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Tentaciones
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¿Qué pasa si hacemos que un superhéroe sea negro?

El casting de Jimmy Akingbola como el Barón Blitzkrieg en 'Arrow' ha vuelto a abrir el debate: ¿Hay racismo entre los seguidores de los cómics?

La cultura afroamericana y los cómics no siempre han tenido un entente tan apacible como el que podemos ver a día de hoy. Si hace apenas una semanas nos llegaba la noticia de que Marvel homenajeará portadas de 50 Cent, Wu-Tang Clan y otros artistas de hip hop en sus portadas alternativas, la realidad es que los superhéroes negros han tenido que estar batallando desde los años setenta para ganar protagonismo en las páginas de las historietas y, mucho más aún, para contar con una serie propia lejos de grupos como la JLA o La Liga de la Justicia. Este siglo nos ha dado muestras de mayor valentía en ese sentido, presentando nuevas versiones con tez oscura de personajes originalmente blancos: ahí están el hijo de padre afroamericano y madre latina Miles Morales vistiendo el traje de Spider-Man y un Nick Furia tan parecido a Samuel L. Jackson en The Ultimates que, al adaptar Los Vengadores al cine, no pudieron hacer otra cosa (la leyenda cuenta que el intérprete les amenazó con denunciarles por apropiación de imagen si no contaban con él para la adaptación) sino darle el papel al actor de Pulp Fiction, una elección de casting que apoyaron todos los aficionados pero que, lamentablemente, no sentó cátedra.

Antes de que el género superheroico copara el mainstream audiovisual, ya vimos cambios raciales en películas como Batman o Daredevil: en la primera, Billy Dee Williams daba vida a Harvey Dent; en la segunda, fue Michael Clarke Duncan el elegido para encarnar al archivillano Kingpin. La polvareda, aún así, no daba visos de levantarse. Quizás fuera porque los aficionados estaban más empecinados en centrar su furia contra la elección de Michael Keaton como Batman en el primer caso; en el segundo, la presencia del actor era tan imponente que pareció devorar cualquier otro rasgo del intérprete. Tuvieron que pasar algunos años para ver cómo se iba generando polémica al cambiar la raza de éste o aquél personaje en su adaptación de un medio a otro: el hackeo a Sony propició que se filtrara un correo donde, entre las características inamovibles de Spider-Man en la gran pantalla, se determinaba que el personaje debía ser caucásico y heterosexual.

Stan Lee, creador del hombre araña, defendió esta decisión asegurando que no tiene nada en contra de los personajes negros u homosexuales, siempre que estos también lo sean en las historietas. Pero, ¿qué hay entonces del mencionado arriba Miles Morales? ¿No es tan legítimo llevar su historia al cine como lo es adaptar la del Spider-Man original Peter Parker? Mucho antes de que se iniciase este fuego, otra producción de la misma índole fue atacada por gran parte de los aficionados al cómic: que el reboot de Los Cuatro Fantásticos contara con Michael B. Jordan para dar vida a la Antorcha Humana no gustó nada a algunos de los lectores de la cabecera original, que hicieron público su malestar en Internet.

Sin embargo, y según la vara de medir de cada uno, casos como el de Michael B. Jordan parecen hechos expresamente buscando disensión: en el cómic, su personaje no sólo es blanco, sino que además es hermano de la Mujer Invisible, de raza caucásica tanto en las viñetas como -y aquí es donde la productora sabía que iba a pillar en contramano a los aficionados- en esta nueva película. Lejos de ser un caso aislado, en la película de Thor pudimos ver a un dios la mitología nórdica llamado Heimdall interpretado por Idris Elba, actor de orígenes sierraleoneses y ghaneses. Si parecía difícil encontrar un papel más en las antípodas que un asgardiano para darle a un actor de color, la televisiva Arrow anunció, rizando el rizo, que Jimmy Akingbola había sido elegido para interpretar al Barón Blitzkrieg, un villano del arquero que en el cómic no sólo es blanco, sino directamente nazi. Aunque ha trascendido que los orígenes del personaje serán debidamente modificados en su trasvase a la serie, la cadena de televisión que emite Arrow ha conseguido generar tanto ruido entre el sector como para asegurarse un buen puñado de nuevos televidentes. El debate, de este modo, ya no se centra en si hay racismo o no entre los lectores de tebeos, sino sobre si, de haberlo, las productoras se están encargando de monetizarlo generando publicidad espontánea con algunos de sus movimientos.

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