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El estigma de ser madre soltera

En India, una madre soltera no vale nada. Es cuestionada, interrogada, criticada. Es vigilada con meticulosa atención. Se cuchichea sobre ella y se la culpa

Anisha Khatoon está sentada en una cama de la MICU, la Unidad de Cuidados Intensivos para Desnutridos, donde espera que su hija Najina, de año y medio, se recupere.
Anisha Khatoon está sentada en una cama de la MICU, la Unidad de Cuidados Intensivos para Desnutridos, donde espera que su hija Najina, de año y medio, se recupere.Irene Núñez

Cuando Anisha Khatoon se casó a los 14 años con un chico de su pueblo al que conoció el mismo día de la boda, pensó que sería para toda la vida. Le pintaron las manos y los pies con preciosos dibujos realizados con henna, la untaron el cuerpo con aceites esenciales, la vistieron con un bonito sari de color rojo, símbolo de fertilidad, y, durante varios días, bailaron y celebraron el enlace junto a su familia y amigos.

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Enseguida, y como se esperaba de ella, se quedó embarazada. Todo parecía que iba bien. Su tripa crecía, estaba contenta, tenían planes… Hasta que su marido se marchó a trabajar a Delhi y nunca más volvió.

Le han llegado rumores de que vive en la capital de la India con su amante. Abandonada y deprimida, Anisha regresó a casa de sus padres. Allí dio a luz a su hija, Najina, que ahora tiene un año y medio y no pesa ni cinco kilos.

Las recomendaciones que se dan desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) son que una niña de 18 meses debería pesar unos 11 kilos y medio, y medir casi 81 centímetros. Los números de Najina corresponden a los de un bebé de cuatro meses. Por ese motivo, ambas están en la Unidad de Cuidados Intensivos para Desnutridos (MICU, por sus siglas en inglés), que se abrió en marzo de 2014 para tratar los casos más complicados de desnutrición aguda severa en niños de entre seis meses y cinco años. La unidad está integrada en el Hospital Universitario de Darbhanga, un distrito perteneciente al Estado de Bihar, en el norte de la India, en la frontera con Nepal, y se gestiona conjuntamente entre Médicos Sin Fronteras (MSF) y el personal del Ministerio de Sanidad de este hospital.

Anisha me cuenta que ella y su hija Najina han llegado hoy. Las mandaron desde el centro de estabilización que Médicos Sin Fronteras tiene en Biraul. Una de las enfermeras me dice que el caso de Najina es grave, que no tiene buen pronóstico. “Mis padres son los que se han hecho cargo de nosotras. Nunca he tenido leche para poder alimentar a mi bebé, por eso le he dado arroz y verduras machacadas. Siempre ha tenido algo que comer. Aquí las enfermeras le dan leche y una pasta nutritiva”, dice Anisha.

Las paredes de la MICU, Unidad de Cuidados Intensivos para Desnutridos, están decoradas con dibujos que muestran a las madres como alimentar a sus hijos.
Las paredes de la MICU, Unidad de Cuidados Intensivos para Desnutridos, están decoradas con dibujos que muestran a las madres como alimentar a sus hijos.Irene Núñez

La realidad es que Najina tiene hambre y está desnutrida. Se trata de una desnutrición aguda que puede costarle la vida, pero que quizás se cronifique y conviva con ella, y también con todos los retrasos en el desarrollo cognitivo y en su crecimiento que esta situación pueda acarrearla.

El hambre, aquí en la India, es así. No provoca las altas tasas de mortalidad que vemos en otros países en África, pero se cobra vidas. Los niños se acostumbran a sobrevivir con ese rugido en sus tripas, con esa fragilidad, ese cansancio y debilidad crónica. Suelen tener algo que llevarse a la boca, por poco que sea, y así van sobreviviendo. Otra cosa son los retrasos que pueden sufrir en su desarrollo, físico o mental, o las consecuencias que esto pueda tener en su salud a largo plazo.

“Los padres miran a sus hijos y si les ven delgados no se preocupan demasiado. Todos los niños están delgados, piensan. No entienden las causas que causan la desnutrición ni que, por ejemplo, el hecho de no lavar bien las cosas puede transmitir ciertas enfermedades o provocar una infección”, cuenta el Doctor Md. Attik Khan, que trabaja en la MICU desde su inauguración.

Najina, de año y medio, está ingresada en la MICU, la Unidad de Cuidados Intensivos para Desnutridos. No pesa ni cinco kilos.
Najina, de año y medio, está ingresada en la MICU, la Unidad de Cuidados Intensivos para Desnutridos. No pesa ni cinco kilos.Irene Núñez

Najina está muy delgadita. Es muy pequeña, mide 69 centímetros y ahora duerme tranquila en la cama. Su madre está sentada a su lado, descalza. Mira a su hija y llora. Se tapa la cara con las manos y se cubre la cabeza con su sari de color amarillo. “Su padre nunca ha venido a verla. No la conoce. No sé por qué se marchó, pero todo el pueblo me culpa de que se haya ido. Y yo no hice nada malo”, me dice.

“Cuando está despierta, la niña no deja de llorar. Me irrita. No puedo más. Estoy muy cansada”, se lamenta Anisha. “No quiero tener más hijos, pero deseo que ella se ponga bien. Si sobrevive quiero que estudie y tenga un buen futuro; yo no pude ir a la escuela”.

Se estima que en la India hay 8,1 millones de niños menores de cinco años con desnutrición aguda severa. Desde 2009, Médicos Sin Fronteras trata a niños en estas condiciones en el distrito de Darbhanga, al norte de Bihar. Bihar es el tercer estado más poblado de la India y casi el 50% de sus niños están por debajo de su peso óptimo.

La mitad de sus niños.

Irene Núñez Cid es colaboradora de Médicos Sin Fronteras que visitó varios proyectos de la ONG en India en mayo de 2015. Este es el tercer relato de una serie de tres sobre la desnutrición y el trabajo para combatirla en aquel país.

Este post forma parte del Concurso de Post Solidarios que la Fundación Mutua Madrileña ha puesto en marcha con motivo de los III Premios al Voluntariado Universitario.

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