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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Perera, su regalo nos salvó

El cartel estaba armado para llevarnos una buena tarde de toros. La empresa cumplía con la afición al presentar a una terna de toreros jóvenes deseosos por refrendar triunfos en el coso de Mixcoac. El público falló con una modesta entrada, tal vez por ser un domingo previo a un día festivo que aprovechan los capitalinos para descansar fuera de la ciudad, pero sin duda los que más fallaron fueron los astados de Barralva, que ya nos habían acostumbrado, tanto a público como a toreros, a faenas triunfadoras. Su mansedumbre acabó por enfriar el ánimo de todos.

Perera no tuvo suerte con su lote de rigor. El segundo de la tarde resultó ser un astifino corniabierto que reparaba al embestir. Con éste ejecutó una serie de tafalleras rematadas con chicuelinas apretadas de gran elegancia, frente a un toro complicado de virajes rápidos que logró derribarlo. En la muleta, el toro no cooperó. Sin embargo, Perera no se desanimó y acabó por bajarle la mano y plantarle naturales por la derecha largos y tersos, con algún molinete.

Verdaderamente quería agradar a la afición, pero no pudo hacerle más. Al quinto, le pudo menos. Resultó ser un manso perdido y un turista. Salió a pasear, pues no tuvo fijeza al capote y le huyó a la puya, a las banderillas y a todo. A pesar de ello, nuevamente Perera no se dio por vencido y se le plantó en la cara al toro hasta forzarlo a embestir. Así pudo lograr torearlo en redondo para salvar la faena.

El de regalo, Estudiante, hizo honor a su nombre y resultó ser más entendido. A éste, Perera lo invitó a la faena con verónicas suaves y reposadas y el toro se acomodó. El picador aplicó la puya como si estuviera apostillando un sobre. Lo tocó y ya. El diestro volvió a plantarse en los medios para deleitarnos con una combinación de tafalleras limpias, que acababa rematando con finas gaoneras. Con la muleta, lo convocó a distancia y con pies fijos a atender sus pases cruzados por la espalda; le siguió con naturales serenos y largos, cortándole la salida para hilvanar la tanda de derechazos. Pronto le encontró la distancia al toro y así pudo mostrarnos más molinetes seguidos de pases redondos con cambios en contrario. Lo ovacionaban gritándole "torero". Por su parte, el toro fue constante en la lidia y fue igual de difícil torearlo que cuadrarlo para el estoque. Al final, lo logró, consiguiendo una estocada honda pero caída, que bastó para que el toro doblara. La mayoría de la plaza reclamó trofeo y el juez de plaza certeramente otorgó una oreja, con cierta inconformidad de quienes pedían dos apéndices.

José Mauricio también logró una gran tarde con el tercero. Lo recibió con verónicas apretadas y lo metió a la lidia. Al acabar la suerte de vara, en los medios mostró unas chicuelinas justas y pegadas a la cintura de excelente factura. Ya desde este momento se reconocía que el toro era peligroso y de poca fijeza. A pesar de su juventud, con la muleta trabajó una faena propia de un maestro. Toreó relajado, soltando el cuerpo y con gran disposición. Toda la faena la plantó en los medios a un toro que no tonteaba. Era un toro que en repetidas ocasiones buscó al torero. Aun así, José Mauricio nos mostró un toreo de dominio, con toques justos y a la distancia adecuada. Practicó naturales bajando la derecha y con cambio de mano para meter al astado a la muleta. Lo repitió hasta que el toro se trabó, y entonces lo intento por la izquierda sin ninguna suerte. Era un toro que no iba a la muleta, aun así intentó pases en redondo para arrancar de su letargo al toro. Consiguió una estocada honda desprendida con la que logró doblarlo. Hubo petición dividida por la oreja y fue concedida en forma apretada.

En el sexto, José Mauricio no pudo hacer nada porque no hubo toro. Resultó un toro insípido, sin fijeza y dando trompicones a diestra y siniestra. El toro nunca se enteró que hubo capote. Se pasó dando vueltas al ruedo como rehilete buscando la querencia. Con la muleta, intentó naturales con la izquierda pero el toro nunca acudió. Siguió con trincherazos de rodillas para animar la faena, pero nada pasó. Para no cansar al público, resolvió estoquearlo.

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Ochoa tuvo un buen inició con el primer toro de la corrida. Supo encauzarlo con verónicas suaves bien rematadas. Con chicuelinas andantes lo llevó al picador. Cuidó a su toro para evitar que la puya lo desgastara inútilmente. El toro mostró su bravura y nobleza al embestir al caballo y demostrar su fijeza. Con la muleta mostró naturales de largo recorrido y continuidad. Aplicó varios pases cambiados a buena altura. No se precipitó, lo toreo a la distancia precisa y sin alardes le aplicó varios naturales. Acabó siendo un acuerdo entre toro y torero, en donde el lado derecho hizo lucir la faena. Incluso nos deleitó con una currecina, para concluir su circular invertido. Lamentablemente, pinchó, perdiendo la posibilidad de una oreja. El toro recibió arrastre lento y fue aplaudido por el público.

El cuarto fue un corniblanco coletero suelto que se iba de largo. Ochoa le aplicó una bonita media verónica al inicio y supo fijarlo en la lidia. Con la puya se le castigó en exceso, restándole fuerzas al astado. Con la muleta ligó derechazos rematándolos con soberbios pases de pecho. Continuó con los naturales, imprimiendo su estilo de torear, pero el público se desesperó. Al final, el estoque lo hundió tendido y desprendido, doblando el toro.

EFE

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