_
_
_
_
_

Cuadernos de Haití

El enviado especial de EL PAÍS a la isla, Ramón Lobo, cuenta el día a día después del terremoto que asoló la capital

Linda y Beewolf no tienen una casa como la nuestra

En el Delmas Country Club de Petionville no se juega al golf. Faltan jugadores y el césped exquisito necesario para que ruede la bola. Sobran las personas que como Linda y Beewolff lo convirtieron en su residencia.

El vendedor de llamadas telefónicas

Más información
Demasiados muertos para un solo cementerio
El guitarrista de Puerto Príncipe
Buscadores de tesoros en la calle de los Milagros
La ciudad que vive en el infierno canta a dios
Guerra papel-Internet en Puerto Príncipe
"Dígale a la gente que no se canse de ayudar"
Linda y Beewolf no tienen una casa como la nuestra
El callejón donde murió Ricardo Ortega
Los 140 bomberos contra el terremoto
El joven que lava la ropa

En Puerto Príncipe empiezan a brotar negocios que lo mismo venden electricidad para alimentar móviles que botes de leche concentrada

"Dígale a la gente que no se canse de ayudar"

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

En la avenida de La Saline de Puerto Príncipe, una de las más vulnerables a las inundaciones, ondean dos grandes banderas venezolanas. Una pertenece a la embajada; la otra, a un pequeño destacamento militar enviado por Hugo Chávez tras el terremoto. Entre ambas se encuentran estacionados decenas de Hummvees y otros vehículos del Ejército de Estados Unidos y son numerosos los soldados norteamericanos que se mueven por las instalaciones. El contraste resulta llamativo.

Guerra papel-Internet en Puerto Príncipe

'Le Nouvelliste', un periódico que a duras penas sobrevivía en Haití antes del seísmo, se ve obligado ahora a centrarse en la Red tras perder su vieja rotativa

La ciudad que vive en el infierno canta a dios

Puerto Príncipe se colma los domingos de cánticos y palabras vociferadas por pastores cristianos que imitan a los predicadores estadounidenses. Unos fueron a cursillos de declamación y miedo; otros, aprendieron con la televisión. Aquí no hay tanto negocio como allá aunque sean muchos los fieles pues las colectas son míseras donde abunda la miseria. Tampoco ayudan en exceso las circunstancias ambientales, que a nadie le asusta la amenaza del infierno cuando ya vive en él.

Vida y muerte a bordo del Castilla

En el buque español destacado en Haití para ayudar a la población tras el terremoto han nacido ya tres bebés

El barrio que aprendió a dejar de disparar

En Carrefour Feville, uno de los barrios de peor fama de Puerto Príncipe, la destrucción alcanza al 60% de los edificios. El terremoto arrasó 19 de sus 27 escuelas públicas y las que quedaron en pie tienen tantas grietas que nadie se atreve a entrar. El hospital para enfermedades pulmonares está en ruinas, lo mismo que las seis clínicas de atención primaria. También se hundieron bastantes iglesias, que el seísmo no respetó credos ni dioses.

El pintor que vio un cuadro negro

El pintor de los colores vivos -azules y verdes-, de los soles majestuosos y las formas redondas en unos lienzos que transmiten fuerza y optimismo, no ha sido capaz de empezar uno nuevo desde el terremoto del 12 de enero .

La mujer que maneja la gran excavadora

En el callejón donde yacen los restos de lo que fue la Escuela Tecnológica Sainte Trinité, una enorme excavadora hidráulica de color amarillo blande su pala como quien mueve un florete. El conductor parece empeñado en doblar a golpes y empellones el amasijo de hierros para dejarlos apartados a un lado de la calle. La máquina se mueve hacia delante y hacia atrás con una rapidez insólita para su tamaño y peso, lo que mantiene a raya y alerta a una pléyade de buscadores y curiosos.

Beatriz y Manoucha ya pueden comer arroz

Apenas pueden mover el saco de 50 kilogramos de arroz. Lo arrastran un poco hasta que se cansan; tratan de transportarlo en un columpio improvisado con plásticos cruzados pero unos metros más allá, Manoucha, la más baja, se queda sin fuerza y deja caer su lado. Ella y Beatriz no son las únicas mujeres en dificultades durante el reparto de ayuda humanitaria en el puerto de la capital.

El guitarrista de Puerto Príncipe

Florvie Dieuveson tiene 10 años y parece feliz. Brinca entre los voluntarios armado con una botella de plástico verde y una goma elástica atada. De ese estrafalario instrumento obtiene música a la que acompaña con una letra inventada por él que trata del terremoto, los muertos y las personas como él y su madre que se quedaron sin hogar.

El joven que lava la ropa

A François Luckner se le aparecieron los santos mientras estaba en la escuela el 12 de enero, el día del gran terremoto . Tiene 18 años y una mirada triste, sin brillo, de quien se le han terminado de golpe las lágrimas que una persona tiene para toda la vida.

Los 140 bomberos contra el terremoto

Puerto Príncipe no es Nueva York aunque sus 140 bomberos merecen un lugar de honor en la historia de los héroes anónimos.

El callejón donde murió Ricardo Ortega

El terremoto demolió la casa de enfrente y otras muchas del barrio pero el callejón donde murió Ricardo Ortega hace casi nueve años se mantiene intacto.

Demasiados muertos para un solo cementerio

"Cuando todo Puerto Príncipe era una morgue al aire libre, su cementerio más célebre, el inaugurado en 1800 y considerado patrimonio histórico y cultural, luchaba por evitar que se le escaparan los muertos."

Buscadores de tesoros en la calle de los Milagros

"Al atardecer, cuando el sol afloja sus calores, cientos, quizá miles, de haitianos escarban en los escombros de las casas derruidas, martillean hierros retorcidos y hojalatas varias y se llevan puertas, contraventanas, cañerías, tubos y clavos."

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_