeos colgados en la red muestran imágenes de monjes budistas destrozando centros cristianos, mientras que la Secretaría para los Musulmanes registró 280 agresiones a su comunidad, sólo en 2013. El pasado 15 de junio, monjes budistas asaltaron autobuses y quemaron establecimientos locales en dos ciudades al sur de Colombo, asesinando a tres ciudadanos musulmanes y causando más de medio centenar de heridos.

La organización de abogados de Sri Lanka (BASL) ha pedido al fiscal general del Estado que actúe contra los daños que este radicalismo religioso está causando al país, mientras que el líder de BBS mantiene que el Gobierno no hace nada para proteger al budismo. Analistas como el director de la plataforma ciudadana de información Groundviews, Sanjana Hattotuwa, culpan al Ejecutivo de connivencia con este radicalismo. "Altos miembros del Gobierno, incluida la familia en el poder, están asociados con este movimiento. Y a pesar de que el grupo es una minoría, la tendencia es aceptada por el silencio de la sociedad, que alimenta estas voces radicales," analiza Sanjana, quien cree que la tensión religiosa demuestra que el país vive una situación de posguerra pero no de fin del conflicto, lo que imposibilita la reconciliación.

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