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Reportaje:

Medellín, ciudad verso

En las calles de la urbe colombiana se escucharon las creaciones de 62 poetas de todas partes del mundo

Huda Aldaghafag, poetisa de Arabia Saudí, recitó, en árabe, su obra La raíz. Unas cinco mil personas, que colmaron las graderías del teatro Carlos Vieco, al aire libre, en lo alto del cerro Nutibara, la escucharon atentos como si entendieran el significado de esos sonidos extraños. La aplaudieron a rabiar, y volvieron a escuchar y a aplaudir cuando una joven leyó la versión en español.

Ocurrió el domingo en la tarde en el cierre del 16º Festival Internacional de Poesía de Medellín, un evento que asombra: en ninguna otra parte del planeta se ven estos tumultos silenciosos siguiendo con atención lo que dice un poeta. El recital duró cuatro horas; un maratón de 62 poetas con sus versos en español, inglés, francés, griego, lenguas indígenas… "En Medellín el público es la poesía", dice Huda. Y está fascinación por el público la han sentido todos los poetas que han desfilado por esta reunión de soñadores.

La española Guadalupe Grande, después de sentir tantas ovaciones tiene una idea: exportar público colombiano.

Lo que se vivió el domingo se había repetido durante toda la semana, en pequeña escala, en muchos rincones de esta ciudad de un poco menos de dos millones y medio de habitantes. Los poetas llenaron plazas, teatros, escenarios culturales, calles, estaciones de metro; fueron a las barriadas altas donde viven los desplazados de la violencia y compartieron sus versos con los presos. En total hubo 103 eventos. Muchas veces les pidieron alargar los recitales más allá de la hora pautada.

Audiencia entregada

¿Por qué este fenómeno? Fernando Rendón, director de la revista Prometeo y padre de este festival, cree que es "una manifestación de libertad de reunión y expresión en un país intolerante". En los auditorios, donde la minoría son los intelectuales y la mayoría gente del común, se escuchan distintas razones: "Los poetas expresan la realidad de manera bella"; "uno no capta el sentido de las lenguas extranjeras, pero sí el apasionamiento, la forma cómo comunican una poesía"; "me gusta dejarme llevar por las palabras"; "me llaman la atención los acentos".

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Para los poetas esta actitud de escuchar tan peculiar del público, el sentir que la poesía se mezcla en Medellín con la vida y el ruido de las calles, los confronta con su trabajo. "Es una oportunidad de probarse uno mismo; de examinar sus poemas; uno se transforma por la actitud del público", dice la colombiana Mary Yolanda Sánchez.

Ella fue a la cárcel de mujeres, a una escuela de colores colgada en uno de los cerros que rodean esta ciudad y leyó versos de su último libro: 'Dios no existe, estorba'. "Hace falta / mucho detergente / cuando mi país / hasta en la ropa duele".

El iraquí Muhsin Al Ramli no quiere engañarse con el aplauso fervoroso que recibió toda la semana por su poema contra la invasión norteamericana. "Esta tinta derramada en vuestra prensa / es la sangre de mi país".

Pero le gusta sentir que la poesía sigue siendo útil para las personas: "Para iluminar sus versiones sobre asuntos, ideas que no están claras en este mundo".

El poeta Hugo Jamioy, indígena de la nación Kansá, de Colombia, lee sus versos ante miles de personas que asistieron al acto de clausura del XVI Festival Internacional de Poesía de Medellín, en el que participaron poetas de 40 países del mundo.
El poeta Hugo Jamioy, indígena de la nación Kansá, de Colombia, lee sus versos ante miles de personas que asistieron al acto de clausura del XVI Festival Internacional de Poesía de Medellín, en el que participaron poetas de 40 países del mundo.EFE

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