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Bolivia consolida su nacionalización

Una crisis con visos de pánico en el activo mercado iberoamericano de los hidrocarburos, fue parada en seco esta semana en un remoto pueblo de la frontera trinacional de Argentina, Brasil y Paraguay.

Allí, en Puerto Iguazú, cercano a las famosas cataratas del mismo nombre, en el selvático y caudaloso alto Paraná, los presidentes de Bolivia y Venezuela jugaron sus cartas ante sus pares argentino y brasileño, bajo la mirada atenta de España, Francia, EE UU y Cuba, además de México, Chile y Perú, limando las aristas de los efectos causados por la reciente nacionalización de los recursos hidrocarburíferos bolivianos.

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La decisión casi sorpresiva del presidente boliviano Evo Morales, no obstante haberla pregonado antes y después de su elección en diciembre pasado, y reiterado por Europa en enero, disparó el lunes a 72 dólares la ya alta cotización del barril de petróleo.

Y aunque desató la inicial furia de Petrobras y de Repsol-YPF, entre otras transnacionales afectadas por una confiscación a futuro, la nacionalización —destacada en Bolivia aún por la mayoría de los propios detractores de Morales—, recibió el espaldarazo final del presidente brasileño Lula da Silva y de su colega argentino Ernesto Kirchner, al mando de los dos gigantes del Sur.

Con inversiones calculadas 3.500 millones de dólares y una eventual compensación estimada hace dos años en 8.000 millones, las transnacionales parecen haberse resignado a convertirse en operadoras transitorias de la explotación y comercialización del gas boliviano (no sin ganancia), luego de una década en que fueron virtuales dueñas de los reservorios andinos.

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Después de la denominada cumbre de Iguazú y domesticadas las aspiraciones bolivianas de precios, resultaron también garantizados el abastecimiento de gas natural a la zona y una renegociación "razonable" y bilateral del incremento de los precios, lo que excluye la influencia directa del presidente venezolano Hugo Chávez.

Bolivia y Venezuela poseen las mayores reservas de gas en la región, pero la ubicación estratégica de los depósitos bolivianos, en el centro de un proyectado "anillo energético", el hecho de que sean más ligeros y ricos, y su rebajado costo (la mitad de la cotización internacional promedio de 7 dólares) los hace más accesibles y naturalmente codiciados.

Tras la reunión de Puerto Iguazú y pese a sus arrebatos coyunturales y el reclamo por las ambigüedades y vacíos del decreto nacionalizador, Petrobras y Repsol-YPF mostraron su disposición a los avenimientos, respaldadas por sus respetivos gobiernos, decididos por su parte a defenderlas por la vía de compensaciones paralelas.

Lula, ofreció a Bolivia, por ejemplo, la integración caminera del altiplano andino con la Amazonia, probablemente a cambio de que el aumento del gas no llegue siquiera a los cinco dólares, según se verá en las próximas transacciones.

Con similares piruetas de equilibrio, el jefe del gobierno español conciliaba en La Paz la permanencia en vigor de las seguridades jurídicas para Repsol, donde al parecer la empresa tiene más que ganar que perder, olvidándose tal vez, como las otras, de la integridad de la cláusula del "lucro cesante", que le tenía asegurada una gran parte de sus utilidades en las próximas décadas.

Con fuerte participación accionarial de la Argentina de Kirschner y la España de José Luis Rodríguez Zapatero, Repsol-YPF expresó a Morales su no aceptación "ni tácita ni expresa" a la nacionalización, pero confiaba en defender sus derechos para seguir comercializando el gas boliviano a precios convenientes en los próximos 20 años.

La reservas bolivianas que con recientes descubrimientos pueden rebasar las 54 TCFs, valen unos 200.000 millones de dólares, según cálculos oficiales del Ministerio de Hidrocarburos, lo que aseguraba hasta antes de la nacionalización (descontado el 50 % para las empresas) unos 50 mil dólares para cada uno de las dos millones de hogares existentes en este país de ocho millones de habitantes.

A menos de diez días de recuperada su propiedad, Bolivia se apresta a percibir 800 millones de dólares anuales en renta petrolera, ahora cuadruplicada. Por su lado, las gigantes del gas han visto limitadas sus ganancias a un 18 %, una tasa de retorno más que normal en el sector, según insiste Bolivia.

"Estaban ganando demasiado", recalcó el presidente Evo Morales, mientras la francesa Total negociaba también su permanencia, al igual que las británicas GP y BP.

La reunión de Puerto Iguazú sirvió también para advertir el perfil geopolítico de la región: casi todos los gobiernos involucrados en el problema tienen una raigambre o socialista o populista, en una ola de regímenes de izquierda que se extiende en los últimos años por Latinoamérica y que no obstante el rezongar de EEUU, gana terreno en México, Perú y Ecuador, como ya lo consiguiera en Chile, Brasil, Uruguay, Argentina y otras naciones, dejando a Colombia y algunos otros a merced de un cerco subregional.

Al estilo de las placas tectónicas de la costa del Pacífico, la falla geopolítica atraviesa en los meses últimos al agonizante gobierno peruano del saliente Alan García, reciamente enfrentado a la Venezuela del presidente Hugo Chávez, incluido el retiro de embajadores.

Igualmente, el Eje Santiago-Brasilia, sufre deterioros en su intento de alinear a Bolivia mediante un corredor Atlántico-Pacífico, para amargura no tanto de Chile, imposibilitado gracias a su centenaria disputa con Bolivia por el acceso soberano de ésta a las costas, sino de Brasil, que corre el riesgo de desgastarse en sus aspiraciones de liderazgo regional auspiciado por EEUU, una vez que está cruzado por Chávez y la octogenaria Cuba de Fidel Castro.

Al margen de la geopolítica, cada uno de los gobernantes enfrentaba otro frente interior. Lula tenía que vérselas con la contraparte del capital privado en Petrobras, a la que dedicó una filigrana de astucia: «Petrobras es una empresa independiente que invertirá donde tenga posibilidades y donde le convenga", dijo mientras trataba con Evo Morales.

Ante el embate de la derecha, repercute por los medios latinoamericanos el respaldo de Zapatero a la soberanía boliviana para determinar el futuro de sus hidrocarburos, no obstante que como piedra en el zapato tiene pendiente el ingreso de una empresa alemana al mercado español de Endesa.

El mismo Evo Morales, que a partir del miércoles paseará otras vez su figura por Viena y Estrasburgo, como primer presidente indígena invitado por el Parlamento Europeo, debe responder ante el cuestionamiento interno de los radicales que si bien le reconocen haber rescatado para el país la potestad de fijar precios, le han endilgado también el haber dispuesto una nacionalización "ficticia", hecha a la medida de las petroleras y al amparo de una ley promulgada por el centroderechista ex presidente Carlos Mesa.

Rolando Carvajal es analista de la revista Cash de Bolivia

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