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La altivez del asesino que se creía inmune, 23 años después

Un tribunal de EE UU condena a un ex militar peruano a pagar una indemnización de 37 millones de dólares a supervivientes de una matanza

Al Capone no fue a la cárcel por sus múltiples crímenes, sino por evasión de impuestos. Apenas pasó siete años en prisión, pero cuando salió en 1939, enfermo de sífilis, ya era un hombre acabado. Murió en 1947 en su casa de Palm Island, una de las islas de la bahía interior de Miami Beach. El general chileno Augusto Pinochet se creyó inmune cuando dejó el poder en 1998 y en Londres empezó su calvario con la orden de extradición y procesamiento del juez Baltasar Garzón. Sólo las argucias sobre su estado de salud le permitieron sortear la justicia hasta su muerte, en 2006. Salir de los países no salva y los detalles teóricamente menores pueden ser decisivos.

El miércoles, Adalberto Jordán, juez federal de distrito de Miami condenó a Telmo Hurtado, de 46 años, mayor retirado del Ejército peruano, a pagar 37 millones de dólares de indemnización a Teófila Ochoa y Cirila Pulido, dos supervivientes de la matanza de 69 campesinos, 23 de ellos niños, la mitad de los habitantes de una aldea andina de su país, cerca de Ayacucho, el 14 de agosto de 1985.

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El Ejército buscaba guerrilleros de Sendero Luminoso, que huyeron, pero perpetró de forma indiscriminada la que se conoce como la matanza de Accomarca, el distrito donde está el pueblito de Lloqllapampa. Fue una de las más espeluznantes de la época y sólo dos semanas después de que el actual presidente, Alan García, tomara posesión en su primer mandato.

Jordán declaró culpable a Hurtado porque él mismo reconoció los hechos en el pasado y añadió en su fallo detalles sobre su personalidad muy significativos, como que "no expresó remordimiento por sus acciones" o que "su conducta se ajusta fácilmente" a la de una persona que puede efectuar acciones así.

Hurtado llegó a considerar en su momento presuntos terroristas a seis niños menores de ocho años e hizo declaraciones tremendas, ocultadas 20 años por el Ejército, que garantizó su impunidad a cambio de silencio. Incluso le condecoró y le ascendió de subteniente a mayor.

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"Ordené al grupo de asalto que estaba a mi mando que hiciera fuego y al mismo tiempo lancé yo una granada con la intención de eliminar a los posibles heridos", contó. "Tomé la decisión de eliminarlos porque había un número excesivo. Permanecimos allí hasta que se consumió todo el fuego, verificamos que sólo quedaran cenizas y huesos calcinados, y luego recogimos todos los casquillos y cualquier otro vestigio de nuestra presencia en el lugar".

Hurtado, conocido como El Carnicero de los Andes, huyó de su país en 2002 y fue detenido en marzo de 2007 en Miami Beach (EE UU), donde se había refugiado, acusado de mentir en su petición de visado. Según él, nunca había sido detenido o condenado por un delito cuando fue sentenciado en 1992, en un consejo de guerra, a seis años de cárcel, una pena casi simbólica, "por abuso de autoridad y perjurio". Incluso después, en 1995, bajo el mandato de Alberto Fujimori, fue amnistiado y sólo cuando la Comisión de la Verdad y la Reconciliación reabrió el caso hace seis años para castigar realmente a los responsables de los asesinatos masivos e indiscriminados de civiles, se fue de Perú a Estados Unidos.

Hurtado ya había cumplido en Miami un arresto de seis meses, al que fue sentenciado en julio de 2007 tras llegar a un arreglo con las autoridades de inmigración. Pero estaba bajo custodia federal a la espera de ser extraditado a petición de Perú. Ahora, el juez Jordán también lo ha recomendado en su fallo, aunque no es vinculante.

Su detención por la violación migratoria permitió que prosperara la demanda por asesinatos extrajudiciales, torturas, crímenes de guerra y contra la humanidad presentada contra él y contra Juan Rivera, otro oficial responsable de la matanza, y detenido también en Maryland (EE UU) por la misma causa.

Teófila tenía sólo 12 años cuando sucedieron los hechos, hace 23. Se salvó escondiéndose detrás de una roca, al revés que su madre y cuatro de sus hermanos más pequeños, encerrados, acribillados y quemados. A otro lo mataron cuando huía, porque no le dio tiempo a guarecerse, como ella. "Desearía estar muerta, me quitaron lo que yo más quería", declaró sollozando en el juicio el pasado 11 de febrero. Ahora trabaja de sirvienta en Lima, como Cirila, tras pasar toda clase de penalidades.

Poco después de la matanza quedó huérfana, ya que su padre, también superviviente, murió víctima de la depresión, el dolor y el alcohol. "Mi vida ha sido muy triste", comentó. "Cuando no tienes a nadie quien hable por ti te maltratan". Contó detalles escalofriantes. Dijo que pudo ver cómo violaban a las mujeres y las torturaban, lo mismo que a los niños.

Hurtado, frío y altivo, apenas estuvo unos momentos en el juicio. Llegó mientras testificaba Teófila, pero se marchó al decirle el juez que no estaba obligado a oir los testimonios. Antes, cínicamente, dijo que no sabía por qué lo habían llamado y que se acogía a la Quinta Enmienda. "No quiero participar ni hacer declaraciones porque no tengo representación legal", señaló vestido de presidiario, lo que fue un triunfo para Teófila: "Me llené de alegría al verle encadenado. ¡Por fin el asesino ha empezado a pagar su culpas!", gritó.

Cirila, que también tenía 12 años cuando perdió a su madre y a un hermano, declaró: "Yo nunca he superado el trauma. Las cosas que pasaron me vuelven continuamente hasta en sueños. Ni el abandono, ni la marginación, ni la impunidad nos han derrotado en 23 años. Ver preso a Hurtado nos ha llenado de esperanza. Pronto habrá mucho menos dolor en nuestro pueblo".

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