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Sismología

Los seísmos silenciosos insinúan el camino a la predicción de terremotos

Desconocidos hasta hace pocos años, los sismos lentos ayudarán a prevenir catástrofes Estos movimientos contribuyen a dibujar un mapa más exacto del entorno de una falla

Javier Salas
Vista aérea de los daños causados en Sendai tras el maremoto que sacudió Japón en 2011.
Vista aérea de los daños causados en Sendai tras el maremoto que sacudió Japón en 2011.U.S. Navy

En octubre de 2012, la Justicia italiana sacudió los cimientos de la ciencia al condenar a penas de cárcel a seis geólogos por su mal trabajo durante la crisis sísmica de L'Aquila. En esta localidad italiana habían muerto 309 personas tras un terremoto de magnitud 6.3 que, aparentemente, los científicos no vieron venir. ¿Puede culparse a un sismólogo por no pronosticar una catástrofe?, se preguntó todo el mundo. La semana pasada, el Tribunal de Apelación italiano libraba a los científicos de las penas de cárcel, dando un respiro junto a ellos a miles de investigadores que siguen trabajando para que la Tierra les delate cuándo, cómo y dónde será el próximo susto.

En ese contexto trabajan el estadounidense Tim Dixon y el costarricense Marino Protti: proporcionar a los científicos mejores herramientas para pronosticar los terremotos en la medida de lo posible. Su equipo ha estado estudiando cómo los llamados seísmos silenciosos pueden ser cruciales en el futuro para mejorar este pronóstico con mucho más detalle. Se trata de fricciones lentas, que liberan la misma energía que los terremotos más devastadores pero no en segundos, sino a lo largo de días, semanas e incluso meses. Esto hacía que, hasta que llegaron nuevos instrumentos en este siglo, se creyera que el ruido asociado a estos fenómenos era debido al viento, animales o la actividad humana. En 2001, el geólogo Herbt Dragert se sirvió de sistemas de GPS para detectar estos deslizamientos lentos de placas y sacarlos de su silencio.

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Ahora que ya se cuenta con equipos de GPS preparados para registrar estos movimientos lentos de las fallas, se empieza a descubrir su potencial para diseñar un mapa del subsuelo que permita adelantar acontecimientos. "Se comienza a comprender la contribución que tienen estos sismos lentos para reducir el potencial de futuros terremotos destructivos. Si no ocurrieran sismos lentos, toda la deformación se acumularía para ser liberada en terremotos mucho mayores de los que realmente ocurren", explica Protti. Según este sismólogo, el potencial predictivo que podrían tener estos sismos lentos está basado en la idea de que, cada vez que ocurre uno, el deslizamiento ocurrido en la falla carga los segmentos mejor acoplados de ella, los que eventualmente rompe con terremotos destructivos y, por lo tanto, aumenta la probabilidad de que los terremotos fuertes ocurran justo después de un sismo lento.

No podemos predecir el cuándo. Solo el dónde y el cómo", reconoce Dixon

De momento, están en los primeros pasos de un largo camino para comprobar por completo su utilidad y, más adelante, poner en práctica esta teoría desplegando sistemas de pronóstico de terremotos. "El reto es poder llegar a diferenciar los sismos lentos que son premonitores de grandes terremotos de los que no lo son", resume Protti. Este grupo ha publicado hoy los resultado de su estudio sobre el terremoto de 2012 de Costa Rica, de magnitud 7.6, que según sus datos encaja a la perfección con su modelo predictivo. Su trabajo se centra en lo que ocurre en Costa Rica porque es un escenario ideal para el estudio de estos roces: la península de Nicoya se asienta sobre una zona de acumulación y liberación de tensiones que en la mayoría de los casos se dan mar adentro, como en los puntos que desencadenaron los terremotos y tsunamis de 2004, en Sumatra, y de 2011, en Japón.

"Las penínsulas de Costa Rica permiten el registro, sobre el terreno, de esas deformaciones, permitiendo obtener detalles sobre cómo funcionan estas zonas de subducción. Fue por eso por lo que durante más de 20 años hemos estado instalando instrumentos, para aprovechar tanto la cercanía espacial a la zona de deformación como la cercanía temporal a un futuro terremoto", explica Protti. Construyeron una red de instrumentación diseñada para capturar en el campo cercano las deformaciones asociadas al proceso de acumulación de energía y para capturar el inminente terremoto, según sus cálculos. "Acertadamente", señala, "el terremoto ocurrió en la península de Nicoya, el 5 de septiembre del 2012, justo en medio de nuestra red de instrumentación".

Es prometedor, pero las evidencias no son aún claras", recalca González

El estudio es prometedor pero aún se trata de una herramienta que tiene mucho que demostrar, como defiende el investigador Pablo González (COMET-Universidad de Leeds), especialista en teledetección aplicada a riesgos naturales. "Los deslizamientos lentos de falla pueden ser un fenómeno precursor de terremotos, pero las evidencias no son aún claras, puesto que muchos no van acompañados de grandes terremotos", recalca. "Sin embargo, el descubrimiento de estos deslizamientos es muy prometedor", concede González, porque pueden ayudar a reconstruir una especie de mapa de la superficie de la falla "con las fichas de un puzzle con diferentes colores". "Un color para las zonas peligrosas que continuamente están bloqueadas, otro para las que se deslizan continuamente y otro intermedio para los segmentos con comportamiento variable". Si se llegara a descubrir este mapa para una falla, concluye González, se podría anticipar el tamaño aproximado del siguiente terremoto "calculando el número de fichas de un color".

El científico aguafiestas

Si no ocurrieran sismos lentos, toda la deformación se acumularía para ser liberada en terremotos mucho mayores", asegura Protti

Estos trabajos de pronóstico de terremotos, en paralelo con el caso de L'Aquila, han supuesto no pocos quebraderos de cabeza para este sismólogo costarricense con las autoridades de su país. "En Nicoya sabíamos que ahí tenía que ocurrir un terremoto fuerte. Sabíamos dónde ocurriría y cómo de grande sería, pero no podíamos decir cuándo ocurriría; por eso no se trataba de una predicción sísmica sino de una evaluación del potencial sísmico", recuerda Protti. Y añade: "Lo dijimos repetidamente y sin ningún temor a la presión y amenazas que recibíamos, sobre todo del sector turístico, pero al mismo tiempo decíamos y tratábamos de dejar siempre claro las limitaciones de nuestro conocimiento". Aún con esas limitaciones y presiones, siempre estuvieron convencidos de que la comunidad y los políticos debían saberlo, lo que sirvió, según su relato, para que el código de construcción fuera modificado exigiendo medidas más estrictas para la edificación. El terremoto fue de una magnitud importante, 7.6, pero solo murieron una mujer, por un paro cardíaco, y un hombre, al que le cayó encima una valla.

Sin embargo, Protti continuó insistiendo en que había quedado una porción de la falla con potencial para generar otro sismo importante. Por su insistencia, las autoridades trataron de apartarlo de su trabajo en la región. Este investigador costarricense es de los que creen que la predicción sísmica es posible, aunque no todavía. Su compañero en este estudio sobre Nicoya y los sismos lentos, Tim Dixon, es más escéptico: "No podemos predecir el cuándo. Solo el dónde y el cómo. Muchos científicos creen que nunca seremos capaces de predecirlo con precisión, aunque otros trabajan en ello y sugieren que puede ser posible". "Desgraciadamente, todavía está lejos tal escenario, el de una predicción fiable. Hay esperanzas en los denominados sistemas de alerta temprana, aunque siempre habrá una región cercana al epicentro que no podría recibir la alerta a tiempo", concluye González.

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Sobre la firma

Javier Salas
Jefe de sección de Ciencia, Tecnología y Salud y Bienestar. Cofundador de MATERIA, sección de ciencia de EL PAÍS, ejerce como periodista desde 2006. Antes, trabajó en Informativos Telecinco y el diario Público. En 2021 recibió el Premio Ortega y Gasset.

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