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Voto blanco, voto negro. ¿Racismo en Costa Rica?

Iniciativa para acabar con un sistema de votación en el Congreso como paso simbólico contra el lenguaje discriminatorio

Un negro delgado llega en autobús a la capital de Costa Rica, San José, procedente de Limón, la provincia del Caribe costarricense. Estudia música en la Universidad, pero advierte que es sólo para formalizar lo que ya conoce sobre el calypso, el ritmo cadencioso que los limonenses cantan en su peculiar inglés y que han logrado colocar en el muestrario cultural de Costa Rica.

Dice que no lee periódicos, porque sólo hablan de San José, pero su madre le contó que en el Congreso las votaciones secretas se realizan con bolas negras y blancas. Quien quiera expresar un criterio negativo debe, como no, escoger el color negro. El blanco queda para quienes estén de acuerdo, para "reforzar lo positivo, lo bueno, lo provechoso", como resume Yalile Esna, única diputada negra en este país, donde la población identificada como afrocaribeña no supera el 5%, unos 200.000 habitantes.

Dereck Jackson Campos, el estudiante de música, apoya con poco entusiasmo la reforma legal que impulsan Esna y otros diputados blancos, si es que el término vale para este país centroamericano donde el mestizaje fue bastante equitativo con las etnias española, negra e indígena. "Está bueno que quiten eso [la distinción de votos blancos y negros], o que inviertan los colores, para que el blanco sea lo negativo, a ver qué dicen. Pero eso tampoco va a impedir que discriminen a nadie", opina el joven limonense.

¿Hay racismo en este país, abanderado de los derechos humanos en el continente? "¡Sí, claro!", exclama la diputada Esna, quien de inmediato menciona los insultos que hace tres semanas denunció el futbolista Try Beneth durante un juego del Campeonato Nacional. Desde las gradas, un grupo de fanáticos le gritó: "Negro, hijo de puta". Y pasaron los 90 minutos del partido increpándole con el sonido de los congos, la especie de monos más común en Costa Rica.

Es cierto que la discriminación no data de hace apenas 60 años, cuando funcionaba un tipo de puesto migratorio para que los negros no salieran de Limón, la provincia a la que llegaron desde Jamaica en el siglo XIX para construir el ferrocarril y se quedaron cultivando banano. Esta región es la más pobre del país, pese a los esfuerzos por encauzar el turismo hacia el calypso, las playas rodeadas de montañas y el ambiente con olor a coco y reggae.

"Es cierto que ya la gente no se pellizca a sí misma cuando ve un negro, como ocurría cuando yo era niña, pero hay cientos de expresiones racistas. El método de votación en la Asamblea Legislativa es una de ésas, y no podemos aceptarlo en un país que se jacta de ser líder en derechos humanos", explica Esna, quien se declara feliz de ser identificada con la palabra "negra", sin agregados.

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El proyecto que impulsan Esna y diputados de otros partidos y etnias podría aprobarse este mes, si no triunfan posiciones como la de Andrea Morales, confesa defensora de otras minorías. Ella considera que es una banalidad buscar connotaciones racistas en unas bolitas que se usan sólo para votos de censura y retirada de inmunidad y de honores oficiales. Es decir, casi nunca sacan las pequeñas esferas de madera de sus copas de cristal, donde permanecen guardadas como en sacristía.

La reforma legal fue impulsada hace cuatro años por la diputada Epsy Campbell, ahora convertida en la primera precandidata presidencial negra, con el opositor Partido Acción Ciudadana (PAC). Ella, por su experiencia particular o por corrección política, no se declara víctima de la discriminación. "Me han calificado lo bueno y lo malo por mis actos, por encima de prejuicios. Soy negra en todos mis extremos; es una de mis banderas y el país no lo ha visto como motivo para sacarme de la arena política", declaró el año pasado al diario La Nación.

Pero sus palabras quizá no ayuden a erradicar los signos de racismo que quedan en este país. "El principal problema es la negación del problema. La actitud generalizada es decir que no existe nada que solucionar", considera el escritor Quince Duncan, autor del libro El negro en Costa Rica, quien propone el término "afrocaribeño", ya que "afrodescendiente' abarca a muchas más personas", todas las que llevan en su sangre genes negros no dominantes.

Duncan insiste en el carácter "institucional" de la discriminación. "¿Será casualidad que en las zonas más empobrecidas sean mayoría las etnias minoritarias del país? ¿Por qué será que la mayoría de los estudiantes negros trabajan en empresas extranjeras y no ticas [costarricenses]? ¿Por qué será que hay tantos negros en las cárceles? ¿No será acaso un problema estructural?", se pregunta el especialista.

Las iniciativas, admite Esna, no acabarán con las bolas negras y blancas, pero "al menos servirán para erradicar un elemento discriminatorio del lenguaje legislativo". Añade que la idea es votar con métodos electrónicos. Sin embargo, la solución propuesta es bastante más estética: plateado para decir y dorado para decir no.

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