Mi burbuja, mis normas

Casi nadie sabe calcular cuántos amigos tiene en Facebook. Un vídeo en mi muro me recuerda que me uní hace 10 años, y me he angustiado pensando que hay pocas cosas que lleve una década haciendo a diario. Tengo 357 amigos; habría dicho que 200.

La mayoría es como si no estuviera, salvo en cumpleaños. El algoritmo que facilita la digestión de semejante volumen de ‘amistades’ aprende de cada publicación, cada me gusta, cada clic. Juntos somos el big data. Hay quien dice que Zuckerberg nos conoce mejor que nuestros íntimos.

Esto condiciona relaciones personales y, también, la manera de informarnos. Eli Pariser, autor de El filtro burbuja, estudió cómo estos mecanismos favorecen propuestas que tienden a reforzar lo que ya pensamos.

Siempre hemos tenido un periódico de cabecera y un círculo cercano de referencia, pero en redes nuestro papel es pasivo: eligen los algoritmos y ni siquiera sabemos a partir de qué datos lo hacen. Según Pariser, esto nos lleva a vivir en burbujas que nos aíslan de aquello que ayudaría a cuestionar nuestras opiniones. Es una visión del mundo más personalizada, pero recortada y adornada por el espejismo de tenerlo todo al alcance de la mano. Un móvil nos permite llegar más lejos que nunca, pero en general no vamos mucho más allá de nuestras redes.

Voy a mentirme y a escribir que cada día ‘solo’ he mirado Facebook 15 minutos. En 10 años me salen 38 días completos. Mejor olvido la cifra porque, en realidad, sería al menos el triple.